Capítulo 1

2K 129 21
                                    

La noche era helada, Lucía observaba desde una esquina la entrada al local Séptimo Cielo. Él estaba dentro siéndole infiel mientras que creía que ella estaba en casa calentándole la cama, pero se equivocaba. Llevaba un mes sospechando de que Raúl se veía con otras a escondidas, aquel día decidió seguirle y quitarse la venda de los ojos. No se equivocó, lo vio entrar con dos rubias. Había buscado en Google referencias del local y su instinto estaba en lo cierto, era un lugar de alterne.

Dio un paso hacia adelante, decidida a montarle un escándalo, pero no llegó a cruzar la calle. Se sintió estúpida, el que creía que era su novio fiel y la amaba era un gilipollas engreído. La única que se pondría en evidencia sería ella misma, no merecía su atención ni siquiera sus lágrimas. Se dio la vuelta con un pensamiento muy claro, no volvería a verlo. Desaparecería de su vida sin dar explicaciones y se perdería buscando un nuevo camino hasta encontrarlo de nuevo.

De regreso al piso que compartía con Raúl pasó por delante de un local que se llamaba Atalaya. El cuerpo le pedía una copa de alcohol, necesitaba deshacer el nudo que tenía en la garganta. Se armó de valor y entró, no era algo que hiciera habitualmente, pero su única compañía eran sus sentimientos a flor de piel y necesitaba calmarlos. Respiró profundamente y empujó la puerta metálica de color negro con la mano, se quedó parada en la entrada cuando vio un largo pasillo con un notable desnivel hacia un piso inferior. Anduvo por un suelo de color negro observando las paredes burdeos con cuadros de mujeres pin up desnudas. Al fondo había otra puerta con el pomo de una calavera y con un cartel de neón que decía claramente: bajo mis dominios.

Por un momento pensó en darse la vuelta, pero no quería ser la conformista aburrida e imbécil que había sido con Raúl. Esa noche de verdades y dolor quería ser otra persona, deseaba ponerse en la piel de una mujer libre. Con decisión abrió la puerta y entró, el corazón se le heló cuando vio lo que allí había metido. Toda esa seguridad momentánea desapareció en un instante. Dos grupos de moteros de bandas rivales se estaban peleando a sangre fría. Lucía se quedó contra la pared aterrada, por más que intentaba guiar a sus piernas estas no se movían, se habían clavado al suelo como un clavo.

Uno de los hombres salió despedido colisionando contra la pared donde ella se encontraba. Tenía heridas ensangrentadas por todo el cuerpo. Lucía sin pensar en lo que hacía fue a socorrerlo, lo cogió del brazo y lo ayudó a levantarse. Este pensando que era uno de los tipos de la pelea, cerró el puño para golpearla, pero en pleno impulso se detuvo al ver que se trataba de una mujer.

― ¡Qué coño haces aquí? ―preguntó vociferando a un palmo de su cara.

―Solo quería tomarme una copa, yo no sabía ―miró alrededor intentando buscar una palabra que describiera esa situación.

― ¡Joder! ―gritó escupiendo.

Aquel tipo se quitó la chupa y la obligó a ponérsela. Algunos de los hombres lo miraron extrañados, pero siguieron peleando hasta que la violencia paró cuando, el bando rival de los Mohicanos, se retiraron tras las bajas, pero con una promesa de venganza. Su líder miró a Lucía riéndose y limpiándose la sangre del labio con el dorso de la mano. Su inesperado protector cerró el puño negando y sacó una pistola que disparó fallando a propósito, solo quería asustarlo. El Indio, así llamaban al presidente de los Mohicanos, salió corriendo. De pronto todo se quedó en silencio salvo por los quejidos de varios heridos.

―Dante, ¿por qué le has dado tu chupa a esa tía? ¿Quién es? ―preguntó Rocky sujetándose el costado.

―No lo sé, una loca que quería tomar un trago en nuestro local privado ―la miró en desaprobación―. Preciosa, esto traerá consecuencias. ― Miró a su amigo y habló preocupado―. El Indio se ha quedado con su cara y piensa que es mi vieja dama.

Dante, bajo mis dominiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora