Música/Magia

1K 155 6
                                    

Damian estaba frustrado, sentado en el borde de mi cama, golpeaba el colchón con el puño, una y otra vez. Cuando abrió la boca libero un grito de pura frustración, me sorprendió, agradecí que mis padres no estarían unos días. Confiaban en mí a pesar de su preocupación por un adolescente solo.

—Dami... —. Me golpee la frente. Era el único que conocía la situación. Puse mi mano en su hombro, quiso apartarla de un manotazo; tomé su muñeca para atraerlo en un abrazo.

Sabía bien que el hechizo de Zatanna no era una venganza ante un comentario hiriente por parte de Damian; era una lección. Ellos dos se habían sumido en una discusión que derivo en temas de la vida privada de la hechicera haciendo que ni las miradas o palabras de reprimenda de Batman en la reunión detuvieran a su insolente Robin. Fue en ese momento que ella decidió susurrar algo en latín, o alguna lengua desconocida, mirando directamente a mi amigo. Se levantó disculpándose con el resto de los miembros para pasar a retirarse.

La reunión siguió con relativa normalidad, excepto que noté a Damian demasiado quieto mientras el resto hablaba, él no se callaba, intervenía cada vez que consideraba una situación de su nivel pese a la dificultad. Al dar por terminadas las asignaciones a todas las misiones todos comenzaron a salir de la sala. Cuando nos disponíamos a cruzar la puerta el grito de Batman me detuvo, mi amigo dio la vuelta y se acercó a su padre.

Lo espere paciente. Una vez en la soledad del pasillo, mientras le contaba los planes para esa noche... algo increíble sucedió al ser tomado de la muñeca, Damian se quitó la máscara, me miró fijamente y susurró: No escucho nada. Iba a gritar cuando cubrió mi boca, puso su dedo índice sobre sus labios para hacerme callar. Pensé que sin uno de los sentidos más esenciales para él no podía salir a patrullar, ni llevar a cabo las misiones.

Estábamos en problemas. Lo supe cuando quise pedir ayuda y él me amenazo gritando, probablemente de manera inconsciente.

La necedad de Wayne era bien conocida, así fue como él terminó herido; había tratadi de ayudarlo, pero no pude cubrir sus espaldas. Mientras Alfred ponía las vendas y su padre le daba una reprimenda llena de lecciones sobre los fracasos que no se podían permitir. Los ojos verdes estaban fijos en leer las palabras; apretaba el puño y la mandíbula. Entre a la habitación apresurado.

—Creo que necesitamos un descanso.

—Opino lo mismo que el joven Jonathan, amo Bruce. El amo Damian se ha esforzado suficiente y se lo ha ganado.

Alfred ayudó a que pudiera llevarme a Damian unos días a la granja, era bien conocido lo bien que nos llevábamos y la manera en que tenía para controlar su carácter. No era raro tener esa clase de reuniones: pijamadas o invitaciones a comer. Sin embargo, estaríamos solos. Estaba aliviado y preocupado en partes iguales, pues él estaba más irritable de lo normal; no había despegado los labios durante la cena, ni cuando le di las buenas noches. Y por la mañana parecía no haber dormido nada, su celular sonaba, ponía el altavoz y yo le traducía las preguntas que, Dick, su hermano mayor le decía; contestaba con monosílabos haciendo evidente su irritación. Aguante el interrogatorio sobre el humor por parte del mayor; trate de cortar en seco ese día. Entrenamos, no me excedí; ganándome un puñetazo en el ojo que me hizo retroceder. Esa noche una disculpa queda, suave y temerosa escapo de sus labios antes de darme la espalda en el piso.

Dami se removía en mis brazos, me golpeaba el pecho, se ocultaba el rostro. Se contenía en llorar, así como en muchas otras de sus emociones. Pasaron algunas horas.

—Quizá podría preguntar a Zatanna como romper el hechizo —dije cuando lo note menos tenso.

—¿Tienes su número, Superbaby? —dijo un poco rápido. Negué.

—No, pero... Podría decirle a mi papá.

—¡Ni se te ocurra! —. Su grito fue firme; pero era uno de los muchos exabruptos que tenía últimamente, con los años Damian solo gritaba cuando perdía del todo la paciencia.

—Vamos a dormir. Lo pensaremos mejor en la mañana —. Ofrecí mi mano con una sonrisa.

Por la madrugada sentí un peso detrás de mí, era Dami; estaba pegando su frente a mi espalda. Con cuidado di la vuelta para estar frente a frente, nos miramos fijamente a los ojos. Recordaba esa ocasión en la que íbamos en la espalda de Goliath, sonreí buscando su mano para tomarla. Éramos niños en ese entonces, ahora somos unos adolescentes. La mano de mi amigo bajo hasta mi muñeca, era curioso como prefería hacer eso antes que aferrarse como todo el mundo, pero él no era como los demás. Se pegó a mi cuerpo para dormir en un apacible calor, era otoño, estaba fresco y era una perfecta excusa para abrazarlo, acariciarlo susurrando que todo estaría bien, aunque él no pudiera escucharlo.

El despertador sonó para indicarme que era el momento de un nuevo día, debía ir a la escuela, aunque me sentía más cómodo envuelto en las cobijas como una crisálida, tenía buena compañía que olía a especias y mi jabón. Lo aparte con cuidado para hacer mi rutina. Puse la radio, cuando pasó una canción lenta yo ya había tomado una ducha y estaba vestido. Damian había despertado, tenía la punta de sus dedos sobre la bocina; los retiro apenas me vio.

Fue un impulso.

Lo tomé de la mano y puse la otra alrededor de su cintura; nos movíamos por la pequeña habitación. Le sonreía mientras dábamos pasos pequeños en una improvisación muy torpe de alguna especie de vals. Los ojos verdes no me miraban, parecían atentos a tratar de seguir un ritmo que no podía reproducir con su cuerpo porque no tenía manera de escucharlo. Hice que se detuviera, levanté su vista por la barbilla. Comencé a cantar el coro en ese momento, reanudando el movimiento:

I have died everyday, waiting for you

Darling, don't be afraid, I have loved you for a thousand years

I'll love you for a thousand more

And all along I believed, I would find you

Time has brought your heart to me, I have loved you for a thousand years

I'll love you for a thousand more

Seguí cantando, siendo yo quién guiaba sin dejar de repetir las palabras y sonreír. Damian comenzó a entender el ritmo, como siempre nos acoplamos para movernos. Junte nuestras frentes haciendo el compás más lento.

—Te amo, Dami...

Los ojos verdes se iluminaron, la separación fue brusca; creí que lo había asustado, pero entonces me miro con una sonrisa. Me beso, con apuro y emocionado, el contacto se sentía tan puro que lo disfrute cuando se alargó más de lo que permitía el momento de euforia.

—Dilo de nuevo —. Cerró los ojos.

—Te amo, Dami.

—Te amo, Jon. Oh... por... me puedo escuchar. Pon la canción de nuevo.

La busque después de apagar la radio, conecte mi celular a la bocina para volver a bailar; pero esta vez Dami escuchaba y sonreía relajado, con ilusión. Parecía otra persona. Y yo, dichoso le seguiría cantando.

Cuando aprendas a escuchar tu oído volverá a funcionar. Esa era la premisa del hechizo que Zatanna había puesto en Damian.

El primero al que debía escuchar era a Jon, cuyo amor se desbordaba en paciencia y detalles.

JonDami/DamiJon WeekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora