La campesina paró de andar parándose en la gran puerta de la sala, no estaba segura de sí quería entrar ahí pero no tenia otra opción. El rey la había llamado expresamente a ella, y no sabía para qué. Tiro nerviosa de su vestido empujando la puerta para después cerrarla tras de sí.
Era una gran sala con un trono de oro al final y junto al este había uno de plata, ahí se encontraba el rey, con su brillante y dorada corona, con un semblante serio, tanto que podría decir que Gaby estaba temblando, no sabía si era porque le daba miedo cagarla o por si le daba miedo él. Daba pasos lentos e inseguros hasta que se encontraba a unos metros de él. Para después darle una leve reverencia.
"Supongo que te estarás preguntando que estas haciendo aquí, Gabriela" Murmuraba aquel hombre calculador, mirandola por encima del hombro, con una semblante tan serio que podía ser indescifrable.
"Umm, si" Respondió esta incomoda e insegura, cruzando sus brazos nerviosa, como le faltases el respeto a alguien tan importante, te podía rebanar la cabeza en segundos.
"Se que tu y tu familia no está muy bien de dinero, este escasea en una familia tan grande como la tuya, y más si hay alguien gravemente enfermo" Empezó a decir este mirandola fijamente, haciéndola sentir incomoda.
Cuando la chica de antes la miraba de esa forma no parecía como si estuviera descifrando su rostro, solamente contemplandolo, todo lo contrario a este hombre tan calculador como el rey.
"Asique te propongo un trabajo, pagará a tu familia de tal manera que ninguna de tus hermanas ni tu madre volverán a trabajar nunca mas" Le ofreció el castaño esa oferta, sonriendo de forma de superioridad, sabía que no estaba en la posición de quejarse.
"¿Qué clase de trabajo?" Preguntaba Gaby de forma desconfiada, no le daba buena espina ese hombre, pero si lo que decía era cierto, valía la pena ese trabajo.
"El de todas las mujeres, ya sabes... Limpiar, cocinar, ir a comprar, ya sabes tareas de casa, vivirás aquí pero tienes todo el derecho de pedir días libres para salir o ver a tu familia." Terminó de explicar el de la corona, sonriente aun, apoyando su palma de su mano en su barbilla, contemplando desde arriba a aquella muchacha.
La morena estuvo unos segundos pensándolo para después asentir con su cabeza, no tenia otra opción mejor que esa, lamentablemente, aunque vivir en un palacio también tenía sus lujos, nunca faltaba de nada.
"Muy bien, empiezas mañana para que te de tiempo de despedirte hoy de tu familia, tendrás que ir a la lavandería, allí habrán chicas que te explicarán lo que tienes que hacer, te quiero mañana cuando empiece a salir el sol aquí, con todas tus pertenencias" Ordenaba el rey en un tono frio. "Puedes retirarte".
La campesina asintió sin decir nada, dio una última reverencia y con pasos más seguros se dirigía a la salida, abrió la gran puerta y la cerró, compartiendo una pequeña mirada con aquel hombre hecho de hielo.
Más o menos se sabía los pasillos para la salida de la entrada principal, debía volver en cuanto antes a su casa, su familia la esperaba.
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La morena entró en su pequeña vivienda, era demasiado pequeña para sus cuatro hermanos y su madre, nada más entrar sintió como sus pequeños le abrazaban levemente sus piernas.
"Gaby te hemos extrañado mucho" Decía Riley, era la mediana junto a Mikey, los dos eran gemelos exactamente iguales. Sólo se podía diferenciar porque uno era una chica y el otro un chico.
"Yo también a ustedes" Murmuraba ella sonriente, acariciandole la cabeza a cada uno con cariño. Gaby estaba acostumbrada a dar mucho cariño ya que vivía en una familia numerosa, lo cual era que te pidieran atención a todas horas.
Todo lo contrario a la princesa, siempre fue despegada de su tío, que era su familia más cercana, esta nunca quería cariño ni nada por el estilo, se había acostumbrado a no dar ni recibir por parte de nadie el llamado "cariño".
La de ojos cielo llevó a los dos pequeños al salón y allí se encontraban Mike y Liam. Mike era el hermano más pequeño de los cinco, mientras que Liam era el 2 mayor después de Gaby.
"¿Donde has estado?" Preguntó Liam cogiendo en brazos a Mike, sonriendo y haciendo muecas bastante graciosas a decir verdad.
"Ahora te cuento cuando estemos todos, ¿y mamá?" Preguntó la morena dejando a los dos niños en el sofá, estirazandose levemente haciendo crujir sus huesos.
"Aquí estoy cariño" Le dijo la madre apareciendo en el salón con algunas galletas echas por ella, los niños fueron corriendo hacia estas para darles bocados, sabían deliciosas. "¿Qué nos tienes que contar?" Preguntó su madre sonriendo, incluso estando enferma seguía sonriendo, era como un rayo de sol.
"He estado en el palacio, el rey me ha ofrecido trabajo, podre pagar todos los gastos, ¡Incluso tus medicinas mamá! Dijo está haciendo que todos se sorprendieran sobre todo su madre y su hermano. Que a estos le salieron unas lágrimas de felicidad y corriendo fueron a abrazar a Gaby.
"Cariño, eres nuestra salvación para escapar de esta miseria" Respondió la madre aun sonriendo con sus lágrimas cayendole por las mejillas, estaba muy feliz. Por fin iban a salir de esta, desde que se murió su marido todo iba de mal en peor, pero parecía que dios por fin le había dado una oportunidad.
Quien diría que Gaby podría ser la salvación también de Tears.
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La princesa cepillaba su largo cabello delante de su gran espejo, no tenia ni una gota de maquillaje, y estaba vestida con un vestido de seda de color rosa pálido que se le quedaba bastante bien a su cuerpo.
Sus ojos estaban fijos en la mirada que tenía delante del espejo, hace nada su tío le había presentado aun hombre que era como todos, un desgraciado. No sabia por qué demonios le tocaba a ella tener que vivir eso, no quería casarse con nadie y menos por el bien de un maldito Reino.
Su rostro reflejaba seriedad y enfado, le repugnaba todo eso, y lo que más le enfadaba era que dentro de unos meses cumpliría 18 años y su tío no tardaría nada en casarla con un cualquiera.
De solo pensar que un asqueroso hombre pudiera tocar su cuerpo a su antojo por una maldita celebración le hervía la sangre, ganas no le faltaban de matar a su tío. Pero sabía perfectamente que sus padres hubieran hecho lo mismo, por el buen del reino.
Dejo el cepillo de un lado suspirando cansada, sus emociones le invadían, rabia, tristeza, impotencia... Solía guardarselas para sí, que las mostrase solo le harían débil y vulnerable, ya que no cambiaría nada. Absolutamente nada.
Su puerta fue tocada varias veces haciendo que ella dejase a un lado todo frunciendo el ceño. ¿Que querían ahora? Solamente pedía un rato a solas.
"¿Sí?" Preguntó esta en un tono seco, chasqueando su lengua en ello.
"El rey me acaba de decir que quiere que mañana tiene una cita con él a las 11:30." Terminó de decir el guardia para después retirarse sin de decir nada, la princesa asintió para sí volviendo a mirar su reflejo.
No podía cambiar nada, asique seria fuerte, por ella misma. Lo que no sabía era que su solución estaba más cerca de lo que pensaba.