CAPITULO 2

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En la actualidad...

El espacio se divide en tres, el final de la blanca habitación repleto de hojas de papel, antiguos periódicos, revistas, documentos en blanco, cartas... Las estanterías de la izquierda, con todo tipo de ordenadores y aparatos electrónicos y la pared de la izquierda, casi al completo cubierta de sillas de madera amontonadas. Cinco años atrás solía ser una bonita habitación matrimonial, hoy en día tan sólo es un trastero abandonado. Circunspecto el terreno por última vez, respiro hondo e ignoro los sentimientos que crecen en mi antes de comenzar a recoger y amoldar el sitio para lo que se viene. Saco todas las sillas al pasillo, formando una enorme nube de polvo que me provoca la tos durante algunos largos segundos, de una en una, de dos en dos, incluso de tres en tres, soportando el peso de la madera vieja. Me dirijo al fondo, recogiendo hasta el último trozo de papel arrugado y lo meto en cajas de cartón las cuales llevo al desván. Haciendo caso omiso a las escrituras que mi vista alcanza a ver, amontono todo en la última caja y la llevo con las otras. Paso el polvo por el escritorio de madera barnizada y por la estantería, recojo un par de ordenadores y los poso sobre este, compruebo su utilidad y por último acomodo cinco sillas frente al mueble. Una vez acabado termino de subir las sillas restantes y las dejo de cualquier manera sobre las tablas de madera, junto a las cajas de cartón. Sacudo las manos con un par de palmadas, y me encamino por las estrechas escaleras hacia la planta de abajo, visualizo a Sol frente a la puerta, confusa y nostálgica me regala una mirada.

-voy a buscarla- digo antes de encaminarme por el largo pasillo hacia las escaleras de caracol que llevan a la primera planta. Sol necesita tiempo y eso es lo que le daré, aunque no sea suficiente, al menos el que se merece.

Llego al último escalón de mármol, y me mantengo ahí, cierro los ojos y suspiro. Cojo fuerzas y comienzo el trote hacia la puerta principal, abro de par en par el gran portón y lo cierro de un portazo antes de salir corriendo por el bosque. Sé donde está mas aminoro el paso queriendo atrasar el momento. Dejo árbol tras árbol atrás y vuelvo a correr, suspirando y sintiendo el peso de lo ocurrido sobre mis hombros. Unos diez minutos después, rodeando algunas que otras casas adosadas, visualizo el pueblo a lo lejos, casitas blancas y marrones, oscuras y claras, antiguas y modernas.

Con la respiración pesada y el corazón a mil, apoyo las palmas sobre las rodillas, absorbiendo un mínimo de oxígeno. Me enderezo y bajo la leve colina de tierra y hojas, traspaso el arco de madera que da la bienvenida al pueblo y corro con más fuerzas entre las estrechas calles desoladas. Cinco avenidas después, me detengo frente a una de las más antiguas y destrozadas mansiones. De las pocas que aún se conservan en el pueblo y la única que conozco el interior. Subo tres de los cuatro escalones, escuchando el crujido bajo mis pies y la puerta se abre frente a mí, el rostro de Estrella me recibe, repleto de lágrimas que recorren sus mejillas. Tras ella se encuentra Adrián, con el rostro descompuesto.

Alterno los ojos de uno a otro, los marrones de mi hermana, que me estrujan el corazón con una sola mirada; los negros de Adrián, que me traspasa asta el más mínimo sentimiento. Le miro, me mira, frunce el ceño, posando sus gruesas y esperas cejas oscuras sobre los grandes ojos que me miran. Se muerde los finos labios con rabia y dolor y revuelve su castaño y largo pelo.

-lo siento- le susurro con el corazón en la mano, pero él niega, sin aceptar mis disculpas, rompiéndo mi interior en un instante -Estrella- llamo a mi hermana -tenemos que irnos- me trago el nudo que ha crecido en mi garganta y ella llora con mayor fuerza, sollozando en los brazos de Adrián -vamos- insisto queriendo dejar el triste momento atrás

Ella niega con la cabeza y se zafa de mi agarre cuando rodeo su muñeca con mi mano. Solloza con intensidad en el pecho del chico, él acaricia su espalda con suavidad, en un intento por tranquilizarla -no quiero irme- llora y la descomposición del rostro de Adrián se vuelve mayor -vete tú, Luna, vete tu sola a donde quieras ir- grita con tristeza, sin apartar al chico

Las constelaciones de AdharaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora