La biblioteca de la mansión tiene justo lo que a veces necesito: silencio. Hay un libro siempre dispuesto a hacerme compañía; busco entre todos los lomos que dictan diferentes títulos. Uno de ellos no va con el resto, está ahí, pero no forma parte de las diferentes colecciones, en medio de las pastas duras y negras bien cuidadas. Este pequeño ejemplar es de un rojo intenso, forrado con tela. Lo recuerdo.
No hay título, pero su contenido... Me remota al pasado cuando lo tomo para hojearlo, ¿hace cuántos años fue? Quizá más de dos; apenas tendría unos días de llegar a la mansión siendo un niño cuando decido investigar cada habitación.
—¿Por qué mi padre tiene algo tan ridículo en su colección? —. Cuiroso por la particularidad del libro había terminado de leer una leyenda japonesa sobre la conexión "mágica" —. No tiene sentido.
Olvidé el contenido en ese entonces, no era relevante.
Conocí a Superboy cuando tenía trece años y él era un infante de apenas diez años. La relación no era precisamente amena, al inicio teníamos peleas frecuentes, nuestras personalidades eran demasiado opuestas que nos alejaban de un resultado satisfactorio, dentro de la poca comunicación y una falta total de la coordinación. Pero nuestros padres insistían en mantenernos juntos, como si la sincronía y camaradería se fuera a repetir en nuestra generación. Poco a poco, me vi en la necesidad de reconocer las habilidades de Jon. Su compañía dentro del patrullaje, lo fácil que era convencerlo para que me siguiera, aunque éramos niños todo se definía en quién de los dos podía ser más terco.
Los días siguieron, se acumularon hasta hacerse semanas, se formaron los meses y finalmente los años. Una sólida amistad se había creado; fue tan paulatino el cambio que no fui consciente de la influencia que ese niño había tenido sobre mí. Mientras entrenaba mi mente formulaba la siguiente estrategia donde Jon podía usar sus habilidades. La felicidad era frecuente, más nunca la volví obvia; mi madre había entrenado un asesino, algunas viejas costumbres no podían dejarse con facilidad. La máscara siempre puesta, me daba un toque al momento de relacionarme.
Me vi en la necesidad ese día de buscar refugio en un buen libro. Cuando llegue hasta la mesilla ya me esperaban algunas páginas expuestas. La leyenda que había olvidado: Una conexión duradera, inmutable, eterna... Pensé en Jon, en los momentos buenos, los golpes, las palabras hirientes; nuestra relación de desagrado subiendo poco a poco hasta llegar a ser... Mejores amigos.
Cierro el libro con violencia. Son historias ridículas, nadie se queda unido eternamente a otro ser, dos almas no están hechas para quererse pese a todo. El destino no se acomoda para que las cosas funcionen. Lo lanzó a un lado de la habitación furioso por todas las mentiras escritas a los ingenuos que viven en las fantasías de castillos en las nubes.
—¿Qué pasa contigo?
—¿Tú estabas leyendo eso, Drake?
—Sí, es un clásico cuento japones.
—Deberías tirar esa cosa.
Debo salir de ahí. Dejo a la pareja sola. Porque el clon de Superman parece siempre estar cerca de Drake, y él es un pésimo mentiroso, por eso sé que ese "compañero"es su adoración. Ambos se intercambian la mirada como si guardaran el más preciado secreto de todos los tiempos. Confían el uno en el otro, se preocupan, se cuidan, se animan a seguir; me detengo en seco. Quizá, pienso, quizá solo un poco pondría mi vida en las manos de Jon.
—¿Por qué estás tan enfadado, D?
—Cosas de adultos.
—Solo son tres años de diferencia. Lo sabes, ¿no? —. Hay un silencio en su habitación, solo perturbado por los sonidos de una tranquila noche de Kansas —. Bien. No me lo digas.
—¿Conoces la leyenda de El hilo rojo del destino?
—Hay una persona destinada para ti, ambos tienen un hilo que los une. Algo así, creo que escuche una vez.
—¿Y crees en ella? —. Desde cuando es tan difícil mirarlo a la cara. Toca mi hombro, sus ojos azules son hermosos. Y duele, me duele el pecho cuando su rostro se deforma en una mueca de preocupación.
—Sí. Mis padres son una muestra de que existe —. Me sonríe. No parece de noche con toda esa confianza que está irradiando por los poros preadolescentes, tiene doce años y yo, quince; pero no es importante ahora la brecha de nuestras edades, pues nuestros principios son insondables, por un momento quiero que me contagie de toda su inocencia y fe en un mito sin sentido. Respiro profundo. El historial amoroso en mi familia no es tan mágico, sino crudo y real —¿Por qué?
—Drake la estaba leyendo. Si cree en esas tonterías, probablemente baja su IQ.
—¡Oye! —. La discusión amigable comienza, como esperaba de Jon, cree fervientemente en un amor único e irrepetible; en la magia del destino. Pero no soy tan optimista y me veo sonriendo mientras me burlo a medias de su infantil idea; hay risas cuando sabemos que ninguno cederá. No hay manera.
Somos esto, amigos, compañeros. Vivimos en mundos diferentes y paralelos. Jon puede volar y salvarme si un día caigo de un edificio; puede romper un muro de hierro si me quedó atrapado, sin embargo, estoy seguro que en unos años será capaz de suaves caricias a alguna chica que le interese lo suficiente. Él será normal en alguna parte del día a su lado.
La ciudad se ve tranquila, en mi bolsillo yace una cuerda roja que Pennyworth ha quitado de un pastel, la tome para mí. Jon me invita a quedarme en su casa, cenamos y después de una película, a la cual no le he puesto atención, nos vamos a dormir. No he podido calmar mi mente y cerrar los ojos, sacó la ridícula cuerda, la pongo en su dedo meñique, el otro extremo en el mío. Amigos por siempre. Nunca me había dolido tanto una verdad como esa.
El hilo rojo del destino une a las almas gemelas, es tu compañía eterna, a través de los mundos, el tiempo... Sé que lo amo; cada parte de mí se calienta cuando me mira y sonríe, pero no puedo. Deshago el nudo de su lado. No puedo unirlo a mi futuro forjado con sangre, lleno de peligros, el estilo de vida frente a las cámaras, cenas elegantes, las sombras, la obscuridad. Todo eso es mío. Él es luz, es el sol. Él nunca sabrá cuánto lo amo, ni lo mucho que me ilumina, la esperanza que me brinda.
Cuando era niño leí sobre el hilo rojo del destino uniendo a dos personas, dos almas destinadas. Sólo era una historia ridícula, me lo repetiré hasta que lo crea. Así no pensaré en Jon unido a mí, aunque sostenga la mano de alguien más mientras camina.
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JonDami/DamiJon Week
FanfictionLa semana JonDami/DamiJon del fandom hispanohablante se celebra del 8 de agosto al 14 de agosto. Aquí se subiran las diferentes historias con las temáticas establecidas por las personas organizadoras de este gran evento. Sin más... quiero invitarles...