— Hola, me gustaría pedir dos tazas de chocolate caliente, por favor — habló Sean mientras sacaba su billetera. Ya nos encontrábamos frente al mostrador.No me miró. Era un poco más alto que Sean y su cabello se hallaba revuelto y desenfadado, su postura daba un aire de que ni siquiera escuchó sus palabras y que le importaba una mierda todo.
No pude evitar ver cómo su angulosa mandíbula se tensaba, por quién sabe qué razón.
Sean le tendió el dinero, observándolo cauteloso, seguramente notó su extraña actitud. Él simplemente le dió el cambio y desapareció por una puerta que estaba a un costado, dando un portazo.
¿Qué acababa de pasar?
Volvimos a la mesa y hablamos por un rato, seguía distraída por la extraña actitud del hombre y la remota familiaridad que sentía ante su presencia. Entonces, una chica se acercó con nuestro pedido depositándolo frente a nosotros, y se despidió mientras le dábamos las gracias.
— ¿Lo conocías? — preguntó Sean echando un vistazo a mi probablemente inextricable expresión.
— Yo... no lo sé — sacudí mi cabeza — sólo que se me parece familiar, pero no puedo recordar donde lo he visto.
— Bueno, quizás eso es una buena señal, ¿viste la cara que hizo? Pensé que iba a sacar un arma y dispararme allí mismo — bromeó.
Reí por lo preciso que me pareció el comentario concorde a la expresión que tenía. Sí, daba algo de miedo, toda su imagen reflejaba eso que él parecía querer reflejar.
— Quizás tenía algún problema... se fue bastante enojado — comenté observando como no había vuelto a su puesto, y como otro chico de presencia mucho más amena parecía haber ocupado su lugar.
— Si... oh, mierda — dijo luego de echar un vistazo a la pantalla bloqueada de su celular — mi siguiente clase va a empezar, lo siento, cariño. ¿Vamos juntos de vuelta o te quedarás aquí?
También miré la hora y noté que aún quedaba bastante para la mía.
— Tranquilo, me quedaré, está mucho más acogedor aquí y aún queda poco más de una hora para mi clase — le sonreí.
— Si así lo deseas, nos vemos pronto — se levantó, dejó un beso en mi mejilla y se fue dejando el sonido de la campanilla de la puerta detrás.
Suspiré apenada al ver que mi chocolate se había acabado. Toqué mi cabello un momento mientras me paraba a pedir otro.
Luego de pasar unos veinte minutos tratando de entender algo para mi próximo examen de anatomía, decidí finalmente cerrar el libro y guardarlo. En otro momento sería, mis pensamientos estaban mucho más revueltos de lo normal como para que entre materia pesada.
La tranquilidad de la cafetería y la ausencia de música me tranquilizaba, lo único que escuchaba de vez en cuando era el sonido de tazas chocando, la máquina de café y el tráfico que había en las calles.
Me quedé un momento mirando por el ventanal mientras pensaba que a Dallas no le hubiese gustado vivir aquí. Llevaba un tiempo rondando en mi mente la teoría de que mis padres ya habían planeado esta mudanza, y que Dallas no estaba de acuerdo y por eso se fue. Después de todo, él amaba el ruido de la gran ciudad y tenía una enorme cantidad de amistades allí, a diferencia de mi.
También, la relación de mis padres con Dallas no era la mejor. Recuerdo difusas discusiones, cuando mi hermano llegaba de madrugada y mis padres estaban esperándolo en la sala de estar. Comenzaron cuando yo tenía trece y él diecisiete. Estoy segura que esos problemas habían terminado antes de que se fuera. Dallas había cambiado.
Él, era claramente mayor de edad, y como cualquier joven de su edad, quería mudarse. Creo que estuvo un tiempo buscando trabajo hasta que encontró algo que le permitió ahorrar.
Dallas también hacía viajes.
Eran temporales, de vez en cuando recordaba cómo desaparecía por días y llegaba con una simple bolsa negra repleta de sus pertenencias. A veces, le preguntaba donde iba, pero el esquivaba mis preguntas. Luego nos quedábamos horas riendo y hablando en su habitación de puras tonterías. Después de todo, nuestra relación nunca fue distante.
Agité mi pie derecho unos segundos mientras trataba de no tomar nuevamente mi celular para chequear el mapa.
Al terminar mi segunda taza de chocolate caliente, esta vez no pude evitar pedirla con malvaviscos de colores, alcé mi mirada de esta y pude reparar en que el último chico que me vendió, seguía en el mostrador, pero esta vez me estaba mirando.
Al advertir que me di cuenta, bajó rápidamente la mirada y disimuló contar dinero, mientras sus mejillas adquirían algo de color.
No era tan alto. Bueno, mucho más que yo, porque yo era del tamaño de un minion, pero el no alcanzaba la altura de Sean, ni menos la del chico que antes ocupaba su lugar. Tenía el cabello marrón claro y algunas pecas. No pude evitar soltar una pequeña risa ante su vergüenza, traté de disimularla tomando mi celular.
¿Por qué me estaba mirando?
Parecía de mi edad, así que lo más probable era que estudiara en mi universidad, era la única del pueblo. Pero no recordaba haberlo visto antes.
Una idea vino a mi cabeza. Intenté reconvenir el pensamiento que daba vueltas en mi mente. Pero la curiosidad estaba ganando terreno.
Estaba claro que el hombre que me parecía familiar y el que estaba en el mostrador se conocían, quiero decir, trabajaban en el mismo lugar, por lo que alguna relación por más mínima que sea debían tener. Él debería saber algo, lo que sea.
Así que sin poder evitarlo me levanté y acerqué a él.
Al estar frente a frente le regalé una sonrisa nerviosa, notando que estaba evitando mirarme directamente.
— ¿Te puedo hacer una pregunta? — dije, tocando inevitablemente mi cabello.
— Eh, sí... sí, sí, dime. Por supuesto — contestó atropelladamente.
— Ese chico... el que estaba antes que tú, ¿es de aquí? ¿vive en el pueblo? — pregunté mirando alrededor.
— Oh, ¿Asren? Eh, sí, quiero decir... sí — contestó finalmente — me va a matar — logré escuchar como balbuceó frustrado.
Asren.
Sentí una presión en el pecho. No era un nombre de lo más común, entonces, ¿por qué sentía haberlo escuchado antes?
ESTÁS LEYENDO
Recuerdos de Adara
Roman pour Adolescents¿Quién era ese misterioso y atractivo chico de profundos ojos negros? Adara Redelfs no tendría por qué encajar en algo muy por fuera de lo común. Empezaba su tercer año como estudiante de enfermería, estaba en un punto en el que su ADHD no afectaba...