Supongo que esto es un adiós

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- Venga Car! Qué pasa?! - dijo Julia, impaciente. 

- No puede ser tan malo - añadió Verónica. 

Me armé de valor y comencé a hablar. 

- A mi madre le han ofrecido un nuevo trabajo, una oferta que no puede rechazar - empecé. 

- Eso es genial! - comentó Ronnie. 

- Si, bueno, lo sería si le hubieran ofrecido un trabajo aquí, en la ciudad.

Me miraron con los ojos como platos. 

- Nos tenemos que mudar a Aurora, Cayuga.

Un silencio casi aterrador irrumpió en la mesa. 

Ambas dejaron de masticar sus respectivas comidas. 

Tras varios segundos de incómodo silencio Verónica abrió la boca.

- Te vas? - dijo con un tono sombrío. 

Asentí lentamente con la cabeza. 

- A cuánto queda ese pueblo de aquí? - me preguntó Julia.

- A unas 4 horas aproximadamente. 

La mirada dulce de Julia poco a poco empezó a transformarse en una de las miradas más tristes que había visto. Se me rompió el corazón al ver que sus lágrimas se le escapaban de los ojos. 

Pude ver como a Ronnie se le asomaban las lágrimas también, pero se las arregló para evitar que cayeran. Siempre ha sido muy fuerte y nunca le ha gustado llorar delante de nadie, aún que yo sé que sufre, por mucho que lo quiera ocultar. 

- Vendré a veros todos los días que me sean posibles - les prometí. 

- Nosotras haremos lo mismo - dijo Verónica - aún que son cuatro horas yo puedo llevar a Julia en mi coche siempre que haga falta. 

Julia se secó las lágrimas y le sonrió a Ronnie. 

- Caroline, esto va a funcionar. Nosotras no te vamos a olvidar nunca. Será diferente, claro, pero te prometo que siempre estaremos juntas.

Mientras Julia decía esto, Ronnie sacó su teléfono y me mostró la imagen de lo que parecía un pequeño instituto. 

- Este es el instituto de Aurora. Ya, es muy pequeño y anticuado  comparado con este, pero a lo mejor un cambio de aires te sientan bien. 

Por lo que pude ver el instituto de Aurora era muy diferente a este, al menos por fuera. Supongo que no tiene nada que ver con el mio. El nuestro es privado y bastante caro. En la web pone que en Aurora es público. 

Las chicas se entusiasmaron un poco con la idea de pasar unas semanas conmigo en el pueblo. Me pareció raro, ya que las conozco mucho y no estoy segura de que puedan vivir sin sus lujos. Supongo que lo hacen por mi. 

Pasamos el resto de la comida haciendo planes sobre viajes al pueblo y mis visitas a la ciudad. Se apiadaron de mi por tener que vivir con Emma, encima en un sitio mucho más pequeño que nuestro actual ático. No sé si estoy mentalmente lista para eso. 

Al salir del instituto las chicas me acompañaron a casa. 

Estuvimos todo el camino hablando, continuando la conversación que dejamos en la hora de la comida. 

- Queréis subir? - les pregunté.

Las dos aceptaron y nos metimos en el ascensor. 

Cómo cada día, George nos saludó con su sonrisa habitual. 

Ronnie retocó su maquillaje delante del espejo, y Julia y yo la contemplamos, sonriendo. Esto ha sido una tradición durante años. Llegar a mi casa, invitarlas a subir, saludar a George  y ver como Verónica se retoca el maquillaje. Voy a hechar tanto de menos esta rutina... 

Y estamos en el piso 33. 

Julia empujó la puerta y salimos. 

Saqué las llaves para abrir la puerta. 

Verónica empuja la puerta y al entrar veo a un hombre de espaldas, con ropa vieja. 

- Y que hago yo Helen?! No puedes hacerme esto! - gritó. 

Reconocí la voz enseguida. 

Al escucharnos entrar el hombre se giró.

- Papá?  

Más allá de la nieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora