Mi roomie caliente.

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Ésta historia fue muy pedida por una fan, que literalmente rogó que la hiciéramos. Así que acá está, y es dedicada a la mejor fan de todos los tiempos: @euge23casiangeles

Gracias por ser tan ignorante. Gracias por pedir tanto ésta novela. Y miles de gracias por tus comentarios tan lindos.

Con mucho amor, de parte de:

beingmilipili    Sanira2003  Naaahiiolivaresss   y   unpomelo_

Te queremos.

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Marizza.

Hoy se cumplía exactamente una semana de haberme mudado a un apartamento sola. Aunque no estaba sola realmente, sino que, por contrato de la inmobiliaria, éste espacio tendría que ser compartido con un Roomie, ya que al estar tan cerca de la UDH —Universidad de derechos humanos—, muchos estudiantes vivían lo más cerca posible. En mi caso, yo no estudiaba en ésa universidad —apenas había terminado el secundario y todavía no me había decidido por una universidad—, pero mi compañero de apartamento si.

Se llama Pablo Bustamante, y su apariencia es la de un Ken, sin exagerar. Es rubio, casi castaño, y con ojos azules, alto, flaco y algo marcado, pero no con muchos músculos.

Literalmente: está para comérselo entero.

Aunque por desgracia, su belleza es lo único que tiene. Es descerebrado, ¡vaya que lo es! Además de ser un mujeriego que intenta coquetear con cualquier cosa que se mueva. En serio, lo que sea. Por suerte, algo bueno tiene bajo toda esa estupidez, y es que sabe cocinar, por lo que él es el encargado de hacer la cena para ambos mientras que yo lavo los platos, para estar de igual a igual.

Y eso es justo lo que estoy haciendo ahora: lavar los platos.

Pablo está con la mirada fija en mi, curioseando un poco en mis habilidades para dejar el vidrio, con forma redonda, brilloso.

— ¿Querés una invitación, o qué?

Él me fulmina con la mirada.

— ¿No puedo mirar ahora? — pregunta alzando una ceja.

— No. No podes, idiota.

— Sabes qué es lo único que te falta para ser una camionera? Insultarme — forma una linea con sus labios —. Ah, espera, ya lo hiciste. ¡Felicidades Marizza, sos una camionera! — grita con una sonrisa victoriosa en la cara.

Ni siquiera sabe insultar, el muy tarado. Me recuerda a alguien...

— Ay Pablito, ¿no te das cuenta que ni para insultar a alguien servis? — pregunto dejando los platos en el lavabo, con la canilla abierta.

Aprieta la mandíbula y sonrío de lado, sintiéndome mejor por molestarlo.

— Sirvo para otras cosas — dice luego de unos segundos, guiñando el ojo —. Podrías averiguar para que.

Ruedo los ojos y vuelvo a mi labor, lavar los platos sucios. Cada día me sorprende más la manera que tiene de intentar levantarse a una mujer con cualquier cosa. Siempre tiene algún piropo barato, oraciones con doble sentido, y hasta con que darme la vuelta toda la situación, así sea que le esté hablando de un cachorro. No sé como hace.

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