Capítulo 4

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Llegaron a un taller mecánico, Dante se dedicaba a la restauración de motos chopper. Era su pasión y forma de vida. Lucía se impresionó por la cantidad de motos y empleados que trabajaban en el taller, todos ellos hermanos del club Atalaya.

La llevó directamente a la cafetería habilitada exclusivamente para el personal. Varias mujeres estaban tomando café en la barra y otras preparaban bocadillos en la pequeña cocina para cuando llegara la hora del descanso de los chicos.

―Chica de cristal, te dejo con nuestras mujeres. Ellas te enseñaran todo lo que hay que saber sobre el club. Pórtate bien y no me des dolores de cabeza―. Dante la dejó sola con aquellas féminas que la observaban como si fuera carnaza.

Carla al verla indecisa y cohibida le dio un abrazo reconfortante y la llevó del brazo a la barra. Le ofreció un café que con gusto aceptó. Muchas de las chicas la miraron con burla y eso le molestó, pero no diría nada puesto que no quería problemas. Allí era una mera invitada en un territorio que desconocía por completo.

―A la mosquita muerta le ha tocado el premio gordo con Dante, muchas llevamos años detrás de su culo y ni puto caso. Ahora llegas tú con esa cara angelical y de no haber roto un plato en tu vida y te lo llevas de calle―. Soltó Susan, unas de las chicas solteras que rondaban el club.

―Susan, es la mujer del prez. Sé amable si no quieres que Dante te ponga de patitas en la calle. Lucía es su mujer y todas le debemos respeto―explicó Carla enfrentándose a esa descarada.

Esta apretó la boca hasta formar una fina línea con los labios y clavó el cuchillo en la madera de la barra. Se marchó indignada a la calle, llevaba detrás de la chupa de Dante mucho tiempo y no le había sentado nada bien que Lucía le quitara lo que desea: ser la mujer del presidente del Atalaya.

―No le hagas caso a Susan, es una trepa que solo busca una posición privilegiada dentro del club. Por cierto, me llamo Erika y soy la mujer de Lucas.

Las chicas fueron a un saloncito que se habían montado en un rincón del taller, allí pasaban el rato rodeadas de piezas de motor y neumáticos. Había llegado la hora de poner al día a la nueva sobre la hermandad.

Carla le habló del valor del club y su subcultura outlaw, que en otras palabras quería decir fuera de la ley. Lo que implica un rechazo radical a la autoridad y la adopción del estilo de vida motero. Le explicó la importancia de llevar la chupa y su significado. La pertenencia se indica vistiendo el parche motero, o parche en tres partes: en la espalda o el chaleco del club. Tuvo que reconocer que una minoría, como el club de los Mohicanos, se les relaciona con las pandillas criminales que se involucran en actividades delictivas, pero ―que el club Atalaya a pesar de estar fuera de la ley― no eran unos bandidos sin escrúpulos. Ellos velaban por los más débiles, la comunidad.

Lucía escuchaba atentamente sin perder detalle, en un principio había pensado que eran un grupo de amigos de la calle que compartían una afición, pero aquella gente formaba una gran familia de moteros y todos tenían un cargo y jerarquía dentro del club.

Carla siguió con la explicación, Dante le había pedido que se encargara de ese detalle. Le explicó los cargos que desempeñaban cada miembro importante. Eran una junta directiva u oficiales compuestos por: Dante, presidente. Rocky: V-presidente. Lucas: Sargento de Armas. Tim: secretario. Mike: Tesorero y Sam: Capitán de Carretera. Por último, estaba Cuero, el aspirante, miembro del club que está por ganar su puesto.

― ¿Tienes alguna duda? ―preguntó Carla.

―La verdad que me lo has explicado muy bien, aunque hay algo que no entiendo. Dante me llamó vieja dama, ¿qué significa?

―Pequeña, ser la vieja dama de un motero es un honor que las mujeres llevamos con orgullo. Cuando un Atalaya decide que una mujer le gusta lo suficiente como para que sea de su propiedad exclusiva, la coge bajo sus dominios como su vieja dama. El término es usado con cariño, no como falta de respeto.

―Todo esto es un poco desconcertante y difícil de asimilar, mi vida era muy simple. ¿Vosotras sois viejas damas? ―quiso saber por curiosidad.

―Sí, las que aquí estamos sentadas contigo. Aquellas de la barra son caramelitos, mujeres de compañía, pero sin compromiso y las dos de la derecha son culos dulces. Mujeres que viven en el club y son de su propiedad. Estas acuden en busca de protección y para conseguir un techo. Su papel es mantener limpio el club y las motos. Su meta principal es conseguir ser una vieja dama de alguno de los miembros.

―Susan es un culo dulce, ¿no?

―Sí, y una tipeja de mucho cuidado como Daniela. ― Carla escupió en el suelo al pronunciar su nombre―. Por su culpa estamos metidos en un gran lío.

Lucía miró de soslayo a Dante, este estaba agachado arreglando el tubo de escape de una chopper, llevaba puesto un mono de trabajo muy ajustado al cuerpo. Apreció cada rasgo de su hombría, era un hombre atractivo con una sensual sombra incipiente de barba. Su mirada oscura y amenazante era de color café a juego con su melena castaña. No le extrañaba que las féminas fueran suspirando por él, era un pecado infernal.

Él pareció notar que lo observaban y miró en su misma dirección conectando las miradas, fueron segundos de silencio, pero unos que empezaba a florecer nuevos sentimientos.

Dejó la llave inglesa en el suelo y se secó el sudor con un pañuelo que colgaba del bolsillo de su pantalón trasero. Caminando de forma chulesca se acercó a Lucía y le tendió la mano, esta lo miró recelosa, pero la aceptó. Se despidió de las chicas con una cálida sonrisa y se dejó guiar por aquel depredador. La llevó al despacho y cerró la puerta con llave.

―Tengo algo para ti, quítate la chupa―. Dante abrió una taquilla y sacó un chaleco de la talla de Lucía con un parche en la espalda que indicaba que era de su propiedad.

― ¿Qué significa esto? ―preguntó confusa.

―Significa que te reconozco como mi vieja dama, ahora eres mía y de nadie más―. Sentenció.

―No hace falta que hagas todo esto, cuando arregles las cosas con aquel tipo esta situación se acabará. Puedes guardarte el chaleco para la mujer que se gane tu corazón―. No quería que le otorgara honores que carecían de valor.

―Escúchame chica de cristal, nunca, nunca, hago las cosas sin pensar. No sé, pero fuiste mi destino cruzado sin buscarlo.

A Lucía le dio un vuelco el corazón, había pronunciado las palabras mágicas que llevaba tanto tiempo esperando. Fue la primera vez que le sonrío y aquella inocente emoción hizo sonreír a Dante que la cautivó por completo.

― ¿Y ahora qué?

―Ahora tu mundo, va a cambiar bajo mis dominios.

Dante dio un paso y enredó los dedos en su larga melena rubia, la miró intensamente y acercó su boca a la suya. Sus labios se tocaron por primera vez y la chispa surgió en sus vientres sintiendo mil motores rugiendo. Fue un beso posesivo por parte de ambos. Lucía acababa de firmar un pacto con el diablo, uno que cambiaría su vida por completo.

Dante, bajo mis dominiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora