Capítulo Tres: Odio

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—Pájaro —escuchaba de nuevo Clark entre sueños—

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—Pájaro —escuchaba de nuevo Clark entre sueños—. Pájaro, pájaro.

—Sí, ya la escuché —decía Kent mientras abría los ojos, pero notando que ya no tenía su manta—. ¡Oye! —gritó viendo cómo la mujer corría con su manta.

—¡Pájaro, pájaro! —repetía la mujer alejándose; sujetando la manta con una mano.

Clark se paró rápido con intenciones de ir tras ella. Pero a media calle exclamó:

—Me lleva la...

Kent retomó sus pasos para así tomar sus cosas, guardando rápido su cartón para así acomodarse su mochila.

—Pájaro, pájaro —repetía la mujer mientras corría por una bajada al haber cruzado una avenida.

—¡Oye! —gritaba Clark a una cuadra por detrás—. ¡Detente!

—¡Pájaro, pájaro! —exclamaba más fuerte la mujer mientras aumentaba la huida.

Pronto la mujer llegó a una calle bastante transitada, esquivando varios autos que frenaban y pitaban contra la misma. 

—¡Oye! —repetía Clark intentando cruzar también, pero teniendo que dar un paso hacia atrás para evitar un auto. 

—¡Pon atención estúpido! —le gritó el conductor que casi lo atropelló. 

Kent solo alzó la cabeza, buscando a la mujer, pero esta ya se había perdido entre la multitud. 

—Mi manta —exclamó con resignación.  

—Aquí tienes —decía Joe inclinándose para estar a la altura de un niño, entregándole un cómic de Los Cuatro Fantásticos. 

—Gracias, señor —dijo el niño mientras le entregaba a Joe unos centavos—. Pero, ¿ya no hay de Superman? 

—No —respondió Joe—, es un mal superhéroe. 

—No lo es —increpó el niño. 

—Sí lo es —aseguró Joe—. Es una basura que solo le gusta a los niños que se quedan ¡calvos! 

—¡Mamá! —gritó el niño corriendo lejos él.

—¡Señora, su hija está loco! —gritó el hombre mayor mientras la mujer tomaba a su hijo de la espalda, mirándole con severidad para así retirarse. 

—Luego preguntas por qué no tenemos clientes —aseguraba Clark llegando a la esquina de esa calle para tomar de la silla de bolear su trapo y las herramientas.   

—Llegas tarde —le dijo Joe cruzando los brazos—. Te lo descontaré de tu salario. 

—¿Cuál salario? —preguntó Clark mirando la lata del suelo vacía. 

Pero en eso, Kent escuchó unos tacones, y al girar vio a una mujer bien vestida. Media de uno sesenta y nueve. Era de tez blanca, con una cabellera castaña que le llegaba un poco por encima del cuello. Su rostro era bastante cálido y femenino, al igual que sus manos que sostenían la correa de su bolso. Por momentos, Clark se quedó sumergido en aquellos ojos verdes que poseía la mujer. 

Superman RenacimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora