« Capítulo Uno: Dudas »

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Faltaban exactamente tres minutos para el inicio de clases cuando la puerta del salón se abrió para dejar a la vista esa conocida cabellera verde que podía recordarle a cientos de animales salvajes; usualmente Midoriya era de llegar uno o dos minutos antes del inicio de clases, jamás faltaba, se retrasaba, ni llegaba antes que la mayoría, por lo que Todoroki era bastante consciente de las nulas probabilidades que habían de poder tener el tiempo suficiente como para permitir organice sus cosas y a su vez acercarse para saludar, por lo que se reconfortaba con el simple hecho de ver sus facciones.

Al entrar, Uraraka y Tsuyu siempre solían ser las primeras en saludarlo al encontrarse cercanas a la puerta, el chico les sonreiría en respuesta junto a un vago gesto con su mano para luego avanzar hasta su asiento, siendo saludado de forma aleatoria por varios de sus compañeros que eran correspondidos de igual manera.

En ocasiones, la mirada heterocromática y esmeralda se cruzaban, sentía que el tiempo se detenía mientras ambos se encontraban en una burbuja que deseaba jamás explotase ante la siempre iniciativa del pecoso para dedicarle una exclusiva sonrisa que pocas veces podía regresar debido a lo fugaz del momento.

—Buenos días, alumnos—

—Buenos días, profesor Cementos—

[ ◍ ◍ ◍ ]

Durante las clases lograba ver lo concentrado que estaba su amigo, si prestaba la suficiente atención incluso era capaz de escuchar un ligero murmullo que intentaba resolver los problemas planteados en el pizarrón, esto sin duda logró desconcentrarlo en su totalidad siendo traído a la realidad únicamente por las veces que el profesor se paseaba por el pasillo entre sus asientos, bloqueando la vista, u ocasionalmente un disimulado golpe en la mesa por parte de su compañera Yaoyorozu,.

El timbre sonó para un breve receso en el cual cada quien prefería ir por su cuenta, ya sea para conversar, jugar, estudiar, descansar o pasear por los pasillos; generalmente Midoriya era de los que desaparecía sin decir nada para luego regresar a la hora exacta de clases, Todoroki por su parte disfrutaba de quedarse en su lugar o dar algún recorrido y librarse un poco de la incomodidad del asiento.

Y desde la distancia lo vió con mayor claridad, un desliz, levantándose pesadamente como si cargara con el mundo sobre sus hombros, sacudiendo su cabello maltratado para luego ser detenido por la conversación de Aoyama que hacía algunas preguntas a las que se le respondía con media sonrisa, terminando por alejarse con un pan con queso que aceptó tras segundos de insistencia.

Bajó la mirada cuando salió del salón, pretendía recostarse sobre el banco para descansar por los entrenamientos durante la semana, pues el profesor Aizawa parecía empeñado en construir millones de muros frente a la línea de meta y es que los entrenamientos cada vez duraban más o eran más riesgosos, lo cual evidentemente es algo bueno pero difícil de afrontar cuando se vive con un cierto grupo de personas que no están acostumbradas a soportar tal presión, e incluso él, siendo anteriormente entrenado por el actual Número Uno, había varios momentos en los que quería acomodarse sobre su futón y no moverse en todo lo que quedaba del día.

Pero todo plan fue interrumpido por cierta pelinegra a su lado, quien tocó cuidadosamente su hombro para llamar la atención, consiguiendo lo que esperaba con una curiosa mirada bicolor que la invitaba a hablar.

—Todoroki ¿No crees que deberías acompañarlo?—

—¿A quién?—

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