Un beso a escondidas

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Sus ojos se desviaron sin su consentimiento una vez más y Lan WangJi volvió a caer en la estúpida tentación de mirarlo. Nuevamente experimentaba la sensación de quedar desprovisto de toda voluntad, mientras permanecía cautivo de su etérea belleza.

 Cada vez que Wei WuXian lo miraba de vuelta, tenía que sujetar fuerte su corazón.

 No era fácil contener las ansias de mantenerse unos momentos más, simplemente contemplándolo como si nada más importara, pero no podía soportar la intensidad de su mirada. La profundidad de sus ojos oscuros se transformaba en ardientes saetas que consumían todo a su paso y sin compasión. Esa mirada lo hacía estremecer. Aunque, a decir verdad, cada pequeña y sutil expresión tenía un efecto similar en él. Era aún peor cuando el joven dibujaba una amplia sonrisa de improviso, haciéndole difícil pensar en nada más.

 En su interior todo era desorden, todo se volvía un caos profundo, un descontrol incapaz de dominar. Estaba descendiendo suave, pero firmemente, a la locura por su causa.

 Podría haber intentado ignorarlo todo si fuera una simple atracción del cuerpo, un capricho de sus ojos o desatino de sus sentidos embriagados, pero algo muy dentro suyo tiraba hacia él como un imán. Como si algo intangible en su interior hubiera despertado y consintiera doblegarse solo por el sonido de su voz.

 «Incoherente», balbuceaba la diminuta hebra de consciencia, cada vez más sofocada. Sentía que, con cada mirada compartida, disminuía el control que tenía sobre sus acciones. Un día solo perdería la habilidad de contener todos los violentos impulsos que el joven desataba en él y aquello se convertiría en su ruina absoluta, o quizás se convertiría en el día más glorioso de su vida, aún no tenía la certeza.

 Con su cordura diezmada retrocedió prudentemente, tan solo para ser sometido, en el mismo momento, por su nombre siendo llamado de forma entusiasta. Las cuerdas en su corazón se tensaron a un límite casi insoportable. Todo su ser se estremeció violentamente y debió suprimir sus intensos deseos de escapar.

 Si supiera aquella persona lo que generaba en él, en su piel, en su cuerpo, con unas simples palabras, ¿qué diría? ¿qué tipo de expresión pondría? ¿lo odiaría? Se guardó sus inquietudes. Las escondió en lo más recóndito de sus pensamientos y levantó la vista hasta conectar sus ojos una vez más. Suspiró profundamente en su interior, porque no se atrevía a mirarlo demasiado. Si lo hacía, temía, en algún momento sus ojos terminarían por exponerlo.

 Quiso ofrecerle una sonrisa que lo hiciera ver menos incómodo. Quiso preguntarle qué deseaba o para qué lo llamaba, pero tenía las cuerdas vocales apretadas en un tenso nudo y solo podía observarlo impotente, sin expresión y con una frialdad instintiva, que ocultaba todo su desequilibrio mental.

  Los ojos de aquella persona destellaron brevemente con un deje de deleite y diversión en la mirada, como si supiera que aquel silencio suyo escondía en realidad un corazón en frenesí. Luego de pronunciar su nombre, simplemente se aproximó, pero de una manera tan íntima que su cercanía le produjo una severa y turbulenta intranquilidad, haciéndolo retroceder de forma espontánea. Por dentro estaba temblando incontrolablemente.

  Para su desconcierto, el muchacho no se detuvo siquiera un instante en su acercamiento y tampoco dijo nada en absoluto, aunque Lan WangJi era consciente de que estaba siendo presionado a retroceder lenta y gradualmente, solo a causa de su maliciosa diversión. Cuando pudo reaccionar, se dio cuenta que ya estaba en un rincón oscuro y ligeramente apartado.

  Apenas podía ver sus facciones con claridad, pero sus nervios lo tenían tan tenso que cada movimiento era perfectamente percibido por él. Sin embargo, las nubes habían cubierto por completo la luna, y la oscuridad en un parpadeo se volvió más cruda, envolviéndolos en penumbras, casi como si los cielos estuvieran intentando concederles algo de privacidad.

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