Capítulo 3: La marquesita hija de puta.

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SAMUEL

Se me había calentado la boca nada más verla. Carla sabia como jugar con todos, fuesen amigos de toda la vida, o simples follamigos. ¿Qué había sido yo? Otro pringado como el tio que la llenó de regalos y se paseó con ella tan campante por el instituto, con permiso del padre, prostituyéndola, y poniéndome rabioso de celos.

-¿Qué te parece? He venido a verte. ¿No es eso lo que querías?

-Puede. – respondió con una sonrisa enigmática sin moverse de la puerta de entrada. -En realidad esperaba la llegada de otros invitados. Pero no está mal lo que veo. ¿Cómo estás Samuel? – Carla seguía hablándome con el tono de un eco lejano, recubierta de hielo, subida a un pedestal alto y mirándome por encima del hombro. Metida en su papel de marquesa, esquiva, distante.

-De puta madre. Ni siquiera he notado tu ausencia estos meses. ¿Esperabas que si? – la había cagado increíblemente, me salía la rabia y no podía controlarlo. Ella era más lista, yo jugaba a corazón abierto, sin reservas, no como ella que usaba su mente retorcida para hundirme y hacerme daño.

-Ya veo. – continuó fríamente. -¿Y para eso has venido, para decirme que estás de puta madre y no te has acordado de mi? ¿Qué patético, no? – deslizó su mirada por mis pantalones, mirando lo que le gustaba, y ya conocía por haber estado dentro de ella, luego los zapatos y hasta arriba, encontrando mis ojos. Estaba a punto de explotar.

Sonreí de lado. Era la misma de siempre. Su maldad no tenía remedio a corto plazo, quizás nunca la tuviera, y me costaba limitarme a creerlo. Era mi culpa, solo mia por ser tan imbécil con ella y creer que tenia algo de buena persona estando conmigo. Obviamente no era así, pero cuando estaba en mis brazos Carla cambiaba. Se volvía cálida, cariñosa, me hacia sentir el único y me moría por estar con ella.

-¿Te parece que sigo pillado? No, te equivocas. He venido para dar la cara, al menos yo la doy, no como tú. Te largaste, me dijiste que nunca te había tenido. ¿Entonces por qué follábamos Carla? ¿Solo necesitabas una polla? ¿No te habría bastado un vibrador o un bote de desodorante?

Carla se echó a reír cínicamente. -¿Pero que me estás contando Samuel? Te he escrito un mensaje, y aquí estás, en lugar de estar con tu familia y la mugrosa esa de Rebeca. – bajó un par de escalones y se puso a mi altura. Cerró la enorme y lujosa puerta de entrada tras ella y me miró colocando sus manos frágiles sobre mis hombros. -Si te digo que me folles ahora... ¿Cuánto tardarías en sacártela?

 ¿Cuánto tardarías en sacártela?

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Dios. Su pregunta me pilló totalmente desprevenido. No esperaba que me volviese a pedir que la follase, estaba jugando conmigo claramente y eso le divertía. ¿Cuándo aprendería? Abrí los ojos, pestañeando varias veces frente a ella. Era la tia más guapa que habia visto de cerca en mi vida, más que Marina. Se acercó sinuosamente a mi cara y me acarició la barbilla usando su dedo índice.

-¿Me vas a decir que no te gustaba? ¿Eh? –puso su boca cerca de mi oído, susurrándome. -¿Me vas a decir que Rebeca es mejor que yo? Y una mierda... estás aquí porque sigo siendo la puta ama. Y tu eres mi esclavo Samu. No me tienes, pero yo si te tengo a ti. – colocó sus manos detrás de mi cuello, pegándome a su cuerpo, atraído a ella como un imán. No sé que me pasaba en la puta cabeza, pero había bastado solo una frase, un roce ligero de Carla para ponerme a cien desbocado y desear empotrarla una vez tras otra, aunque su desdén me matase luego. ¿Qué podía hacer?

La abracé, dejándome aplastar por mi instinto, que había anulado mi cabeza. Aspiré el perfume dulce que desprendía su cuello y sus muñecas; embriagado, deseando que su petición se formalizase. Carla era un precioso caramelo, la quería chupar, morder. Comérmela.

-Vale... me tienes. – confesé acercando mis labios a su rostro hecho de porcelana. -¿Es lo que querías escuchar? – Carla sonrió satisfecha por el triunfo. Me besó acariciando mis labios y jugó con mi labio inferior mordiéndome con una travesura que reconocía. Sin que lo esperase, buscó mi erección bajo el pantalón. Lo hizo rápidamente, como si ella también necesitase sentirme otra vez.

Quizás estaba loco, y me creía solamente lo que quería creer.

-¿Me quieres follar? – preguntó en voz baja, reteniendo en los labios el gesto de besarme, evidentemente guardándose el movimiento a esperas de lo que respondiera. Conocía a Carla, y ella a mi. Estaba a punto de caer... Sin embargo, algo me recordó la conversación dolorosa que mantuvimos en comisaria. Lo mal que lo había pasado al sentirme abandonado por ella. No quería volver a sentirlo.

-No. – la solté y la obligué a que me soltase. Su cara era un desconcierto, no estaba acostumbrada a que la rechazase. -Como solo soy una polla, esta noche, folla tu sola. – me di media vuelta, orgulloso de la bofetada épica que le había metido a la marquesita. Samuel 1, Carla 0.

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⏰ Última actualización: Aug 14, 2020 ⏰

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