Capítulo III

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Mundo... Pandemia... Virus... Madrid... Universidad...

Por primera vez en mucho tiempo, la primera persona en despertarse había sido Gèrard y había encendido la televisión. Como consecuencia, algunas palabras sueltas comenzaron a colarse por su oído.

Se le había olvidado poner el despertador por primera vez, también, en meses. Era muy raro, pero, sin embargo, se sentía bastante bien cuando comenzó a despertarse. Abrió los ojos y miró su reloj, encontrándose con que eran las diez de la mañana. No era mala hora, pero tenía que despertarse y lavarse la cara un poco para poder situarse en el día. Se desperezó y se estiró lo máximo que pudo, dejando ir un nuevo bostezo. Se incorporó en la cama y se frotó los ojos y el rostro, antes de buscar a tientas las gafas y darse cuenta de que no las encontraba en su lugar habitual.

—Mierda... Solo te pasa esto a ti, Flavio. —Bufa mientras intenta tomárselo de la mejor manera. Después de ir a tientas por su habitación, pues veía borroso sin gafas, y darse con la mesilla en la rodilla, y posterior quejido, decidió ir tocando la pared hasta que por fin vio una mancha sentada, y esperaba que no se hubiese colado nadie y fuera Gèrard en la silla. — Te vas a reír, y con razón, pero no encuentro mis gafas, y sin ellas no veo, y como no veo no las encuentro. —Gesticula con sus manos, y se da cuenta de que parece hasta un trabalenguas, y acaba soltando una carcajada. Por otro lado, el rubio empezó a reírse a carcajadas y negó con la cabeza.

—¿Qué te pasa a ti con la suerte últimamente? Pareces gafado. —Dijo mientras se levantaba y le cogía de la mano para guiarle a su habitación sin que se cayese o se diese con algún mueble que no acabase de ver. Y mientras el moreno se quedaba en la puerta, el rubio rebuscaba en su cama y en su mesilla, hasta que las vio debajo de la cama. —Aquí están. —Y Flavio sonrió, poniéndoselas y volviendo a ver por fin el mundo que le rodeaba.

—Qué hago yo sin ti. —Bromea dejando un beso en su sien y va directo a la cocina, encontrándose con la taza del chico ya en su sitio, sabiendo que ya había desayunado. —¿Qué dicen en las noticias? ¿Algo interesante?

—Hay muchas opiniones y pocos fundamentos, en realidad.

—Para variar. —Suspira y se echa una taza leche y coge un paquete de galletas "Dinosaurus", comiéndoselas mientras bebía algún sorbo del vaso, para que pudieran pasar por su garganta, y se sienta en la silla contigua donde antes estaba Gèrard. — Creo que es hasta mejor no mirar la televisión. —Comenta mirando una de las galletas y hace un poco el tonto con ella hasta que la muerde, y el rubio apaga la televisión.

—Pues tal cual. Oye, me alegra haberme despertado antes que tú.

Y Flavio no se dio cuenta de lo descansado que estaba hasta que miró hacia un lado y vio en el reflejo del espejo que las ojeras que siempre tenía parecían haber desaparecido levemente. — ¿Qué? ¿Te has aburrido sin mí? Y, por cierto, creo que ahora puedo intentar organizarme el día.

Gèrard esbozó una sonrisa amplia, e incluso pudo ver sus dientes en aquella sonrisa, haciendo que el ambiente que se respirase fuera incluso mejor. Y, como siempre, quería ayudar todo lo que pudiese al chico, por lo que fue a por un folio en blanco, completamente limpio, y en el fondo simbolizando el inicio de un nuevo día con nuevos retos. En apenas veinte minutos había conseguido cuadrar un horario con el que se sentía tranquilo y que le daba margen de maniobra por si los astros se alineaban y podía tocar el piano. Quién sabe... pero el mero hecho de que existiese la posibilidad de que pudiese volver a deslizarse por aquellas teclas, hacía su corazón latir y notar un pequeño calor en su pecho, reconfortante cuanto menos, y que le daba alas para seguir con los días que se aproximaban con algo de ilusión, para qué mentir. Llevaba dos años soñando con ese momento.

Al otro lado de la calle.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora