El hermano Po una vez le dijo a Kuji "el coraje de todos los hombres," era como se le conocía a la espada dao. "Sostén la robusta cuchilla que te permite cortar a un enemigo y te sentirás más valiente de inmediato". Kuji no se sentía más valiente mientras agarraba el mango de su dao con las palmas húmedas y miraba hacia la puerta. Y su espada no se sentía muy robusta. Estaba oxidada y astillada, parecía que se rompería si la agitaba en el aire muy fuerte. Como era el recluta más joven de la Tríada del Ala Dorada, tuvo que esperar al final de la línea mientras las armas se repartían. Su espada era la última de la caja, la del fondo. "¿Ahora eres un verdadero soldado, eh?" Alguien se burló en ese momento. "Aunque no eres igual de fuerte que nosotros". El hermano Po estaba junto a la puerta con su pequeña hacha entre sus manos, era el arma preferida de la mayoría de los experimentados guerreros de la Tríada. Parecía calmado por fuera, pero Kuji podía ver su garganta moviéndose hacia arriba y hacia abajo repetidamente mientras tragaba, de la misma manera que lo hacía cuando iba a una gran jugada de dinero en Pai Sho. El Bloque de la Ciudad de Loongkau era prácticamente una fortaleza. Si Kuji tenía confianza en algo, era en el territorio de su banda. En la superficie, Loongkau no se veía diferente de sus distritos vecinos del anillo inferor de Ba Sing Se. La parte visible del bloque se elevaba al azar un par de pisos en el aire como un hongo en ciernes, desafiando la gravedad y la arquitectura del sonido. El recinto se extendía ilegalmente en el suelo capa por capa, muy por debajo de la superficie, era un secreto a voces. Cada nivel había sido excavado por debajo del anterior sin un plan sólido o interés alguno por la seguridad, reforzado con improvisados soportes de chatarra de madera, ladrillo de barro y trozos de metal oxidado. Y, sin embargo, LoongKau se mantuvo firme, posiblemente con la ayuda de los espíritus. El interior del bloque era un nudo de giros y vueltas, escaleras y pozos vacíos. Colmenas de sucios apartamentos exprimieron los caminos disponibles en puntos de estrangulamiento estrechos. Loongkau estaba plagado de trampas como la habitación donde esperaban Kuji y Po, que era una de las razones por las que los agentes de la ley nunca entraban al bloque de la ciudad. Hasta ahora. El jefe había sido notificado acerca de un ataque a la fortaleza del Ala Dorada que se llevaría a cabo ese mismo día. Cada hermano debía tomar posiciones hasta que la amenaza desapareciera. Kuji no sabía qué clase de enemigos podían irritar tanto a sus mayores. Él creía, que se necesitaban más policías de los que poseía el Anillo Inferior para sitiar Loongkau. A pesar de todo, el plan era fiable. Cualquiera que intentara llegar a los pisos inferiores tendría que atravesar un estrecho cuello de botella que pasaba por esa habitación. Kuji y Ning podrían atrapar a un intruso, dos contra uno. Y era poco probable que vieran acción, se recordó Kuji. El nivel de arriba estaba siendo merodeado por Gong "el cortador de garganta", el mejor asesino del jefe. Gong podría acechar y matar a un lagarto-mangosta en su propia guarida en la selva. Podría llenar un granero con todas las personas que había degollado--- Se oyó un choque en el piso de arriba. Pero no se escuchó voz alguna. El pequeño apartamento comenzó a sentirse como si fuera una jaula donde encierran a los animales. Po hizo un gesto con su hacha. "Los oiremos bajando las escaleras," susurró. "Ahí es donde los atacaremos." Kuji movió su oído en esa dirección. Estaba tan desesperado por escuchar cualquier señal de acercamiento que perdió el equilibrio y tropezó. Po puso los ojos en blanco. "Muy fuerte," siseó. Como para probar