Capítulo 10

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Tres meses después.

Lucía llevaba toda la mañana visitando enfermos, su chico le había montado un local al lado del taller para tener su consulta privada. Quería que siguiera consiguiendo sus sueños, y sabía que ser doctora era muy importante para ella pues supo su significado el día que compartió con él la historia personal del dibujo del muro.

Esperó a que saliera su última paciente para robarle un beso, tenía una sorpresita para ella y quería secuestrarla un rato. La observó desde el umbral, ella estaba ensimismada en sus papeles con aquellas gafas tan sexys que llevaba puestas. Entró y cerró la puerta de un golpe queriendo llamar su atención. Lucía levantó la vista y vio a su motero sonriéndole, se le hacía la boca agua cuando sonreía de esa manera tan perversa. Él se apoyó en la mesa y se inclinó para darle un beso tras otro, cuando probaba su boca no tenía fin.

―Dame la mano―pidió Dante misterioso.

―Tengo que trabajar, no puedes esperar a después―lo hizo a propósito, era consciente de que a su chico le molestaba que él no fuera su primera opción.

―Chica de cristal, no me cabrees que hoy estoy muy contento.

Lucía se levantó y le dio la mano, este la arrimó a su cuerpo y la besó en el hueco del cuello volviéndola loca, era su punto débil. La cogió en brazos y salieron así de la consulta mientras iba saludando a todos sus hermanos que se cruzaba en el camino.

―Me encanta que hoy lleves falda―le dio un beso para que no protestara.

Llegaron a la Harley y subió con ella en brazos, una vez acomodado cambió la posición de su chica y la sentó encima de él quedando frente a frente.

―Dante, ¿qué vas a hacer? Esto es peligroso―. Vio sus intenciones de salir a la carretera en esa postura.

―Mi segundo nombre es peligro, chica de cristal―. Le dio un pico en los labios y arrancó la moto. Sus hombres lo vitorearon y Lucía escondió la cara en el hueco de su cuello muerta de vergüenza y divertida a la misma vez.

Dante se dirigió a las afueras de la ciudad y rodó con tranquilidad disfrutando del sol y del viento en su rostro. Ella se deleitó de la sensación de estar entre los brazos de su hombre mientras conducía. Al cabo de unos veinticinco minutos llegaron a una cabaña en mitad del bosque. Paró la moto y se quitó el casco tirándolo sin cuidado al suelo, necesitaba besar a Lucía. Enredaron sus bocas y él bajó de la moto con las piernas de su chica entrelazadas a su cadera.

―¿Qué significa esto? ―preguntó contra sus labios.

―Hoy hace tres meses que te encontré y te reclamé sin conocerte―. Lucía se quedó sorprendida, había estado tan sumergida en su trabajo que se olvidó por completo. No podía creer que su chico duro fuera un romántico empedernido.

―Eres una caja de sorpresa―susurró enamorada de su hombre bruto.

Entró a la cabaña con ella en brazos y le pidió que cerrara los ojos, esta obedeció divertida. La posó en el suelo y la guio por la estancia hasta un rincón.

―Abre los ojos

Lucía los abrió y se quedó muerta, delante de ella había un lienzo y su rostro estaba dibujado resaltando un rasgo de su cara, los ojos. Dante había dibujado a su chica de cristal de manera especial, con la mirada brillante de amor y sensualidad. Se emocionó y las lágrimas fueron prueba de ello, las palabras no le salían, se ahogaron en la garganta. Estaba asombrada porque no sabía que su chico fuera un artista.

―Dante... ―la abrazó desde atrás y la besó el cabello.

―Así te veo yo, eres mi destino cruzado, mi vida, mi ángel guardián, mi guerrera y mi camino. Chica de cristal, te quiero. ― Fue la primera vez que escuchó esas dos palabras en su boca.

―Yo ―se dio la vuelta y escondió la cara en su pecho―. Llevo toda la vida esperándote, soñando con una vida como esta y tú me la has dado. Te quiero, Dante y solo mi corazón sabe cuánto te amo.

―Quiero emborracharme con el ron miel que desprende tu sexo

No hubo más palabras que el lenguaje de sus cuerpos, se quitaron la ropa hasta quedar desnudos por completo. Se deseaban de una manera loca. Lucía se dio cuenta de que Dante se había tatuado en la cadera las dos palabras mágicas: destinos cruzados, era el mismo tatuaje que ella tenía en la misma parte del cuerpo. Lo rozó con el dedo y sonrió, era lo más bonito que nadie había hecho nunca por ella.

Se besaron largo y tendido, explorando las sensaciones más exquisitas de los preliminares, el deseo del uno por el otro. Se tumbaron en el suelo al calor de la apuesta del sol, los rayos entraban por el gran ventanal iluminando su piel sudorosa.

―Me apetece un trago

Se levantó y cogió una botella de vodka, Lucía admiró las espléndidas vistas. Le encantaba observar el movimiento tan sexy de sus glúteos turgentes y duros como una piedra. La agarró y la desenroscó con los dientes mirándola con picardía, le dio un trago que bajó ardiendo por su garganta. Sonriente anduvo con sus andares chulescos y se arrodilló entre sus piernas con el pene excitado, dio otro trago y retuvo la bebida en su boca. Inclinó la cabeza y escupió el líquido en su sexo, dejó el vodka a un lado y con las manos abrió sus muslos. Sacó la lengua y le dio un placentero lametón que la estremeció de pies a cabeza.

Gateó por su cuerpo hasta su boca, jugó con su lengua y después fue bajando, dejando un reguero de besos. Empezó por su mejilla, mentón, cuello, se entretuvo en sus pezones, siguió por su abdomen hasta llegar de nuevo a su sonrisa vertical. Lucía, expectante, vio que cogía el pincel, con dos dedos le abrió los labios vaginales y dibujó en su carne hinchada lo que sentía por ella: te quiero.

―Siempre estarás bajo mis dominios, chica de cristal.

Se hundió en su cuerpo despertando sensaciones extraordinarias, ella enlazó las piernas en su cadera para mayor profundidad y él le alzó los brazos por encima de la cabeza para chupar sus pechos. Acompasaron sus movimientos de pelvis gozando del sexo, buscando el placer hasta que ambos gimieron y alcanzaron el clímax a la vez.

Recuperando el aliento, Lucía se acurrucó entre sus brazos, se había convertido en su lugar favorito y escuchó el latido de corazón de su hombre peligroso.

― ¿Y ahora qué? ―preguntó Lucía.

―Ahora, viviremos quemando nuestro deseo en la boca del otro hasta que la muerte nos vuelva a reunir.

Dante, bajo mis dominiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora