Capítulo Uno: Traición

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Nos encontramos cuarenta y dos horas lejos de Metrópolis, en las calles de Hollywood Boulevard/Los Ángeles por la noche

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Nos encontramos cuarenta y dos horas lejos de Metrópolis, en las calles de Hollywood Boulevard/Los Ángeles por la noche. Ahí, es donde normalmente mucha gente disfrazada de los superhéroes más famosos del momento, como Flash y los Cuatros Fantásticos, ofrecían el tomarse fotografías a cambio de unos dólares. Y entre este cúmulo de superhéroes deformes, nos centraremos en uno en específico. Este traía un traje de Iron Man, basado en el último diseño que el filántropo Tony Stark, había utilizado en su reciente pelea contra Hulk. Se trataba de unas botas rojas, piernas amarillas con un agarre entre la entrepierna color rojo. La pechera era del mismo color, con un reactor circular amarillo. Los brazos y manos seguían el mismo patrón que las piernas. El casco parecía una concha, amarilla del frente y rojo de los lados; con tres pequeños rectángulos al frente, dos para los ojos, y una en la boca. Pero mientras el traje de Stark era de titanio, y tenía un diseño elegante e imponente. Este disfraz era de tela, con fomi por dentro para tratar de simular musculatura, cosa que le daba cierta deformidad. Y el casco era lo peor, sencillamente horrible. El rectángulo de la boca no estaba horizontal como debía, estaba inclinada a la izquierda. Y esto sumado al sudor marcado en las axilas... No sería la primera persona con la que quisieras tomarte una foto. Pero, solo era un dólar lo que cobraba, y de vez en cuando encontraba gente que por tener niños, o por pena directamente, se tomaban la foto.

Una vez terminaba su jornada, este "Iron Man", caminaba hacia un callejón cercano, donde siempre, detrás de un bote de basura —aquellos metálicos y verdosos—, ocultaba una mochila café con tonos grisáceos. Ahí era donde se quitaba su máscara, revelando su identidad: Clark Kent, alguna vez uno de los mayores y más respetados reporteros. Pero ahora, un tipo más entre la multitud. Clark, comenzó a quitarse el traje, revelando su ropa por debajo: una camisa blanca de rayas, unos pantalones de trabajo negros y un cinturón. Una vez metió su traje y sacó sus zapatos, contó el dinero: cinco dólares. Clark solo dejó escapar una risa algo irónica, guardando el dinero para así ir con su mochila hasta el centro de California. 

—Lo siento, pero las camas se agotaron —decía una señora algo mayor y de tes negra, fuera de las puertas de una iglesia. 

 —Por favor, madre —pedía Clark—. Puedo pagar una si así lo desea. 

—Ya no tenemos espacio, Kent —aseguró la monja—. Llegas tarde, son casi las dos de la mañana. 

—Claro —exclamó el hombre tomándose del labio inferior, resignado mientras aguantaba la ira—, pero es la casa de Dios —dijo alzando los brazos—. Que ofrece protección para todos los perdidos. 

—¿Cómo se atreve? —increpó la mujer en un gran tono ofendido. 

—No, ¡como se atreven ustedes! —gritó Clark apuntando con el dedo índice a la mujer, la cual retrocedió del miedo—. Yo... lo siento madre —tartamudeo Clark, sabiendo de lo que había hecho—. Perdóneme por favor —pidió mientras se daba la vuelta para así irse. 

Superman RenacimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora