Maldición

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Abrió los ojos, se había quedado dormido y siendo honestos, era el mejor sueño que había tenido en mucho tiempo.

Estaba recargado en algo suave, su espalda se sentía relajada, sin pensarlo se acomodó mejor y acarició esa gran almohada, en la cual hundió su cara y exhaló profundamente; pero sus pensamientos sobre lo cómoda que era se detuvieron cuando sintió que respiraba, volteó, se encontró recargado en un enorme lobo negro, casi saltaba del susto e iba a salir corriendo mientras gritaba por ayuda.

A la mitad de su ataque de pánico, se dio cuenta del color negro tan intenso en el pelaje del animal, era el dragón que había tomado otra forma. Estaba dormido, ignorando al pobre Bellial que estaba intentando relajar su respiración después de aquel susto.

Se alejó con cuidado para poder estirar un poco sus músculos mientras miraba a los alrededores, se habían detenido en una pequeña pradera con pastos muy altos que comenzaban a secarse por la temporada.

No tan lejos de su posición, se podían ver ya las luces de un pequeño pueblo, recorrieron bastante en poco tiempo, Bellial se alegraba por eso, debido a que se quedó dormido, no pudo ver mucho del viaje, no era malo, incluso se alegró, de haberse quedado despierto, pudo pensar de más la situación o se habría desesperado por estar tanto tiempo en una misma posición, de nuevo, debía agradecerle al... ¿Caballo? ¿Lobo? Bueno, dragón.

El cielo ya se había tornado de un color rojizo anaranjado y más arriba se veía un color azul oscuro, pronto las estrellas y la luna reclamarían el cielo como su territorio.

Bellial no pudo evitar ponerse algo melancólico y pensar en su padre, a quien le hubiera gustado ver y disfrutar de aquellos paisajes. Recordó que, cuando él tenía un poco de tiempo libre, hacía bocetos del Palacio rojizo, nunca los pudo terminar. ¿Dónde habrían quedado? Esperaba que siguieran resguardados en algún lugar del Palacio rojizo, no se los pudo llevar con él.

Había una pequeña fogata encendida y también carne ensartada en pequeños palitos de madera. ¿Cuánto había dormido? No se percató de nada, ni tampoco escuchó algún tipo de movimiento, el pasto había sido aplastado en ese lugar para poder sentarse y poner el fuego, él no había escuchado eso, se impresionó de lo bien que descansó.

Observó al lobo, quien seguía con los ojos cerrados, intentando descansar a pesar de la mirada del humano que parecía estar haciéndose muchas preguntas en la cabeza, caminando en círculos alrededor de la bestia gigante.

Bellial se intentó imaginar al dragón en forma humana, su curiosidad lo hacía intentar e intentar, pero se dio por vencido después de un corto tiempo, no podía imaginar a alguien con una presencia tan intensa.

     «Come y luego vuelve a descansar, está oscureciendo, de noche no se puede hacer mucho, los peligros son numerosos y preferiría evitarlos, no me gusta ensuciarme»

Se percató de la mirada del lobo, lo había estado viendo dar vueltas como niño inquieto alrededor suyo, al dragón le divertía a la vez que le parecía lindo. Bell se quedó quieto y miró a otro lado como si no lo hubieran agarrado en medio de su pequeña acción infantil.

     —Gracias, de nuevo, por llevarme a mi hogar y por la comida también —Se sentó para comer—. Creo que el loco es usted, por ayudar a un humano sin pedir nada a cambio, no llego a comprender por qué lo haría, no puedo ofrecerle nada.

     «Matar a un humano es la cosa más sencilla del mundo»

Bufó, se podía oír un poco el tono de broma, pero no apaciguó los escalofríos que el joven tuvo. El lobo a veces abría la boca, los dientes afilados se veían perfectamente. Bell retrocedió un poco por instinto.

El rey exiliado y el dragón celestial (BL) Capítulos de lectura gratuitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora