Caminando a tráves de las concurridas calles de la ciudad, rodeado de una multitúd de gente atareada y bajo la cálida luz del sol meridiano, el guardián Shi pensaba una y otra vez en todo lo que había sucedido en el hospital hace tan sólo unas horas atrás.
Después de observar sigilosamente a la mortal, quien el mismo había elegido para convertirla en su protegida, miles de dudas se hicierón presentes en su mente, Yan Da defínitivamente era muy diferente de lo que él había imaginado.
Cuando la conoció aquella fatídica noche del accidente, ella parecía ser una mujer sencilla, dulce y frágil...
'Ayúdeme por favor, tengo mucho miedo,no quiero morir aún'.
Fueron las palábras que en su inconsciencia ella le dijo al ángel, su mirada reflejaba un fuerte deseo por vivír pero aún que el guardián Shi quería creer que fue ese el único motivo por el que la había salvado de su trágico destino, él sabía perfectamente que en realidad había algo más de por medio.
Algo tan extraño e inesperado que ni el propío guardián era cápaz de reconocer, la sensación de familiaridad que él sentía hacía Yan Da era inevitable y el inminente deseo de protegerla lo era aún más y fue por ello que el guardián Shi decidió salvarla rompiéndo así una de las reglas más importantes para cualquiér ángel, entrometerse en el destino de una vida húmana.
Con miles de pensamientos atormentando su consciencia, el guardián no se percato de que finalmente había llegado a donde se dirigía, un bello parque rodeado de gran variedad de árboles sin embargo entre todos ellos había uno en especial que resaltaba mucho más por sus sonrosadas flores que parecían haber florecido hace poco.
Sonriendo ampliamente, Ying Kong Shi se encaminó hacía el inmenso árbol de cerezos para después observar con entusiasmo como sus delicadas hojas se movían con serenidad impulsadas por la suave brisa que rodeaba la atmosfera, él no sabía exactamente el motivo o la causa pero de alguna manéra inexplicable los árboles de cerezo siempre lo atraían, el tan sólo observarlos y el refugiarse bajo su claro follaje despertaba una sensación de paz en su interior.
Por lo que sin dudarlo, el guardián tomó asiento bajo la atrayente arboleda y sintiéndo una maravillosa calma cerró los ojos disfrutando de ello mientras la traviesa brisa agitaba levemente uno que otro mechón de su cabellera.
Fue entonces que irremediablemente a Ying Kong Shi se le ocurrió una idea, el paisaje que lo rodeaba era realmente hermoso y él deseaba disfrutar de éste momento al máximo así que con sutileza sacó del bolsillo interno de su abrigo un pequeño artefacto, sosteniéndolo en una de sus manos observandolo con atención frente a él, éste misterioso artefacto no era más que una delicada hoja de bambú; el objeto sagrado del guardián Shi.
Los dioses supremos decían que todos los ángeles guardianes debían llevar consigo su propío objeto sagrado que representaba la posesión más valiosa que cada uno de ellos había tenido durante su última vida, Ying Kong Shi no tenía idea alguna de por qué esa pequeña hoja de bambú había sido su posesión más preciada en el pasado pero sin duda alguna la conexión que sentía con ella era inmensa e indescriptible, el simple hecho de observarla era muy reconfortante para el guardián y despertaba en él una gratificante sensación de bienestar, mucho más aún cuando escuchaba la relajante melodía que se podía tocar a través de ella.
Fue por éste motivo que tras contemplarla con atención, el ángel guardián comenzó a tocar la hoja de bambú única con entusiasmo mientras a su alrededor varias personas caminaban desinteresadamente, por supuesto ninguno de éstos mortales podía verlo y mucho menos escuchar la armoniosa melodía hasta que de manéra inesperada una misteriosa mortal completamente cápaz de oír aquella música llegó al lugar.
ESTÁS LEYENDO
ICE FANTASY: "My Guardian Angel"
Fanfiction¿Qué sucede cuando una persona alcánza el límite de oportunidades para reencarnar?, ¿a dónde se diríge su alma exactamente? Después de millones de años de haber pérdido a la mujer que amaba, Ying Kong Shi se convierte en un ángel guardián con la mi...