Final

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Dos días después, se envió un mensajero hacia Ciudad Imperial con todos los informes sobre lo sucedido, con las declaraciones de los imputados y los testigos. La contestación del Emperador no se hizo esperar y pasaron menos de dos semanas hasta que llegó el mensajero con la respuesta: no podía haber perdón para los traidores. En una misiva aparte, el heredero al trono y padre de Krystal le hacía saber al Gobernador que tomaría como un favor personal que la vida de su hija fuera respetada, pues a pesar de todo seguía siendo una princesa y sangre de su sangre.

Kai sonrió cuando leyó el edicto que aprobaba su divorcio de la princesa, considerando el hecho que había enviado a un asesino para que acabase con su vida como un motivo de peso para concedérselo.

Era libre, por fin. Kyungsoo y él podrían casarse.

La sonrisa murió en sus labios cuando recordó a Yifan. La traición de Krystal era menos dolorosa por lo esperada que había sido, pero que su senescal, un guerrero con el que había luchado codo con codo durante tanto tiempo hubiese intentado asesinarlo... esa la tenía clavada en el corazón.

Caminó por palacio hasta llegar a los aposentos de la princesa. Dejando de lado la gravedad del asunto, se moría de ganas de ver su cara cuando le dijese lo que la esperaba. Saltaría como una harpía. No le extrañaría que intentase matarlo con sus propias manos. Iba a ser muy divertido.

Entró sin anunciarse ni llamar a la puerta. Krystal  estaba sentada en un butacón al lado del ventanal por el que entraba la suave brisa matutina, leyendo un libro. Alzó la mirada cuando oyó el ruido de lapuerta al cerrarse y cuando vio que era él, su mirada se endureció.

—¿Cuándo piensas dejarme salir de aquí?—preguntó con voz airada.

—Pronto, querida—contestó Kai haciendo énfasis en el sarcasmo de llamarla querida—. En realidad, vengo a anunciarte que dentro de dos
días iniciarás un viaje muy interesante.

Krystal se levantó, la esperanza pintada en su rostro.

—¡Lo sabía! Mi padre quiere que regrese a Capital Imperial—exclamó triunfante.

—Todo lo contrario, Krystal. Tu imperial padre me ha dado carta blanca para castigarte como a mí me parezca oportuno.

Krystal palideció.

—No me lo creo.

Kai se rio entre dientes disfrutando con la situación, pero controló el entusiasmo que sentía ante lo que se avecinaba. Sacó la misiva que había llegado hacía sólo un rato y se la mostró. Cuando Krystal hizo ademán de cogerla, él la quitó de su alcance, chistando con la lengua.

—Las manos quietas, Krystal. Te permito leerla aunque no tengo por qué hacerlo, pero ni en broma voy a dejar que pongas tus manos en ella. Este papel rubricado por tu padre se convertirá en el escudo que protegerá mi espalda si el querido heredero imperial decide olvidar que no se opuso a tu castigo.

Krystal lo miró con furia, pero asintió con la cabeza.

A medida que iba leyendo, su rostro se iba volviendo más y más pálido. Al fin, se dejó caer en el butacón completamente vencida. Estaba en
manos de la misericordia de Kai, y temía que no iba a ser mucha la que le otorgase después del infierno en que había convertido su vida desde el mismo día de su matrimonio.

—¿Qué vas a hacer conmigo?—preguntó, manteniendo el mentón alzado y aparentando una confianza que no sentía.

—Ya te lo advertí el mismo día que conociste a Kyungsoo. Podría haber perdonado tu traición y haber sido indulgente, pero lo azotaste en cuanto tuviste la oportunidad, y todo porque yo había demostrado un interés especial en él.

El esclavo Kyungsoo || KaisooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora