Parte 1 - Un largo día

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Dos figuras se movían por las oscuras calles de los suburbios de Saint George con desamino, ocasionalmente eran iluminadas por las luces de la calle, revelando una pequeña joven de cabello rosa y dos coletas adornadas con listones, un vestido de color similar, ornamentado en la parte del pecho con un borde igual de lustroso que el oro y complementado con dos largas mangas de color blanco y zapatillas del mismo color. A su lado iba un hombre mucho mayor que ella, con un sombrero que cubría casi toda su cara, una gabardina que ocultaba su figura junto a una camisa de manga larga azul oscuro que llevaba debajo, su figura podría desprender un aire de seriedad si no fuera por los pedazos de felpa y brillantina que tenía por todos lados.

-Al final no estuvo tan mal...- Dijo Mizuki para romper el tenso ambiente de la densa noche. Aunque sus palabras fueron en un tono bajo, casi qué para sí misma, esas palabras llegaron al oído del Sargento Rogers.

-"No estuvo tan mal..."- repitió el Sargento. –No estuvo tan mal... ¡No estuvo tan mal! ¡POR UN DEMONIO, SI CASI FUE DEBORADO POR UN OSO DE PELUCHE GIGANTE DE OTRA DIMENSIÓN EN MI PRIMER DÍA DE HABER ASCENDIDO! ¡¿Cómo no puede estar mal eso?!

-Vamos sargento, es de noche, si continúa gritando así va a despertar a las demás personas- replicó Mizuki realizando un gesto bastante exagerado para que el sargento se calmara, este solo pudo dar un largo y prolongado suspiro.

Después de eso solo quedo el silencio, acompañado de un ocasional ladrido de perro o un vehículo que por una u otra razón se transportaba a esa hora de la noche en los suburbios.

Ambos continuaron caminando por aquellas calles vacías de los suburbios que parecían extenderse hasta más allá del horizonte, haciendo parecer que las intermitentes luces de litio se convertían en estrellas allí en aquella ciudad que nunca duerme: Saint's George.

-Cuando me dijeron que mi sería ascendido y tendría un nuevo compañero...- Comentó el ahora sargento Rogers hacia su desmoralizada compañera -nunca imagine que el resto de mi carrera la pasaría persiguiendo criaturas mágicas...- La voz del sargento era áspera y denotaba un cansancio algo más que físico.

-Bueno, últimamente los crímenes del mundo mágico han aumentado desde que hicieron lazos con las organizaciones criminales de este mundo... tampoco ha ayudado que hayan chicas mágicas desertoras...- Fueron las palabras de Mizuki mientras se llevaba un dedo a los labios y miraba al cielo tratando de divagar.

-Han pasado unos cuantos años desde ese incidente- Hubo una pausa por parte del Sargento mientras le daba una ojeada su nueva compañera. – Pese a la apariencia de tu gente en general, algunas veces suelen ser una amenaza bastante seria.

- ¡¿Eh?!- Mizuki se detuvo en secó. - ¿Qué quieres decir con "mi gente en general"? ¡Yo no tengo nada que ver con esos monstruos! - El Rogers contempló la reacción en silencio, se llevó una mano a su barbilla jugueteando con los pelos de esta.

-Sueles ser bastante expresiva, ¿sabes? ¿No fuiste tú la que dijiste que había que mantener el tono bajo para no despertar a nadie?

-¡¿Eh?!- Se sobresaltó Mizuki al oír las palabras del sargento.

-Exacto... Bueno, ya no importa, justo ahora quiero llegar a casa y tomarme un baño...

Los dos continuaron caminando en un tenso silencio por algunos segundos hasta que el sargento interrumpió.

-Oye... De casualidad... ¿A dónde te diriges?

-¿Yo? Bueno... La reina me acaba de asignar a este mundo, pero aún no tengo a donde ir así que... pensé... que tal vez podría ir contigo por esta noche... o por estos días... o por estos meses...- Mizuki se llevó una mano atrás de la cabeza y desvió la mirada, como si ello hiciera más tratable el asunto.

-¡S-si serás...!- El sargento estaba a punto de gritar pero logró retenerse para terminar en un suspiro largo, áspero y profundo. –Supongo que no importa...- Esas palabras iban dirigidas más para sí mismo que para Mizuki.

El sargento se llevó una mano a la cabeza mientras trataba de recordar cómo había comenzado todo este sin sentido. Fue aquel día, el 14 de Marzo de hacía unos cinco años atrás cuando se reveló la aparición de criaturas mágicas y con estas aquellas seres de otra dimensión de los más diversos que les daban caza. A partir de ese día ya nada volvió a ser cotidiano o normal para ambos mundos. Este evento fue conocido como "El día 0", aunque aún se desconocen muchas cosas tras este.

Pesé a ser un evento histórico, Rogers había tratado de mantenerse al margen del mundo mágico. Para él, su vida era el trabajo y poco o nada iba cambiar aquel acontecimiento, el solo se centraría en lo que sabe hacer y dejaría a la sociedad el resto de labores. Nunca había estado tan equivocado.

-Y... ¿Qué tan lejos vives? - Las palabras de Mizuki interrumpieron los pensamientos del sargento.

-Ya casi vamos a llegar.

-¡Me dijiste eso hace 5 cuadras!- Reprochó cómicamente la chica mientras se cruzaba de brazos.

-¿Sí?... La verdad estoy acostumbrado a caminar largas distancias. Prefiero caminar a conducir, te ayuda a "absorber el ambiente".

-Pero... ¿No podrías decirme cuantas cuadras faltan para llegar? ¡Siento que he caminado toda la noche!- Mizuki bajo los brazos y la cabeza mientras seguía caminando.

-¿Qué no podías volar o algo así?

-Eh... claro que puedo, pero la magia no abunda en este mundo por lo que sería solo un desperdicio de poder. Además, mi asistente mágico llegará en estos próximos días, así que lo más lógico sería ahorrar mi magia todo lo posible- Mizuki levantó un dedo como si estuviese explicando algo sumamente importante.

-Una chica mágica sin magia es igual de útil que un auto sin gasolina- Replicó pícaramente Roger.

-¡Oye! ¡Eso fue bastante malo! - Rogers solo pudo soltar una pequeña carcajada ante la reacción de la chica. Al menos aquello le aliviaba un poco el estrés del día.

-Oh... como sea, hemos llegado...

-¡¿Ah?! ¡Realmente eres malo! ¡No creí que faltará tan poco para llegar!- recriminaba Mizuki mientras daba algunos golpecitos al desconcertado Rogers.

-Pero si te dije que faltaba poco...

Finalmente habían llegado. El sonido de la llave retirando todos los seguros de la puerta resonó por todo el apartamento brindándole una sensación acogedora a Rogers, cuando la puerta se abrió la luz pálida y amarillezca bañaba los pocos muebles del recinto. Entre ellos se encontraba un sofá, unas cortinas que tapaban completamente la ventana que daba a la calle, un televisor grande, una mesita de noche y unas cuantas plantas. Aunque la habitación no era tan grande, el que estuviera tan vacía la hacía ver enorme.

-Bueno, puedes echarte a dormir en el sofá...- Mencionó Rogers.

-No, no, no, no y ¡No!- Replicó Mizuki. -¡No soy un perro! Además quiero bañarme, estoy que apesto... ¡Y creo que sobre todo tú deberías bañarte!

-¡Dios!, sí que eres molesta. ¿Y Puedo saber que ropa vas a usar después de que te bañes?

-Bueno... Siempre puedo usar transform sobre algunas de tus prendas, ya sabes...- Mizuki cruzó los brazos mientras colocaba una expresión soberbia.

-¿Eh?...- La cara del Sargento se volvió a estremecer con el comentario.

Ciertamente el mundo no era como antes, si no fuera por la increíble capacidad de adaptación del celebro humano ante situaciones insólitas seguramente muchos se habrían sumido en la más profunda locura que es este nuevo mundo. Aunque para alguien tan acostumbrado a la rutina como Rogers aquello era un verdadero infierno.

Pero más insólito aún era que al final Mizuki logró que el sargento se durmiera en el sofá luego de una larga discusión. Allí, acurrucado como podía puesto que Rogers era más grande que el sofá, el sargento pensaba en lo sucedido en el día de hoy. Le gustaba realizar un repaso rápido al final de cada noche, aunque no era de los tipos que suelen escribir diarios.

Pensó sobre cómo fue llamado por el comandante de la policía para asignarle su nuevo puesto en la sección de "Delitos Mágicos", como le asignaron a su nueva acompañante y como ese mismo día en su primer trabajo de su nuevo puesto, una investigación del tráfico de magicalina, el mineral por el cual las criaturas mágicas pueden usar la magia en la tierra, ocurrió un accidente que involucró la aparición de un oso de peluche gigante que destruía a todo a su alrededor. Luego pensó en aquellos días donde perseguir a unos traficantes de drogas no era tan malo después de todo.

Y así, acomodado en ese incomodo sofá, entre lamentos, quejidos, dolores de espalda y sin darse cuenta, el ahora sargento Rogers se quedó dormido.

Tales from Saint's GeorgeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora