–¿Mamá? ¿Quién es ese señor?
Jolie metió la última bolsa de la compra en el maletero del coche antes de mirar.
–¿Qué hombre?
–Ése.
Siguió el dedo de Evan y entonces sintió que el corazón se le salía del pecho. Habría querido salir corriendo a refugiarse con su hijo en el interior de la tienda, pero era demasiado tarde. Él ya la había visto e iba directo hacia ella.
“¿Nada de lo que preocuparse?”
Darian Taggart era tan diferente a su hermano mayor como la noche del día. A los veintidós años había sido un joven de piel bronceada, cabello moreno y unos increíbles ojos azules. A los veintinueve, era… todo eso y más.
Jolie tragó saliva para aplacar las náuseas y le dio un empujoncito a Evan.
–Métete en el coche, cariño. Aquí hace mucho frío.
–Pero dime quién es el hombre que nos está saludando.
–Nadie –dijo abriendo la puerta del copiloto–. Vamos, mi amor, entra, no quiero que vuelvas a resfriarte –señaló el paquete que le había dado su mejor amiga, Hope Leoni Clay, y que estaba en el asiento–. Si quieres, puedes abrirlo ahora. Es un vídeojuego nuevo que me ha dado Hope para ti –el marido de Hope, Tristan Clay, diseñaba videojuegos, entre otras cosas. Su nueva empresa, CeeVid, acababa de abrir una oficina en Weaver–. Creo que me ha dicho que no saldrá al mercado hasta el año que viene.
Afortunadamente, Evan se lanzó sobre el paquete con verdadero entusiasmo. Le encantaba tener la primicia de disfrutar de juegos que eran populares incluso antes de comercializarse. A Jolie no le sorprendía la popularidad del producto porque parecía que todo lo que tocaba Tristan Clay se convertía en oro. Sin embargo, lo más valioso de aquel hombre era su poder para hacer que Hope fuera feliz.
Cerró la puerta del coche justo en el momento en que oyó acercarse unos pasos a su espalda. Respiró hondo y se volvió para encontrarse cara a cara con la luminosa sonrisa de Darian.
–Habría reconocido esos rizos rubios en cualquier parte –le dijo alegremente y, antes de que Jolie tuviese tiempo de adivinar sus intenciones, la agarró de la cintura y la levantó del suelo.
Al principio se quedó paralizada, pero enseguida lo agarró de los hombros.
–¡Suéltame!
La dejó en el suelo con una carcajada, pero el alivio de Jolie no duró mucho porque de pronto se acercó y la besó en los labios.
–Sigues tan dulce como te recordaba, Jolie Stewart.
Jolie no podía ni esbozar una palabra.
–¿Es que no tienes ni una sonrisa para un viejo amigo?
–¿Un viejo amigo? –repitió como un loro.
Darian sonrió, completamente ajeno a lo incómoda que se sentía aún entre sus brazos.
–Bueno, yo diría que lo pasamos muy bien, ¿no te parece? –entonces echó un vistazo al interior del coche–. Pero seguramente ahora seas toda una mujer casada, a juzgar por ese niño. ¿Quién es el afortunado?
–Yo –dijo una voz triste que los sorprendió a ambos–. Y os agradecería que dejarais de besuquearos en medio de la calle principal del pueblo.
Jolie miró boquiabierta a Drew, que había aparecido como por arte de magia y se dio cuenta cómo Darian apartaba los brazos de ella al tiempo que preguntaba atónito:
–¿Tú?
Era una pesadilla, pensó Jolie mientras todo empezaba a dar vueltas a su alrededor.
–Drew –susurró ella… y entonces todo se quedó negro.