Sus manos, sus manos no me soltaban, apretaban cada vez más y más hasta que el aire lucía como algo lejano. Era confuso, todo parecía borroso y no lograba diferenciar lo que estaba pasando. Solo sentía una fría pared detrás de mi. Mareada, empecé a caer en la inconsciencia.Por favor...
Desperté sobresaltada, tomando y exhalando fuertes bocanadas de aire. Me sacudí en la cama tratando de quitar el peso de las sábanas de mi, mientras me sentaba y regulaba mi respiración.
Estaba acostumbrada.
Revise la hora en mi celular. 3:46. Genial.
Definitivamente no volvería a cerrar los ojos. Pero al menos podía reconocer que pude dormir temprano y tuve la dicha de descansar un par de horas. Así no parecería una momia en cuanto llegara a la universidad.
Dejé la luz encendida y caminé al baño a lavarme la cara, para despejarme y quitarme el sudor acumulado. Me tambaleé un poco en el camino al sentir las piernas temblorosas. Ya no podía recordar lo que había soñado, o más bien, lo que me había atormentado. Había cierta paz en eso.
A muchos les gustaría recordar cada detalle de sus sueños. Yo estoy agradecía en olvidarlos cada mañana que despierto. Aunque hoy desperté y la luz de la luna sigue en lo alto.
Salí un poco más despejada y ya olvidando las emociones por las que había pasado. Decidí ir al balcón a tomar un poco de aire fresco. Ignorando el impetuoso frío me recosté en la barandilla para observar. Observar se sentía bien.
La luna brillaba sobre el pueblo, el cielo se encontraba más despejado de lo usual y no podía agradecerlo más. Esa era una diferencia con la gran ciudad que amaba de este lugar. Si bien, la contaminación era existente - básicamente en todo el mundo - reconocía que los cielos aquí eran los más faustos de ver. Miré alrededor y aprecié la simpleza de las casas del sector, todas tenían una estructura base y muy similar en las que todas las habitaciones del segundo piso contaban con un pequeño balcón. Pero los colores variaban, no se apreciaban de noche pero aún así podía notarlos.
Inhale y exhalé lentamente. Una vez mi terapeuta me aconsejó hacerlo cada vez que sentía que lo necesitaba.
No se si mi vida era una broma o realmente me había quedado dormida en el balcón.
Sobresaltada desperté y noté que recién estaba amaneciendo, el sol estaba en la parte baja del cielo y podía ver un casi imperceptible tono cálido en él. Suponía que aún faltaba para que empezaran las clases.
Rápidamente entré, cerrando el ventanal tras de mi y procedí a vestirme. El clima hoy no estaba tan frío como parecía estar últimamente así que preferí llevar un abrigo más ligero. Calcé mis botas, estaba tranquila hasta que decidí ver la hora. Mierda. Definitivamente no era temprano, y ya habían pasado 22 minutos desde que empezó mi primera clase.
Tomé mis cosas y bajé las escaleras, murmurando maldiciones que mi yo normal no diría en voz alta.
Camino al campus fue cuando entendí que definitivamente ya no iba a entrar a la primera clase. Era anatomía, la materia que se me dificultaba en mayor magnitud. La parte dramática de mi ser decidió que mi día ya se había arruinado.
Al llegar decidí esperar en las zonas verdes de la entrada mientras revisaba las notas de mi celular y las cosas que debía hacer en el día. No pude evitar volver a repasar el mapa de mi antigua ciudad, realice una mueca al ver que nada venía a mi mente. Estaba en un banco con la vista fija en la pantalla cuando divisé un par de zapatos delante de mí.
— ¿Tarde, Redelfs? — comentó una voz ronca con un tinte entretenido — que novedad, ¿no?
Fruncí un poco el ceño ante la mención de mi apellido, que no era mi favorito. Alcé la vista, era Sean. No recordaba realmente su apellido ya que no creo que lo haya mencionado antes. Estudiaba arquitectura y a principios de año compartimos una clase juntos en la que tuvimos que hacer un exhaustivo informe.
— Si... problemas con madrugar — solté una risa que estoy segura debió sonar nerviosa, mientras miraba alrededor.
— Me pasó igual — agitó su cabello castaño — ¿no quieres ir a tomar un café? Para pasar el rato, ¿O tal vez un chocolate? La cafetería de la manzana siguiente está siempre abierta — me regaló una sonrisa y no pude evitar pensar que sus hoyuelos eran adorables.
Patética. Murmuró cierta voz en mi interior. Nunca fui la mejor hablando con el sexo opuesto.
La verdad no me había sentido atraída hacía Sean desde que lo conocí, pero no podía negar su atractivo y como las pocas veces que he quedado con el, en más de una ocasión alguien se quedaba embobado viendo su sonrisa. Y sinceramente, ya había convivido con el, nos quedábamos largas horas en la biblioteca así que me sentía de cierta forma en confianza.
— Mmm... claro, supongo que es obvio que tengo bastante tiempo — me extendió su mano y la tomé mientras me paraba.
— ¿Y qué te pasó el sábado pasado? — dijo mientras caminábamos.
— ¿Ah? — murmure confundida mientras lo miraba con el ceño fruncido tratando de recordar a que se refería.
A veces mi distracción era constante.
Sean, en cambio, soltó una risa mientras me miraba.
— Ya sabes, la fiesta de Alec, ¿La cabaña? ¿No te avisó Kalika?
— Oh, ya recuerdo — agaché la cabeza con algo de vergüenza — si... no soy muy de fiestas, prefiero quedarme en casa — probablemente soné aburrida, pero no era buena mintiendo así que simplemente dije la verdad.
— Bueno, estuvo genial, repetirá algo similar celebrando el cumpleaños de su hermana, Tara, ¿la conoces?
Negué.
— No estoy seguro que estudia, pero, ya sabes, el pueblo no es tan grande y ella es hija de los Walsh. Son dueños de dos ferreterías, una creo que queda a las afueras — comentó — de todas formas, estará jodidamente genial, vas a disfrutar, te lo prometo — me guiñó un ojo.
Llegamos a la cafetería, así que abrió la puerta y me dejó pasar.
— Adelante, dama — dijo divertido.
Sean era parte del equipo de rugby y era realmente conocido en la universidad. Bueno, la mayoría del equipo lo era. Era de saber general que era él el que siempre entretenía a todos. Estaba todo el tiempo haciendo bromas y constantemente lo veía por los pasillos o en la cafetería riendo con su grupo de amigos. Si la universidad se asemejara de alguna forma al instituto, y considerando la mía como una bastante pequeña, podría decirse que era popular.
— ¿Donde prefieres sentarte?
Señalé una mesa que estaba junto al ventanal y cerca del mostrador, nos acercamos a dejar nuestras cosas. Estaba casi vacío, había un par de adultos que parecían ir camino al trabajo. Y una mesa ocupada con una pareja y dos niños pequeños vestidos con su azul uniforme de guardería.
Cuando nos dirigimos al mostrador a hacer nuestro pedido trastabillé un segundo al levantar mi mirada.
Era él, y me estaba mirando fijamente.
Miré rápidamente a Sean porque no sabía que hacer conmigo misma. Ahí estaba, la misma sensación. Pero Sean ya estaba listo para hacer su pedido.
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Recuerdos de Adara
Teen Fiction¿Quién era ese misterioso y atractivo chico de profundos ojos negros? Adara Redelfs no tendría por qué encajar en algo muy por fuera de lo común. Empezaba su tercer año como estudiante de enfermería, estaba en un punto en el que su ADHD no afectaba...