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Seokjin era un maldito idiota. El aventón que pidió a Jungkook fue apenas para irritarlo. Se había hecho alcanzar hasta la estación de tren cercana, que quedaba a ocho calles del trabajo, se despidió de Namjoon con un apretón de manos y a Jungkook le acarició la nuca sutilmente, causándole escalofrío, antes de susurrar que sueñe con él. 

Soñar con él, ¡ja! 

Para hacer tal cosa antes debería dormir y estaba tan despierto que mojaba. Con las rodillas enterradas en el colchón, el pecho estirado sobre la cama y las caderas apenas elevadas, Jungkook empujó y se clavó en su propia mano –la que estaba apresada bajo él—, una y otra vez. Al empujar en el espacio que su mano recreaba como canal, el culo le apretaba al punto de que las vibraciones del masajeador chocaban sobre su próstata y lo hacían jadear. 

Con el pene en la mano, resbaloso por su preseminal, Jungkook cerró los ojos y recordó lo que había presenciado en la sala de juntas; la boca de Min Yoongi envuelta en el miembro de Kim Seokjin, babeando a su alrededor y tragando el amargo sabor de su colega mientras este lo dominaba con apenas poco esfuerzo. Pensó en qué se sentiría hacerlo en un lugar así, donde pudieran verte, con alguien a quien evidentemente no soportas, pero te enciende. Se imaginó que sería justamente la rivalidad un aliciente para esa aventura.

De tanto visualizarlos, no fue extraño que su mente durante el subidón del placer lo haya traicionado volviéndolo parte de la fantasía. Y fue él el de los labios estirados, la boca llena de Seokjin. Y casi enseguida retornó al pasado, cuando Taehyung lo tomaba y lo movía a su capricho. Sus caderas se aceleraron, como azuzadas, y no pasó demasiado hasta que se corrió. 

Notó, respirando pesado, que aunque tuvo por fin su liberación no era suficiente. Mierda, los rastros del orgasmo solo traían deseo y anhelo de sentir el doble de placer. Y se dio la vuelta, todavía con el masajeador vibrando en su culo, y estiró la mano para moverlo en lo que los espasmos del orgasmo lo recorrían. Hipersensible, se removió hasta que sí, otra vez, sintió expulsar de su miembro liberación. Al diablo, tantos meses solo sin concretar en ligues tal vez estuvieran haciendo mella en su resolución de no salir con nadie. Porque justo ahora, mientras se dejaba caer sobre las almohadas, aletargado, pegajoso, consideró en aceptar salir con Mingyu, del trabajo, para no tener que masturbarse hasta que le duela el brazo.

Por no decir que, si estaba físicamente en contacto con alguien, su mente sería menos propensa a llevarlo a pensar en los recuerdos de los amantes de oficina o, dios lo libre, en su ex, Kim Taehyung. Porque pensar en sus jefes era incorrecto a varios niveles; pero pensar en Taehyung, el Kim que le había roto el corazón al dejarlo plantado en la estación hace siete meses cuando se mudó, era lamentable. Era una memoria patética de sí mismo sin notar las señales de que su relación estaba en crisis hasta que Taehyung le envió un mensaje diciéndole que no lo esperara y deseándole suerte. 

Namjoon, el único Kim que le agrada, tenía razón. Debía salir y conocer personas. Y fue su amigo quien le había sugerido que aceptara una salida con Mingyu, que era un buen tipo. De todos modos, Mingyu, como él, solo quería un acostón. Pero se contuvo y rindiéndose a la nostalgia por su ex, tuvo otro orgasmo triste que por poco lo hace llorar.

Al día siguiente, increíblemente, estaba de mejor humor. Llegó temprano al trabajo –le tocaba cubrir horas extras— y se encontró con que le gustaba el silencio del lugar. Los anaqueles divisorios nunca proporcionaban privacidad y aunque se había divertido al principio al escuchar conversaciones ajenas luego se arrepintió de compartir el espacio cuando estas lo tenían de protagonista. Allí empezó a odiar no tener una oficina propia.

Lo único que opacaba su ánimo era que la ley 24.5451 estaba siendo motivo de debates en los medios y todos parecían coincidir en que había que manifestarse para hacerse oír ya sin siquiera ser parte del sector exportador. La gente, agotada del abuso del gobierno y del robo a sus bolsillos, salía a la calle a quejarse, a pintar grafitis, a manifestar su incomodidad. En su camino, había tardado dos horas más de lo acostumbrado por tener que esperar a que le den paso y porque estuvo conversando con algunas personas. Simplemente, era complicado y la impotencia se contagiaba.

Do I attract you? [JinKook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora