Capítulo 12

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A Megan los minutos le pesaban cómo horas. Había perdido la noción del tiempo y ni siquiera sabía si era dia o noche. Sus captores habían clausurado cada ventana de la estancia en la que se encontraba cautiva. Pensar en su hijo es lo único que le mantenía viva, e incluso la incertidumbre de si estaba bien le quitaba el aire de los pulmones. Su hijo era un chico bastante imprudente y lo normal habría sido escucharle montar alboroto por la zona. Seguramente él le habría echado la culpa a Álex y habría empezado su propia investigación.

Por otra parte, su hijo tenía el apoyo de los Morris y ellos le podrían calmar las ganas de armar jaleo para hacer una búsqueda con la ayuda de la guardia militar. Esa última opción era la única en la que quería centrarse, tenia que ser esa la opción por la que no había escuchado a su hijo buscándola.

La puerta del fondo de la estancia se abrió, chirriando.

-Hola señora Megan- dijo un enmascarado. Este era bajo y delgado, completamente diferente al anterior. 

-Vengo a traerte un poco de agua y comida, ya llevas 24 horas aquí. Dice mi jefe que tenemos que llevarte a otro lado para que tu hijo no dé con nosotros-.

-Hagáis lo que hagáis, mi hijo va a encontrarme, y vais a acabar en la cárcel- la voz de Megan estaba a medio camino entre el sosiego y la ira.

El hombre enmascarado soltó una leve carcajada que a Megan le pareció más propia de un joven de la edad de su hijo que de un hombre maduro. 

-¿Como está el hombre al que apuñalé?- preguntó Megan con miedo de saber la respuesta.

-Está bien, mi jefe contrató un mago medico para que lo curase, pero tendrá que guardar reposo por la sangre perdida- el hombre enmascarado trató de sonar mas frío de lo que realmente sonó.

Megan palideció al recordar sus actos. No lo había pensado antes, pero pudo haber matado a una persona y eso le puso muy nerviosa. Podría haber sido Alex el enmascarado, y ahora podría estar en serios problemas con la justicia.

-Voy a soltarte para que comas. Al mínimo movimiento fuera de lo normal te quedas sin comer- amenazó el joven. 

Megan aceptó con la cabeza y el joven le quitó las ataduras despacio, intentando no hacerle daño. Le acercó la bandeja con la comida y se retiró por la misma puerta por la que había entrado. 

La comida le supo a gloria. Realmente no hacía tanto desde la última vez que había comido, pero parecía una eternidad en esa habitación.

La puerta volvió a abrirse. Un hombre esta vez más bajo pero más musculoso se acercó a Megan y sin mediar palabra la amordazó, le amarró los brazos y la cogió en peso.Había llegado la hora del transado.

El hombre que la portaba se reunió con el resto del grupo en una salita y tras una señal del que Megan supuso que era el jefe, todos abandonaron el lugar y comenzaron el viaje hasta su lugar de destino. La noche era bastante fría, lo cual hizo que Megan se estremeciera.

-Mierda, vamos a tener que cambiar de rumbo- anunció una voz. - Jamas me habría esperado que ellos estuvieran aquí-.

"Ellos quién", pensó Megan, "¿la guardia militar? ¿Troy y Fede?". En cualquier caso, sus secuestradores estaban en jaque. El azar había querido poner una piedra en sus caminos. De repente, escuchó una voz que la llenó de vida. Su hijo gritaba desde lo lejos, pudo sentir el nerviosismo en el hombre que la llevaba. La voz de su hijo cada vez sonaba más fuerte y no sonaba sola, había dos voces mas; Valeria y Fede le acompañaban.

-¡Quietos donde estáis!- Gritó fede mientras corría hacia ellos. El hombre que cargaba a Megan la soltó en el suelo, y esta se quitó el vendaje de los ojos como pudo y se sorprendió al contrario que Fede, que portaba su arco. Su hijo pretendía enfrentar a sus enemigos con los puños desnudos, no entendió el porqué. Su hijo, jamás había sido bueno en el cuerpo a cuerpo, pero había en él una sonrisa pícara que le tenía intrigada hasta que vio a su hijo gesticular con las manos, entonces lo entendió todo; su secreto había sido desvelado.

El arma de los diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora