SCAR. Capítulo I

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Eran las seis y media de la mañana en Newport, Gales, y el reloj despertador de Vante sonó, como todos los días que tenía que ir a trabajar.

Lo apagó y, desperezándose, encendió su lamparita de noche. Al momento, la estancia quedó bañada por una luz tenue pero hermosa. La pared roja, donde estaba ubicado el cabecero de su hermosa cama con dosel, lucía más oscura debido a la luz. Las otras tres paredes, blancas, lucían grandes cuadros de fotografías que él mismo había hecho.

Se dirigió a su armario, cogió ropa y se dirigió al cuarto de baño. Allí se dio una pequeña ducha, luego se vistió, desayunó y, mientras se tomaba su café de un termo, se preparaba mentalmente para su rutina diaria de maquillaje.

No es que maquillarse supusiera un esfuerzo mental para él, pero suponía recordar cosas que no quería, como todos los días que debía hacerlo.
Se dirigió a su tocador y abrió la pequeña "puerta" que decoraba la superficie sobre la mesa y reveló el único espejo de la casa. Se miró y, como todas las mañanas, un flashback sobre lo ocurrido aquella noche que cambió su vida para siempre vino a él.

Tomó un trago de café y encendió las luces, mirando su rostro con detenimiento. El tiempo había surtido el efecto que le dijo el cirujano estético y ya no tenía el lado izquierdo deformado, su labio volvía a ser el mismo, la forma de su ojo también, la pequeña cicatriz que tenía a un lado de su ojo era algo con lo que podía vivir, el hecho de no tener apenas ceja era algo que podía solucionar. Pero su mejilla... tocó su mejilla y casi volvió a sentir el frío del metal atravesar su piel. Se secó las lágrimas y comenzó su rutina.

Primero el tónico, el sérum reafirmante, el sérum para las cicatrices y el sérum hidratante. Luego se echó su crema reafirmante, su crema de rosa de mosqueta en la cicatriz y, para finalizar, la crema hidratante.
En sólo aquel paso tardó cerca de cuarenta y cinco minutos, pues tenía que esperar a que una crema secara para echar la siguiente. Cuando hubo terminado con las cremas, echó una capa de corrector de cicatrices sobre su marca y luego se aplicó su base. Tras la base se aplicó corrector sobre las ojeras y sobre las cicatrices.

Con un suspiro, se acercó un poco al espejo y comenzó a dar forma a su ceja derecha y dibujó su ceja izquierda. Cuando terminó, se miró al espejo y vio a aquel muchacho que solía ser antes del accidente.

Se echó una sombra de ojos muy suave, se delineó los ojos y se aplicó algo de bálsamo labial sabor fresa.

Cuando terminó el maquillaje, cogió un tapabocas y lo metió en su bolso.

Rebuscó en su bolso y comprobó que tuviera su pequeño kit de supervivencia de Charlotte Tilbury para retocarse el maquillaje. Fue a su caja fuerte, la abrió y cogió su cámara de fotos profesional.

La metió en su bolso y salió rumbo a su coche.

- ¡Hola!- le dijo su vecina.

- ¡Hola!

- ¿Cómo estás?

Vante sonrió con amabilidad. Sabía que su vecina estaba un poco colada por él. ¿El problema? Ella era una adolescente y él homosexual que rehuía de las relaciones con todas las personas.

- Muy bien, ¿Cómo van tus exámenes de secundaria?

- ¡Muy bien!

- Celebro oír eso. Estudia mucho y serás una adulta responsable.

Tras aquella frase, dejó a la joven en el portal y él entró en su coche. Como todos los días, aparcó en su plaza de aparcamiento y abrió su estudio de fotografía.

Mientras tanto, en una zona no muy apartada de allí, el despertador de un joven modelo emergente, musculoso, apuesto y pelo negro sonaba sin parar, pero parecía que el chico no estaba muy dispuesto a apagarlo.

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