EPÍLOGO

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El sol que me recibe desde bien temprano colandose entre los barrotes del ventanal crea mi sombra tras de mí, desde la que emerge una figura similar, la cuál se acerca a mi y me sonríe, ruedo los ojos ante su ocurrencia y vuelvo la vista al frente. Observo más allá del vidrio, más allá del lejano bosque, más allá de las copas de los árboles; allá donde los colores explotan, se mezclan entre sí y pierden su intensidad con el pasar del tiempo, minutos después la oscuridad nos acompaña y con ella el frío de la noche.

Inspiro, tomo una respiración profunda con ambos ojos cerrados y suspiro, es la hora, todo comienza desde este momento y lo sabemos. Otra de las figuras se acerca y posa su mano sobre mi hombro, apoyando la situación, inclino la cabeza hacia ella, rozando con mi mejilla el dorso de su extremidad y vuelvo la vista a mi otro lado, observandole de reojo. Ella me sonríe y asiente antes de marcharse, captando el mensaje.

-Estrella- me separo unos centímetros y giro sobre mis talones, enfrentándola. Los largos mechones de cabello negro caen sobre sus hombros, ondulandose en los extremos. Ella frunce el ceño, sus pobladas cejas juntandose con esa pequeña acción, confusa -nos mudamos- murmuro de repente, dejándola aún más confundida. Prefiero la sinceridad después de todo -esta noche, más bien, ahora mismo- la sorpresa que expresan sus facciones me hacen tragar saliva

Sus marrones ojos buscan los míos, pero aparto la mirada rápidamente, no mostrandome débil -¿qué dices, Luna?- pregunta en un susurro, las comisuras de sus labios se elevan, formando una pequeña sonrisa -eres imbécil- ríe -conmigo no te funcionan las actuaciones-

Niego con la cabeza y pido ayuda -Sol- la llamo, esperando pacientemente su llegada. Mi otra hermana aparece en segundos -díselo-

-No mudamos, Estrella, nos vamos, de verdad, para siempre- y con eso nuestra hermana nos deja atrás, tras minutos de completo silencio ante su impresión, y desaparece escaleras abajo, escuchamos sus pasos acelerados, y la puerta de entrada cerrarse de un portazo. Cierro los ojos y ambas clavamos la vista en el pequeño bosque, viendo como la menor de las tres corre mientras grita desconsoladamente, en dirección al pueblo.

Las constelaciones de AdharaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora