Al día siguiente, muy temprano, todos estaban listo para partir. Como el trayecto les tomaría varias horas , debían emprenderlo lo antes posible.
—¿Salimos?—preguntó Lyna.
—Sí, solo falta convencer al Señor Pato, que está rebelde—respondió Melina.
El animalito no paraba de moverse y se escapaba cada vez que lo ponían dentro de la carretilla.
Lyna suspiró, volvió a entrar en la casa y regreso al almohadón preferido del pato. Lo puso dentro de la carretilla, sento en el a la abuela y así logró que la mascota aceptara emprender viaje.
El recorrido les resultó eterno. Anduvieron por las calles de Tembleque y luego caminaron por el borde de una ruta muy larga hasta que llegaron al bosque.
Entre los árboles se abría un camino más pequeño que estaba cerrado por un viejo vallado. Había carteles de alerta por todos lados, para que nadie se atreviera a pasar por ahí.
El sendero había estado en desuso por tanto tiempo que era casi imposible distinguirlo.
Estaba completamente invadido por plantas, pastos muy altos y ramas de árboles caídas. Cualquiera podía perderse con facilidad si no conocía bien el terreno; aun así, decidieron atravesarlo.
El recorrido era largo y se desviaron varías veces. Se sentían cansados y hambrientos.
—¡Por favor! ¿Podemos comer? Incluso estaría dispuesta a devorar una de mis tartas de manzana con el hambre que tengo—rogó Rita.
Pararon y almorzaron rápido para retomar el viaje lo antes posible.
El bosque era muy oscuro, todos agradecían no haber ido de noche. Si bien el sol brillaba intensamente, los rayos de luz apenas atravesaban el espeso follaje. Además, los árboles eran tan altos, que no se distinguía dónde terminaban. Todo el paisaje resultaba un poco tenebroso...
—Miren eso—dijo Melina luego de varias horas de caminata, señalando las ruinas de una casa enorme y antigua al final del camino.
—¡La encontramos!—exclamó Lyna, exhausta.
Un rato más tarde, los cuatro llegaron hasta la puerta.
Desde afuera parecía abandonada. La madera con la que había sido construida estaba gastada y corroída, el techo había agujeros enormes, y las plantas que habían crecido con los años se asomaban entre los tablones.
—Creo que no hay nadie—dijo Lyna en voz baja—. Pero no podemos estar seguros, así que vallamos con cuidado y despacio.
—M'hijitas, ¿me puedo quedar afuera?—preguntó la abuela, casi en un susurro—. No me gusta para nada este lugar y temo por la seguridad de mi pañal si algo ahí adentro llega a asustarme.
—No te vamos a dejar afuera—le respondió Melina.
Tomaron a la anciana y al pato en brazos e inspeccionaron la casa, para buscar la manera mas fácil de ingresar. La vieja puerta de madera produciría un gran chirrido, y lo que menos querían era llamar la atención, así que eligieron entrar por una ventana sin vidrios.
Lyna saltó primero. Melina le pasó al pato y a su abuela, y entró.
—Ahora, con cuidado, busquen cualquier cosa que pueda ayudarnos a saber cómo vencerla—susurró Lyna.
—¿Nos separamos?—preguntó Melina.
—Ah, no, Melinita—protestó Rita—. Vamos todas juntas, que es más seguro. A mí no me dejan sola ni en sueños.
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Una familia anormal *El misterio de la hechicera*
AdventureEn el pueblo de Tembleque hay un festival con disfraces, juegos, puestos de comida ¡Y mucha diversión! Lyna, Meli, la abuela Rita y el Señor Pato disfrutan de todas las curiosidades de la feria hasta que entran en una misteriosa tienda y la abuela p...