su punto, alguien voló a través de la puerta, rompiendo las bisagras, y chocó con Kuji. Gritó y aleteó con su dao, pero en el mejor de los casos logró golpear a la persona en la cabeza con su pomo. Po agarró al atacante y levantó su hacha para golpearlo, pero cambió su movimiento en el último segundo. Era el Gong el Corta Gargantas, inconsciente y lleno de sangre. Sus muñecas las tenía dobladas en sentido contrario y sus tobillos estaban atados con su propio garrote. "¡Hermano, Gong!" gritó Po, olvidando su propia lección de sigilo. "¿Qué fue lo que pasó?" Desde la pared opuesta al pasillo en el que se suponía debían enfocarse, un par de manoplas atravesaron el ladrillo. Envolvieron el cuello de Po por detrás, estrangulándolo, cortando sus palabras. Kuji vio cómo los ojos de su compañero se volvían blancos de terror antes de que Po fuera sacado de la habitación a través de la pared. Kuji miró al vacío con incredulidad estupefacta. Po era un hombre grande, y en un abrir y cerrar de ojos, había sido tomado como presa de un águila rapaz. El agujero por el que desapareció sólo reveló oscuridad. Afuera, las tablas del piso crujían por el peso de una persona que caminaba, como si un silencio completo fuera una capa que el enemigo podría usar y desechar a voluntad. El pisar de botas pesadas se acercaba más y más. La entreda se llenó, oscureciendo la tenue luz del pasillo, y una alta, increíblemente alta figura entró. Una delgada línea de sangre goteaba de su garganta, como si hubiera sido decapitada y pegada de nuevo. Un vestido de seda verde ondeaba debajo de la herida. Su cara era una máscara blanca, y sus ojos eran monstruosos vetas de rojo. Temblando, Kuji levantó su espada. Se movía tan lentamente que parecía que nadaba en el barro. La criatura lo vio blandir su espada, sus ojos en el metal, y de alguna manera, él sabía que era totalmente capaz de poner fin a la acción. Si le importaba. El borde del dao mordió el hombro de su oponente. Hubo un chasquido, y un dolor repentino azotó su mejilla. La espada se había roto, la mitad superior rebotando en la cara de Kuji. Era un espíritu. Tenía que serlo. Era un espíritu que podía atravesar paredes, un fantasma que podía flotar sobre pisos, una bestia impermeable a las espadas. Kuji dejó caer el mango de la inútil espada. Su madre le había dicho una vez que invocar al Avatar podría protegerlo del mal. Cuando era niño, sabía que ella inventaba historias. Pero eso no significaba que no pudiera decidir creerle ahora mismo. Por el momento, creía más de lo que creía en su vida. "El Avatar me protege," susurró mientras aún podía hablar. Se cayó por detrás y corrió a la esquina de la habitación, completamente cubierto por la larga sombra del espíritu. "¡Yangchen protégeme!" La mujer espiritual lo siguió y bajó su cara roja y blanca a la suya. Un humano habría juzgado a Kuji mientras se acobardaba así. La fría indiferencia en sus ojos era peor que cualquier lástima o diversión sádica. "Yangchen no está aquí ahora," dijo con una voz rica y dominante que habría sido hermosa si no hubiera tenido una indiferencia tan clara por su vida. "Yo sí." Kuji sollozó mientras una mano grande y poderosa lo agarraba por la barbilla con el pulgar y el índice. Fue suave, pero dio la seguridad de que ella podría arrancarle la mandíbula de la cabeza si así lo deseaba. La mujer inclinó su cara hacia arriba. "Ahora dime dónde puedo encontrar a tu jefe."
ESTÁS LEYENDO
The Shadow of Kyoshi.
AdventureEl lugar de Kyoshi como el verdadero Avatar finalmente ha sido cementado, pero a un alto costo. Sin sus mentores, Kyoshi viaja a través de las Cuatro Naciones, luchando por mantener la paz. Mientras su reputación crece, una misteriosa amenaza emerge...