Jueves (Final alternativo)

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NOTA: Sí vas a leer el final triste necesitas leer el capítulo uno y luego este.

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El frenético recorrido de Zeldris por las calles de Madrid fue casi surreal. La manera en que las imágenes se movían frente a sus ojos era tan inconexa que parecía estar saltando de una escena a otra sin moverse. No supo cómo llegó o siquiera como estacionó, pero pronto se halló a sí mismo en el gimnasio de esgrima, buscando inútilmente entre las pocas personas que había allí, la cabellera rubia de su hermano. La desesperación en su rostro era tal que llamó la atención del dueño, quien le llamó repetidas veces sin lograr captar la atención del ojiverde, que abandonó el local tan intempestivamente como entró.

Nuevamente con las manos empuñando fuertemente el volante de su vehículo condujo hasta la estación cercana a la universidad, albergando dentro de su corazón la esperanza de que Meliodas estuviera tratando de ayudar en aquella caótica situación, y que por ello sus padres no lograron comunicarse con él, después de todo, su hermano era uno de los hombres más empáticos del mundo y no le daría la espalda a la gente que lo necesitaba.

Zeldris vio con impaciencia como el trafico estaba completamente estancado, la policía hacia todo lo posible por alejar a los curiosos y controlar a los preocupados familiares que intentaban encontrar a sus seres queridos. Cansado de esperar, Zeldris estacionó donde pudo, sin importarle si lo hizo correctamente, y arrancó a correr. Gracias a su estatura y agilidad logró burlar a la policía, atravesando cintas de paso restringido a toda marcha, llegando a la estación.

Mucha gente gritaba nombres a plena voz, creando un bullicio insoportable. Buscó y buscó con la mirada, rogando por visualizar la cabellera dorada de su hermano. Recorrió el lugar al menos tres veces, sin encontrar a Meliodas, minutos después el cuerpo de bomberos y otros rescatistas comenzaron a traer cuerpos, unos muy heridos, aunque vivos, que se apresuraron a subir a las ambulancias que aguardaban en la salida, y otros, no tuvieron tanta suerte, golpes, fracturas y mutilaciones mortales. De no ser porque Zeldris se preparaba para ser doctor, aquella escena digna de una película de terror le habría revuelto el estómago.

Él no supo por qué, pero se detuvo justo en el borde que lo separaba de la zanja que tenía las vías del tren, alguien le gritó que se alejara, pero él ya estaba sobre el metal de las vías, y corrió. Sus pasos lo llevaron hasta el sitio donde había estallado el tren, aun con la agitación de haber corrido tanto, empezó a gritar:

-¡Meliodas! -vociferó a todo lo que daban sus cuerdas vocales- ¡Meliodas! ¡Responde Meliodas!

-¡Oye, chico! ¡No puedes estar aquí! -le reprendió una voz masculina.

Zeldris se sacudió la mano del hombre que lo sujetaba.

-¡Voy a encontrar a mi hermano y usted no puede hacer nada al respecto! -gritó al policía.

-¡Puedo arrestarte! -rebatió.

-¿Usted y qué ejercito? -desafió con sus ojos de un verde opaco- Mejor deje de estar perdiendo el tiempo tratando de detenerme y vuelva a su labor -dictaminó para volver a gritar- ¡Meliodas! ¡Hermano!

Una sensación inexplicable recorrió su cuerpo y examinando el lugar con la mirada visualizó un vagón todo maltrecho que estaba frente a él: las ventanas rotas, una considerable porción aplastada y lo demás destrozado por el impacto de la explosión, pero, al menos estaba más intacto que la sección en que había detonado la bomba.

La mayoría de los cuerpos de asistencia estaban tratando de abrirse paso en los vagones menos expuestos a la explosión, dando por sentado que allí estarían la mayor cantidad de supervivientes.

Vive por mi ♥Melizabeth♥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora