Primera vez/Citas

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Damian es la primera vez de todo en mi vida.

Tenerlo enfrente mientras lee, con las piernas sobre las mías parece una imagen irreal alejada de los años en los que no podíamos hablarnos sin soltar algún comentario hiriente. Sus ojos verdes se fijan en mí, son profundos, llenos de sinceridad y ternura en ese espacio privado. Me sostiene la mirada, cerrando el libro con cuidado. Es una de las pocas batallas que mantenemos entre nosotros, una lucha privada, un juego... entonces su celular suena. Ha perdido. Hace su sonido característico antes de tomar el aparato.

—Debo volver a la mansión.

—¿Tu padre te llama? —. No dice nada, ni siquiera asiente. Se acerca a besarme la mejilla. Es algo malo, su mente necesita concentrarse y por eso hace el mínimo contacto conmigo.

Él volverá abatido, se sentirá triste unos días; el ambiente será tenso, va a murmurar cosas que no comprendo. Es mejor nunca meterme en los asuntos de la familia Wayne, una lección dura de aprender. Adelantaré los trabajos universitarios, así le daré mi atención entera y voy a diluir poco a poco el mal sabor de boca que le deja volver a su vieja habitación llena de recuerdos.

La cena está lista. He esperado una semana, un mensaje ocasional y cortante es toda la respuesta a mi desesperación: "Volveré mañana"; comenzaba a asustarme que eso se acumulará demasiado. Pero está aquí, en mi sala con los ojos perdidos en algún punto de la pared, la imagen en la pantalla ha pasado a ser estática, ni siquiera lo ha notado. Damian se levanta antes de que pueda pedirle venir a la mesa. Silencio. Es peor que los murmullos o los gestos de molestia. Y quiero que me hable, que diga todo eso siente le oprime la garganta, sin embargo, solo está el sonido de los cubiertos contra los platos.

—¿Tendrás que volver a la mansión? —. Estamos en el postre y puedo verlo sonreír mientras degusta una nueva receta.

—Por ahora no, ¿puedo quedarme a dormir?

—Vivamos juntos —digo sin mirarlo a los ojos. Soy serio. Mis manos se deslizan por encima de la mesa para tomar una suya —. Es tiempo de que vivamos juntos. Somos pareja desde que entre a la universidad. Y tu trabajo en la empresa queda cerca de aquí. No veo el problema.

Sus labios se aprietan. Retira su mano.

—Debería terminar contigo —. Siempre he tenido super oído para leerlo, pero ahora está bloqueado por mis propios latidos que golpean fuerte en mi cerebro junto con sus palabras —, pero no lo haré. Simplemente, de forma egoísta quiero ser la primera persona con la que vivas.

Creo que no podía respirar hasta que termino la oración.

—Hey... D —. Mi dedo índice toca la punta de su nariz. Trato con el niño caprichoso y orgulloso de antaño —. Creo que tienes muchas de mis primeras veces. La primera cita, el primer beso, el primer baile, mi primer equipo... Y el primero en meterme en tantos problemas.

Le sonrío. Y pasa, sus ojos claros parecen iluminarse con todas las estrellas del universo, hay galaxias en ellos; solo puedo querer contemplarlos para siempre. Lo acercó hasta mí por encima de la mesa acunando sus mejillas. Ha madurado, siempre delante de mí por tres años. Sé que espera un beso, pero solo deseo un poco más de tiempo para verme reflejado, solo me mira a mí de esta manera. El contacto deseado se hace posible, bajando los párpados, sin embargo, nada ha quedado apagado, al contrario, todo se vuelve atemporal.

Lo guío a la cama, lleno de seguridad. Desvestir el cuerpo de Damian es un placer que degusto con lentitud, beso despacio las cicatrices, las registro con parsimonia, las cuento para asegurarme que no se ha agregado ninguna más. Está impaciente, pero me dejará hacer, porque le gusta. Sé demasiadas cosas de este hombre, crecimos juntos. Nuestra relación se ha fragmentado tantas veces que nos rendimos a la idea de formar una nueva, desde cero, cada vez que ocurría. Ese es el trato: Todo empieza de nuevo cuando sea el final. Recomenzamos.

Mi nombre sale de sus labios entre gemidos tenues. Ha pasado un tiempo desde que fui su primera vez y, desde que él fue mi primera vez. Pasamos de ser cristal a volvernos firmes e irrompibles de algún material desconocido. Soy tan suyo que la unión de nuestros cuerpos es la extensión de las palabras que nunca me dice; no en un idioma que pueda comprender. Aprendí a leerlo, aprendí un idioma que solo le pertenece a él. Los constantes fallos nos obligaron a varios cambios y adaptaciones, no me arrepiento de nada. Esto es lo que quería: a Damian tan frágil temblando en mis brazos.

—Tengamos una cita.

—¿Qué? —. Mira el reloj, pasa de medio día—. Es tarde para tus clases.

—Hoy me las saltaré.

—»tt« No quiero que me culpes después si no entiendes algo de tus materias.

Sonrió.

—Lo prometo.

Es una sorpresa la ropa casual que ha escogido para la ocasión, lo tomó en mis brazos en lo alto de nuestro edificio para volar hasta Metrópolis. Estamos bajo el árbol de la escuela que compartimos, es otoño y no tiene el follaje de aquella vez. Sin soltarlo, susurró Primer beso. Le sorprende que lo recuerde, recreo la escena en un beso tímido, pero mucho más experto. Nos movemos de nuevo al acuario. Ahora él habla: Primera cita. Y volvemos a volar, pero ahora no aterrizamos, sus pies están sobre los míos, en la frontera de ciudad Gótica con Metrópolis. Sus brazos sobre mis hombros, sus ojos fijos en los míos; lo sostengo de la cintura.

—Te amo —lo dice como ese día, previo a que yo comenzará los estudios superiores. Y Damian, tan inteligente como siempre, supiera que el tiempo para encontrarnos sería corto, breve.

—El primero, pero nunca el último.

—¿No vas a decirlo?

—¿Recuerdas lo que te dije ese día?

—»tt« "Por favor, espera a que anochezca", pero nunca entendí por qué y jamás me explicaste.

—Por la primera estrella. Así cada atardecer la buscarías y recordarías mis palabras.

—Eres un cursi, Kent.

Él siempre debe tener la razón, por eso no me deja decirlo, el sol comienza a ocultarse y son sus labios lo primero que tengo para probar esa noche. Volar, besarlo es volar; la sensación en el estómago y la libertad. No me arrepiento. La primera vez que Damian lloró con verdadera desesperación estaba en mis brazos, frustrado y cansado de la presión, tan humano. Yo me adueñe de su boca buscando consolarlo, porque se había roto; era tan hermoso que me pregunté, ¿cuántas de sus primeras veces era yo? Años después pude decirle esa pequeña espina clavada en mi mente, la respuesta fue de las mejores en mi vida.

Mi primer amigo, mi primer amor.

JonDami/DamiJon WeekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora