Inconcluso

274 12 6
                                    

Te vi a lo lejos. Llevabas esa horrible camisa verde con lunares, vaya que no tenías sentido del estilo. Tus amigos te empujaron contra esa chica que tanto te gustaba y terminaron en el suelo. Ella rió porque también le gustabas, lo decía todo el tiempo.

Te disculpaste mientras maldecías internamente a tus amigos, se notaba en tu rostro. Seguiste caminando con el ceño fruncido hasta llegar a la cafetería donde compraste esas grasientas papas junto con una hamburguesa y gaseosa.

Te sentaste a dos mesas de distancia de mí. Te veía de reojo mientras intentaba concentrarme en mi tarea de matemáticas, tú sonreías bobamente mientras mordías la hamburguesa, seguro estabas recordando su sonrisa, o tal vez la forma en que ella había tocado tu mano al despedirse, quería salir corriendo pero me llamaste.

Dudosa me acerqué a ti mirando hacia el suelo, esa era una costumbre, me intimidabas.

Me preguntaste por la tarea de literatura y sin siquiera pensarlo te entregué mi cuaderno y te indiqué que era lo que debías copiar. Me agradeciste con un pequeño golpe en el hombro, me sentí mal nadie saluda a una chica así. Me despedí de ti y caminé hacia los baños donde me vi al espejo.

No tenía esperanza alguna, como podía competir contra esa chica perfecta. Yo no medía más de metro sesenta, ni tenía el cabello rubio oscuro brillante y con un hermoso planchado a diario, tampoco era tan delgada como ella y mis dientes no estaban perfectamente alineados, ni mis labios eran de ese hermoso color rosa. Y tampoco tenía ojos verdes cautivadores. No era nada en comparación.

Ella entró al baño y me miro durante casi un minuto. Yo no le agradaba, de hecho me odiaba porque en más de una ocasión había arruinado sus planes de coquetería contigo. No podía negarlo lo hacía a propósito. Salí antes de que pudiera decirme algo y choque contigo, seguro la estabas siguiendo.

“Cuidado”

Dijiste sosteniéndome sentí que mi corazón se salía de mi pecho

“Disculpa mi torpeza”

Me alejé y tú solo sonreíste.

Luego de eso sin decirte nada corrí hacia el laboratorio, en ese entonces teníamos química después de la merienda, era un total fastidio estar en ese lugar con vapores emanando que provocaban nauseas.

Pasó la mañana, te observé durante todo el día a lo lejos, me parecías un chico extrañamente atractivo, despertabas curiosidad en mí y eso era increíble, por lo general no me agradaban los tontos que copiaban mi tarea ni los que se creían graciosos al decir tonterías, pero en ti lo amaba.

Así pasaron los meses, cada vez hablábamos más. Íbamos juntos a la escuela y regresábamos juntos a casa. Tu seguías hablando de aquella chica que te volvía loco, pero no me importaba era feliz con solo verte. Aún tenía la esperanza de que me notaras.

Pasó una semana más y lo noté. Durante el almuerzo nuestras miradas chocaban y fingías estar hablando con tus amigos. Durante las clases mirabas constantemente atrás fingiendo arreglar tu horrible cabello. Cuando regresábamos a casa con alguna excusa tomabas mi mano.

Y fui feliz.

Hasta que ella volvió aparecer.

Entonces volví a ser invisible para ti.

No lo entendía, creía que yo realmente te gustaba, creía que podías enamorarte de lo que era y no por como lucía.

Y te odie

Odie tu estúpida cara, la forma en que sonreías, la manera en que la mirabas, tus estúpidos gustos, tus canciones favoritas… te odie, pero el odio no me duró lo suficiente, porque sigo esperando que regreses, sigo esperando “El final feliz” para terminar esta historia.

Notas de una chica invisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora