Bellial caminó con pasos ligeros, intentando no hacer ningún tipo de ruido, pero su respiración agitada lo delataba, sentía que era lo último que haría, todavía quería sostenerse de las pocas esperanzas que tenía de salir de aquella situación tan engorrosa y delicada, después de todo, su vida estaba pendiendo de un hilo y de cuánto pudiera permanecer en calma antes de salir corriendo, gritando y llorando.
Entre tantos pensamientos caóticos relacionados con morir convertido en cenizas o aplastado como una pobre hormiga, por su mente pasó algo que lo hizo reaccionar y recordar en dónde estaba parado, comenzaba a hacer calor y no era una leve subida de temperatura, se sintió asfixiado, como si hubiera vuelto al calor sofocante de verano en Zured, aquel reino que intentaba dejar en el olvido.
Calor, demasiado calor...
Y antes de abrir la puerta que lo llevaría a la ansiada libertad, detrás de él se escuchó el reverbero de un corto gruñido hecho a propósito para que diera la vuelta.
La bestia ancestral le miraba, divirtiéndose ante la escena que estaba presenciando, esperando a que el pequeño humano por fin se decidiera a verlo.
El humano tomó valor, a pesar del miedo que recorría su cuerpo y helaba su alma, decidió dar un vistazo, el poco sudor que caía de su frente era frío. Bellial esperaba tener una muerte rápida o al menos sin tanto dolor.
El pánico era tal que, incluso quería vomitar, no importaba que estuviera ante semejante ancestro. Las ganas de esconderse en la tierra y no salir de ahí se incrementaron.
Repasó varias veces su pequeño discurso, si iba a morir, al menos lo haría con una justificación bien dicha.
Gran dragón disculpa por entrar a tu casa, pero ni yo sé cómo terminé con usted, bueno, si sé, pero omitamos esa parte. Oh gran Sol, por favor, ya elimíname sin sentir sufrimiento en vista de que tus rayos no me han iluminado lo suficiente.
Cuando por fin decidió abrir los ojos y enfrentar su destino, se encontró con los ojos dorados del dragón, una mirada tan profunda, que hurgaba hasta lo más hondo, se sentía tan desprotegido en cuerpo y alma, penetraba en su ser sin ninguna consideración.
—S-señor dragón... —La voz del joven temblaba como su cuerpo, pero cierto era que no había llegado para robar, tampoco para lastimar al dragón, había sido llevado por error a la morada de la bestia, ¡por la misma bestia! Era inocente.
—Un simple humano, pequeño...
Arrojó humo de su nariz hacia la dirección de Bellial, este tuvo que mover sus manos para esparcir el humo que lo cubría y le impedía respirar bien, lo cual divertía más al dragón que quería seguir molestando al que veía como un pequeño ratón acorralado.
—¿Qué viene a hacer un mortal en mi morada? —La voz resonó en todo el lugar haciendo eco, una voz bastante profunda, no era desagradable de oír, con un ligero tono de burla en sus palabras, no estaba de malas ni mucho menos quería matar al humano, únicamente quería molestarlo un poco. ¿Hasta dónde más podía soportar?
Bellial terminó por arrodillarse en el suelo, queriendo enterrarse, así podría demostrar su buena voluntad. De inmediato, el dragón se sintió mal por verlo así, tampoco era su intención que hiciera eso, su corazón punzó de dolor, no era tan cruel como para divertirse por esas acciones de sumisión.
El dragón se acomodó mejor para alejarse del joven y no asustarlo, Bellial tembló más por tan repentino movimiento, esto resultó en que el dragón se quisiera dar de golpes por haberlo asustado peor.
—No era mi intención molestarle, ni siquiera planeaba robar nada de su tesoro... ¡Lo juro! —Tenía náuseas, quería vomitar desde hace un buen rato, al igual que llorar, sus ojos comenzaban a arder, llenándose de lágrimas que no llegaron a caer.
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El rey exiliado y el dragón celestial (BL) Capítulos de lectura gratuita
FantasyDisponible en formato físico por medio de Amazon, editado y corregido. El rey exiliado y el dragón celestial. ¿Qué es la muerte? Para Bellial, es el anhelado descanso tras años de sufrimiento. Cada día que pasa, su maldito cuerpo se marchita un poc...