CAPÍTULO 4

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Al tiempo que iban adentrándose en los misteriosos bosques de Lorien, un extraño silencio comenzó a rodearlos. Los hobbits cada vez hablaban menos, hasta Boromir parecía haber entrado en una especie de trance que lo ponía nervioso.

-Quédense cerca, hobbits, dicen que en este bosque habita una bruja elfa de gran poder, que puede hechizar con sólo mirarte a los ojos y conocer tus más profundos pensamientos – contó Gimli a los hobbits, que se pegaron unos a otros atemorizados por la historia del enano.

-Descansaremos aquí un rato, los orcos no entrarán a este bosque y aún queda un buen camino para llegar a las fronteras de Caras Galadhon – dijo Aragorn dejando en el suelo las pocas provisiones que les quedaban.

-Traeré un poco de agua – dijo Melian tomando varios recipientes para los hobbits.

-Te acompaño... – le dijo Legolas.

-No, está bien. Sólo necesito un momento... – se dio la vuelta sin darle oportunidad al elfo de replicarle.

Melian caminó por entre los árboles hacia donde sabía que se encontraba un pequeño lago con un manantial. Sus pensamientos únicamente eran lo que podía suceder dentro de unas horas, sólo se le ocurría pedir clemencia y que a la compañía le permitieran descansar. Se arrodilló en la hierba a las orillas del lago para llenar los recipientes con agua, tomó uno y hundió su mano derecha en el agua sintiendo al instante como su piel se quemaba al contacto con el líquido.

Ahogó un gritó retirando su mano de inmediato del agua, y vio cómo las gotas que resbalaban por su muñeca y su antebrazo iban que mando la piel que tocaban. Su mano enrojecida ardía como si el fuego la rodeara. El hechizo del exilio funcionaba cuando quien había sido expulsado del reino intentaba obtener descanso o provisiones del bosque. Ella lo había olvidado hasta el punto de haberle cruzado por la mente cortar algunos frutos pequeños; frutos que se envenenarían de inmediato para matarla.

Con cuidado y con la otra mano, lleno los recipientes evitando tocar el agua esta vez. La mano le escocía tremendamente y se la envolvió entre su capa para tratar de aminorar el ardor. Ya que hubo llenado todo, se levantó y caminó hacia el resto de la comunidad; sintiendo ya la intranquilidad del hechizo. Les entregó los recipientes a los hobbits y a Gimli, Boromir no quiso tomar nada.

-¿Qué tienes? – le preguntó Aragorn al verla respirar apresuradamente y esconder una de sus manos, Melian espero para responder hasta que los hobbits hubieron tomado el agua sin problema alguno.

-El agua me quemó... – le dijo en un susurro mostrándole su mano. Aragorn caminó hacia ella y tomó su mano lastimada entre las suyas. Pipin, que seguía tomando agua, la escupió de inmediato, mojando en la cara a Merry – No tiene efecto en ti, pequeño.

-El hechizo del exilio... – dijo Legolas acercándose también, sacó un bálsamo que había traído del Bosque Negro y comenzó a vendarle la mano.

-Lo olvidé por completo, ahora sé que las cosas pueden empeorar más adelante...por favor, no arriesguen la misión más importante por mi – les pidió ella fingiendo calma.

-Puede que hayan engañado a Lady Galadriel una vez, pero a estas alturas ya debe saberse la verdad – contestó Aragorn buscando tranquilizarlos a todos.

-Ven, necesitas descansar – le dijo Legolas tomándola del brazo suavemente.

Legolas la ayudó a sentarse bajo la sombra de un árbol, el corazón de Melian se aceleraba conforme pasaba el tiempo. No encontraría tranquilidad en esos bosques. Legolas se sentó a su lado y la abrazó acercándola a su pecho, Melian se recargó en él cerrando los ojos. Su respiración comenzaba a acelerarse también con la creciente ansiedad, por lo que Legolas comenzó a susurrarle una canción al oído. No perdiendo la costumbre, Boromir decidió compartir sus inoportunos comentarios.

El Regalo de Amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora