SEGUNDA PARTE

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Akaashi miró a la pálida cara de Bokuto con tristeza en los ojos. Había pasado más de una semana desde que Bokuto había sido ingresado al hospital, sus heridas superficiales parecían sanar, y las marcas en el pecho de Akaashi ya casi no se notaban, solo podían verse costras en su cuello que no se preocupaba en ocultar. No había vuelto a tener otro ataque tan grande y estaba agradecido internamente por eso, no necesitaba más dolor del que ya tenía.

De los ocho días que llevaba sentado en esa silla solo había salido del hospital dos veces para ir a buscar ropa y dinero a su casa. Akaashi estaba muy descuidado y ni siquiera era consciente de hasta qué punto había llegado. Tenía el pelo sucio y grasoso, el olor del perfume se mezclaba con el de la suciedad de días, no lograba recordar cuándo fue la última vez que se había dado un baño o que se había lavado los dientes. La ropa se la había cambiado una sola vez, el día del accidente, no soportaba el olor metálico de la sangre que le recordaba a cada segundo lo que estaba a punto de perder.

Recordaba que tenía que hacer sus necesidades básicas cuando la vejiga no lo dejaba moverse por el dolor y cuando acariciaba la creciente y rasposa barba. La falta de alimentación era evidente en Akaashi, sus mejillas ya no tenían el color ni la forma de antes, y unos círculos violetas y grandes empezaron a hacerse presente debajo de sus ojos.

Akaashi se autodestruía cada día un poco más. Los doctores que cuidaban de Bokuto empezaron a preocuparse también por el pelinegro, le preguntaban cómo se encontraba, intentaban sacarlo de la habitación, cosa a la que se negaba rotundamente y con una mirada desesperada en los ojos, le llevaban comida, comida que él no se atrevía a probar, si Bokuto no podía comer él tampoco lo haría.

Sentía que no merecía nada en ese momento, Akaashi solo quería desaparecer y dejarlo descansar en paz, se sentía una molestia rondando por esa habitación, pero su mente no lo dejaba hacer otra cosa más que estar ahí, pendiente de cada respiración, cada latido, cada movimiento.

Cualquiera que mirase al pelinegro se le rompería el corazón. Caminaba de un lado al otro del cuarto cabizbajo y nervioso, con la mirada perdida en algún lugar muy lejos de ahí, devolverlo a la realidad era todo un desafío para aquel que quisiera hablarle. El dolor estaba presente en cada movimiento de su cuerpo y la espera lo hacía cada segundo más miserable.

Cada pequeño ruido lo alteraba y todo le provocaba una inquietud exasperante. Sus movimientos eran lentos y desanimados, parecía dormido. Las pocas palabras que decía, todas monosílabas, eran un susurro apenas audible entre suspiros y siempre parecía agotado. Akaashi suspiraba desanimado a cada minuto, absorto en lo profundo y oscuro de sus pensamientos.

Solo quería que las cosas volvieran a ser lo que eran antes, ya no le importaba la traición, el beso ni ninguna de sus peleas, solo deseaba ver despertar a Bokuto y olvidar todo el sufrimiento que ambos estaban teniendo en estos momentos. Quería despertar de esta espantosa pesadilla que lo único que hacía era hundirlo cada vez más en la miseria.

"Bokuto, por favor, abre los ojos..." Akaashi rogaba.

___***___

— Akaashi...¿¡Akaashi!? — el pelinegro no se había dado cuenta de que tenía compañía hasta ese momento. Levantó la vista para encontrarse con un chico alto de pelo negro y ojos puntiagudos. Por un momento creyó que podría haber sido él.

— Kuroo...¿cuándo llegaste? —su voz apenas era audible, Kuroo tuvo que hacer el doble de esfuerzo para comprender lo que decía su amigo.

— Estoy acá hace como cuarenta minutos, ¿en serio no me notaste? — Akaashi negó con la cabeza. Era la segunda vez desde el accidente que Kuroo había ido a verlo, lo habían llamado del hospital para advertirle que no solo Bokuto, si no que el chico pelinegro, estaban en la miseria. Kuroo estaba acostumbrado a hacerse cargo de sus amigos, era el más responsable emocionalmente, y siempre estaba atento a cada cosa que pasaba.

AMNESIA [bokuaka] [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora