28

197 5 1
                                    


Me fui a mi casa porque no quería estar ahí cuando Jorge volviera, además que ni siquiera estaban sus hermanos para cuidarlos así que no tenía ninguna excusa para quedarme.

Me di una ducha caliente porque quería que el agua se llevara mis problemas al menos durante 30 minutos, que se evaporaran en el aire y que no volvieran nunca más, aunque sabía que en este momento esa no era una opción, a pesar de todo yo seguía siendo una estúpida y seguía enamorada de alguien que no me correspondía y nunca lo iba a hacer.

Salí de la ducha y me puse unos Jeans desgastados y la misma playera de Inglaterra que llevaba puesta antes de ducharme. Necesitaba más que nunca un abrazo y alguien para hablar, así que tomé mi celular y marqué el número de Vanessa, quien respondió luego de cinco timbres.

-¿Hola?-Me respondió con una voz algo somnolienta.

-Lo siento, ¿te desperté?

-Sí, estaba echándome una siesta pero no importa-Bostezó-¿Sucede algo?

-¿Puedes venir?-Pregunté golpeando nerviosamente mi pierna con mis uñas. Estaba a punto de llorar otra vez.

-Claro, Stoessel. ¿Sabes? Suenas algo triste.

-Lo sé-Gemí-. Creo que hay varias cosas que tengo que contarte.

-Voy enseguida, cariño-Dijo por último y cortó.

Estuve dando mil vueltas por toda la casa. Encendiendo y apagando la tele, cambiando y cambiando de canal. Quería distraerme con algo porque estaba segura de que si pensaba en Jorge más de lo debido terminaría en un mar de lágrimas de nuevo y odiaba parecer débil, por cualquier cosa, y por un chico, que no era cualquier chico sino que era Jorge Blanco, lo hacía ver todavía más patético.

Veinte minutos después sonó el timbre. Abrí y encontré a mi morena amiga vestida toda de negro como solía hace. Me miraba con gesto preocupado y yo tuve que retener mis lágrimas de nuevo. Me abrazó y luego entró a la casa.

-¿Qué sucedió? ¿Jorge te hizo algo? Porque si te hizo algo juro que le voy a romper todo ese rostro bonito que tienes y luego lo descuartizaré y daré de comer sus restos a los perros de...

-Lodovica-La interrumpí.

-Lo siento, pero tengo ese presentimiento de que esto tiene que ver con Jorge.

-Totalmente cierto-Suspiré y me senté en el sillón, Lodovica se sentó en el sillón del frente.

-¿Qué sucedió?

-Sucedió que soy la estúpida más grande en este mundo.

-No digas eso, Martina-Me regañó-. No es así, que estés triste no te hace estúpida.

-Estúpida me hace el hecho de haber caído en la trampa de Jorge.

-Te conozco, sabía que iba a pasar-Gruñó -. ¿Te enamoraste de Blanco, verdad? Y él te lastimó.

-Me siento patética.

-Vale, cuéntame todo, principio a fin.

-Sí, lamentablemente me enamoré de ese bastardo. Ayer me acosté con él...

-Te acostaste con él-Dijo en tono frustrado.

-Sí-Hice una mueca-. El asunto no llega ahí. Me dijo que yo le gustaba.

-¿Qué?

-Me pidió ser su novia.

-¿¡Qué!?

-Le dije que sí.

-¡Martina!-Chilló, exasperada-. Que Jorge Blanco te pida ser su novia de por sí nunca será una buena señal.

-Me llevó a su entrenamiento de fútbol hoy en la mañana, yo fui a la universidad mientras a ver algunas cosas, me llamó para no sé qué, y dejó su celular prendido.

-Me imagino qué viene ahora. ¿Lo escuchaste hablar con una chica?

-No. Creo que era con su amigo ese... Diego. Los escuché hablando de...-Me mordí el labio inferior, estaba a punto de romper en llanto otra vez, pero no iba a darle esa satisfacción a Jorge.

-¿De qué?

-De que yo era una apuesta-Solté, y no pude evitar soltar una lágrima que limpié efusivamente. Lodovica se acercó y me abrazó, a pesar de ser que le gustara el Heavy Metal y siempre vistiera de negro, era la chica más dulce del mundo-. Tenía que acostarse conmigo.

-¿Y por qué el muy maldito te pidió que fueras su novia?-Gruñó. Aparte de ser la persona más tierna del mundo, también podía ser la más terrorífica.

-No tengo idea.

-Ya está, voy a partirle la cara-Se levantó dispuesta a ir, y conociéndola, lo haría.

-Lodovica para, golpearlo no va a solucionar nada-La detuve.

-¡Pero le va a doler! Las va a pagar no puede herirte así como así y...

-Él cree que no lo hizo.

-¿De qué hablas?

-Le hice creer que me había encontrado con Peter Lanzani (antes era Alex no séqué) y le dije que no podíamos estar juntos porque yo aún le amaba.

-¿Qué?-Preguntó, completamente consternada.

-Eso, se ha enojado, de verdad es un buen actor porque pareció dolido. El caso es que si vas a golpearlo va a saber que le mentí.

-¡Pero si no ves a Peter hace como 2 años!-Chilló-. ¿Cómo le vas a hacer, eh?

-Él no tiene por qué enterarse de que Peter no está aquí, ni siquiera le importa así que da igual.

-Quiero venganza, Él no puede hacerte esto y simplemente... salirse con la suya.

-Lodovica sabes que vengarse no...

-Oh no me vengas con tus ideales ahora, Stoessel. Quieras o no voy a hacer que Jorge pague por hacerte sufrir.

-No es necesario Lodovica, no vale la pena es un idiota.

-Sinceramente no esperé que pudiera pasar. Sí creía que quizás terminarías enredándote en sus sábanas eso era obvio pero...¿enamorarte?

-Ni siquiera yo me la creo-Suspiré-. Soy una idiota.

-Métete en la cabeza que no eres tú la idiota, él es el idiota.

-Ambos lo somos. Él por inventar este juego y yo por jugarlo. Él es el idiota, yo soy la ilusa.

-Dulce, no estés triste-Me abrazó de nuevo-. Ese maldito imbécil no merece que sufras por él.

El timbre sonó. Me paralicé por un momento pensando que sería Justin, pero luego de pensármelo por 10 segundos, eso era imposible, porque la única razón por la que tendría que estar aquí sería para pedirme disculpas (quizás por ganar alguna apuesta) pero yo conocía lo suficiente a Jorge Blanco como para saber que él no perdería el orgullo ante ninguna chica.

-¿Es él?-Preguntó Lodovica. Por el bien de Jorge que no fuera él, porque Lodo iba a aventarle un buen puñetazo.

-No, no creo. Espera aquí-Dije y fui a abrir la puerta, y como si hubiera leído mi mente, como si hubiera sabido que lo metí en una conversación en la que no debió involucrarse, estaba ahí de pie, materializado tan real que parecía irreal, ahí en mi puerta, con sus ojos miel y sus labios de infarto.

Peter Lanzani.

La niñeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora