Capítulo 1

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Siete de la mañana, lunes, deprimente como el lunes pasado, el anterior y todos los demás; deslizo mis piernas suavemente hasta el suelo y siento el frío recorriendo las plantas de mis pies. No hay nada nuevo en esa sensación pero siento algo distinto a ayer, siento que hoy el mundo se cae un poquito más, que mis fuerzas están al límite y se agotan lentamente.

Hago un esfuerzo por ponerme en pie y llegar hasta el baño. Abro el grifo y, una vez más, noto el frío en mi cuerpo. Me lavo la cara y al mirar hacia el espejo siento odio, odio hacía esa figura de cabello oscuro y desordenado, ojos marrones, sin nada especial y cicatrices en los brazos.

No tardo mucho en vestirme puesto que no necesito elegir mi ropa; cogo lo primero que encuentro, que más da ¿quién se va a fijar en mí? Y entonces me acuerdo de aquellas mañanas en las que tardaba media hora en salir de la terrible decisión entre rosa chicle o rosa fucsia. Cuando nada me importaba más que la opinión de los que me rodeaban. En cierto modo sigue siendo así, aún me molestan los sucios comentarios de mis compañeros, la diferencia es que ahora lo afronto de otra manera; ya no voy de compras cuando estoy de bajón, me limito a encerrarme en mi habitación y llorar hasta quedarme dormida.

Los minutos pasan y yo sigo plantada frente al espejo, asqueada, sin ganas de salir a la calle. No me queda otra. Mi madre me grita que baje a desayunar. No quiero comer, tan solo de pensar en el tazón de leche que me habrá preparado me entran arcadas.

Abro las ventanas y cojo mi mochila; un, dos, tres... ¡SALTA! Mi piernas crujen al hacer contacto con el duro suelo infestado de hormigas y césped artificial. No pienso en la bronca que me caerá al llegar a casa esa tarde, simplemente empiezo a caminar por el medio de la carretera dirección al instituto.

Punto final.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora