Según la teoría del Big Bang, el universo comenzó a existir en un sólo instante. Un cataclismo cósmico que fue creador de agujeros negros, enanas marrones, materia y materia oscura, energía y energía oscura. Creó galaxias completas, estrellas, lunas, soles, planetas y océanos. Es un concepto difícil de concebir, pues implica que existió un tiempo anterior al universo. Un tiempo anterior al tiempo.
Al principio no había nada. Luego apareció todo. En cierta manera, el Big Bang le recordaba a HP.
Desde su aparición, todos sus pensamientos y cavilaciones giraban en torno a su persona. Después de aquel turbio oleaje de penas abrumadoras, punzante soledad, silencio constante, blanco ingrato, lágrimas solitarias y despreciados sacrificios que lo habían acompañado desde que tenía memoria, o incluso quizá desde mucho antes, sentía la infeliz chispa de la ilusión regresar a su corazón, avasalladora, resistente al olvido, brindándole la infinita esperanza que lo mantenía inmortal.
HP se había convertido en una parte de él que anhelaba no necesitar. Por primera vez y como flor tardía, el amor único e ideal comenzaba a brotar de su alma.
Por eso, el amor fue sentido y no la sorpresa cuando al despertar se volvió a encontrar con aquella diminuta esfera de luz, manifestándose con soluble impaciencia sobre su regazo.
Víktor susurró cual caricia del viento, conmoviéndose como un arpa eólica cantando el embriagador arrullo de la primavera con interminable sentimiento—Volviste...
Cauto de no repetir la misma equivocación de la última vez y con cuidado de no rozar sus dedos con la saltarina nebulosa, Víktor quiso extender sus manos para rodear al lívido resplandor y atraerlo aún más a su cuerpo. Aunque no creyese que aquel muchacho de sonrisa sincera presentase peligro alguno, el espíritu no se dejó atrapar, pero tampoco hizo el amago de desaparecer.
En cambio, HP permaneció quieto frente a él durante unos instantes indefinidos, ausente, sin ningún ápice de movimiento. Todo hasta que, a bote pronto y en un rápido parpadeo, decidió escapar escaleras abajo. Todo su valor consistía en huir perseguido por aquellos ojos blancos que se fijaban en él con sorpresa.
Víktor perseguía de cerca a la estela de luz, mas se detuvo cuando esta cruzó la puerta del refugio que hacía de salida: algo le contuvo antes de poner un pie fuera de su hogar. Si ya había vencido su temor al exterior antes, ¿qué razón le hacía retenerle dentro del refugio? Ninguna, claro, pero eso no parecía una evidencia lo suficientemente sólida como para romper la barrera de sus miedos. Sin embargo, algo en la lejanía le hizo cambiar de opinión.
Siempre consideró vulgares las divisiones entre corpóreo e incorpóreo, tangible e intangible, material e inmaterial, sensible e insensible; es fácil notar que aquellas palabras no eran entre ellas enteramente sinónimas bajo ciertos aspectos, mas se las suele tomar como tales en cuanto expresan una especie de seres que tienen por propiedad característica esas formas bajo las cuales se ofrecen a nuestros sentidos.
A pesar de ello, jamás logró creer que algún día presenciaría tal unión entre sus significados, una transformación como la que se mostraba frente a sus ojos, tan completa como prodigiosa; HP, de fugaz espíritu que era, se encontró de repente en su ya avanzada metamorfosis de ente ideal a lívido humano, y no lo desilusionaba pizca la realidad que se iba descubriendo ante él.
La esfera de luz se desvanecía para dar paso a la figura de un muchacho similar a la suya, adquiriendo con rapidez todas las características físicas de las que gozaban los humanos, pues ya contaba con las correspondientes emociones.
Su cuerpo juvenil parecía una columna de ébano destinada a sostener aquella cabeza. Al moverse, los colores que guardaba su figura cambiaban de sitio, pasando de un lado a otro en las delicadas y jubilosas envolturas. Parecía que trataran de discriminar la ausencia de matices en la blanca opacidad del cuerpo de Víktor y no en el suyo, mas aquella no era de lejos su intención.
HP sonreía con cálido afecto en la mirada; sus labios carnosos formaban en sus mejillas aquellos atrayentes hoyuelos, tan amables y condescendientes que resisten a toda descripción. ¡Y qué decir de sus ojos, aquellos orbes de luz que parecían circundados por una aureola cenicienta, podrían compararse a dos diamantes ardiendo en llamas!
Infinidad de matices y pigmentos se reflejaban en ellos, como si fuesen decorados por un arcoíris continuo, llegando Víktor a la conclusión de que, sin temor a equivocarse, HP era la viva imagen de la esperanza.
Aquel pensamiento consumió en su totalidad cualquier rastro de miedo que albergase su cuerpo, esfumándose las sacrílegas dudas que desconcertaban su espíritu. Entonces, casi de puntillas, caminó hacia el vívido cuerpo de HP, que lo esperaba en el exterior del refugio.
Quiso tocar su figura para asegurarse de que lo que estaba presenciando era real y no el espejo de una cruel ilusión, pero le detuvo una purísima e invisible barrera de cristal que los mantenía separados. Permitía el paso a la nítida contemplación entre ambos muchachos, sí, pero denegaba el derecho al roce de sus manos, que era lo que más ansiaba.
Víktor pareció olvidar su timidez apenas colocó los dedos en el cristal, aislándose del mundo exterior, como si su mirada se concentrase interiormente y el tacto a través de la pantalla cristalina fuese un débil escape, un lejano eco de otra vida que clamaba dentro de él. Un reclamo que presentía el porvenir de una revolución, pues una de las fuerzas llamadas en su auxilio se desprende de inmediato.
Esta noble fuerza que se separa es heterogénea; el blanco mundo que la encierra no ha conocido hasta entonces su existencia, y su llamada solo ha servido para que se muestre y se desenvuelva. La fuerza se compone de la súbita veneración por la presencia de HP que, haciendo emerger sus más íntimos sentimientos, agitaba sus latidos de tal manera que pareciese que su corazón amenazaba con escapar de la prisión de su pecho.
Sentía como si fluyera una espiral de energía desde los pies a su cabeza, como si un invisible poder lo rodeara con minucia, tan corpóreo como el fuego que quema o la lanza que hiere. De hecho, aquella irrepetible sensación no era más que una mágica plática realizada en el etéreo lenguaje en el que se comunican las almas.
Así que, concediendo sus ruegos, HP movió su mano para situarla encima de la de Víktor, que descansaba unida al cristal. Al instante, un divino y extranjero resplandor que no cabía en los ojos humanos subió en simétrica armonía a solicitar la atención de Volkov, otorgándole un prodigio nunca visto en el espacio ni en la naturaleza.
Entonces, el tiempo se detuvo. Y Víktor desearía repetir en bucle aquel instante por el resto de su vida.
Su mundo blanco estaba adquiriendo color. Rayada la aurora, todo se bañaba en luz y en vivos colores, y los rutilantes y gloriosos rayos de sol horizontales doraban el aire y esmaltaban de púrpura y de líquida plata las ondas azules que liberaba el viento.
El suelo del valle y las laderas de los montes se desnudaron a toda prisa de sus blancas y espesas envolturas, que, convertidas en arroyos cristalinos y murmurantes, corrían por prados y regateras mientras dejaba en las malezas de sus orillas la carga de sus espumas. En las riberas, por su parte, estalla el verdor más esplendoroso que sus ojos le permitieron contemplar alguna vez.
Víktor guardaba lágrimas en sus ojos y vagaba aún en sus labios la pura sonrisa de niño; admirando la belleza del muchacho frente a él, que se destacaba espléndidamente a través de la limpidez del cristal, y aun conociendo de sobra la respuesta, no pudo menos que preguntar.
—¿Qué eres?
Se tomó unos segundos antes de contestar.
—HP—susurró con colorida voz de plata, aquella que le pareció a Víktor el auténtico epítome de la perfección—Horacio Pérez.
ESTÁS LEYENDO
໒ㅤ𝘣𝘭𝘢𝘯𝘤𝘰ㅤ 𓂃ㅤvolkacio.
Fanfiction⠀ ⠀ ⠀ La existencia de Víktor se limitaba a un triste y lóbre- go blanco. Horacio está dispuesto a compartirle todos sus colores. ⠀ ⠀ ⠀ ⠀ ⠀ ⠀ ⠀ ⠀ ⠀ ⠀ ⠀ ⠀ volkov & horac...