❧ Prólogo ❧

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Diosa, cómo amaba los sábados en la noche.

Para Alessandro Trovato este glorioso día podía significar tres cosas: sudor, alcohol y sexo.

Es más, el aire del bar en el que se encontraba estaba cargado con todo esto y él lo estaba disfrutando en demasía. Su vista no dejaba de pasearse por todo el lugar, notando algunas cosas que tal vez otras personas no notarían.

Había muchas chicas, pero la población era altamente masculina, por algo el bar tenía su fama; desde los altos morenos en la esquina donde se encontraban las mesas de billar, pasando por los hermosos extranjeros que pensaban que podían bailar en la pista, a los reservados chicos rubios que se encontraban mayormente en la barra tratando de conquistar a cualquiera mujer omega o beta que les prestara un mínimo de atención.

Había para todos los gustos y todo se combinaba en el aire: alfas y omegas, también algunos betas se habían unido a la diversión.

El castaño al inicio de la noche cuando entró, pasó junto a una chica pequeña con ojos grandes y cabello rubio, parecía japonesa y su aroma floral era tan dulce que hizo que arrugara la nariz un poco.

Una omega.

Ella ahora se encontraba bailando a la par de un chico alto, bastante alto y su aroma amaderado era fuerte, ya que él podía olfatearlo desde su lugar al fondo de la barra. La nariz del castaño se alzó queriendo seguir el trayecto hacia el hombre, pero notando que la chica parecía ser su pareja, o al menos amor de una noche, prefirió dejarlo pasar de lejos.

No podían culpar el que se haya tentado. Después de todo, no había olor más delicioso que el de un alfa.

No, señor.

El joven chico casi podía sentir sus babas escurriendo por la comisura de sus labios. Su debate mental consistía en si acercaba al moreno que se veía extranjero; qué podía hablar ese hombre ¿inglés? ¿francés? No era como si le importara realmente, ya que no tendría problemas, es más podría poner su lengua a trabajar en sus idiomas.

Y si tenía suerte la pondría a trabajar en otra cosa.

O podría intentar algo con el chico de cabello rubio platinado, el cual le guiñó el ojo de manera disimulada. También estaba el chico con cabello chocolate que no le había quitado el ojo de encima desde otro lado de la estancia, pero de él no estaba seguro porque lucía como un alfa puro y los rumores sobre ellos no eran buenos.

Su debate siguió entre las opciones que parecía tener mientras jugaba con el anillo que descansaba en su dedo central en un acto despistado e involuntario.

No obstante, todo eso quedó paralizado cuando un hombre con piel tostada por el sol que hacía que pareciera un héroe divino, alto y con fuertes brazos; se filtró en su campo de visión. No sólo la vista le atrajo, también tenía un delicioso y fuerte olor que en el momento no pudo descifrar, pero que aun así quería.

Ese.

Necesitaba a ese.

El castaño acomodó un poco su cabello con torpeza y miró el trago que tenía al frente de él; el cual llevaba en sus manos más de 10 minutos debido a que lo estaba guardando a la espera de encontrar a alguien con quien arriesgar y gastar su valentía líquida. Y por fin había llegado, por lo que, haciendo su resolución, decidió tomarlo con expresión amarga y sintió como el alcohol quemó a su paso en su garganta.

Tuvo que cerrar sus ojos con fuerza por la sensación poco común para él.

Al finalizar el trago, puso el vaso de shot en la mesa con un golpe fuerte y brusco, aunque el sonido de la música eclipsaba todo lo demás, por lo que nadie lo notó. Tampoco nadie notó que ese chico se veía un poco demasiado joven para tomar un licor de ese tipo.

Lo que trajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora