Capítulo 13: "Un pueblo maldito"

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   Una bocanada de humo envolvía el ambiente y se elevaba hacia los cielos oscuros. Las llamaradas consumían los pastos secos y se expandían por la zona, devorando los coches viejos, oxidados y abandonados. La sirena de la policía se oía a lo lejos. Adán, dolorido, huía del desastre que se tendía detrás, en dirección a su camioneta, donde los demás hombres lo esperaban para subir y escapar cuanto antes. 

   Desesperado, llamaba al patrón con el celular entre sus manos, llenas de tierra. Insistía una y otra vez, debía comunicar lo sucedido, pero no recibía respuesta alguna. Dos de sus compañeros cargaban a un sujeto inconsciente en la parte trasera de uno de los coches. Éste, desafortunadamente, había sufrido el mayor impacto de la hola expansiva del tanque de gas que estalló previamente y desató la catástrofe. Todo era envuelto en un fuego vivo, ardiente. 

   En los pasillos del hospital, cuatro médicos vestidos con guardapolvo llevaban a toda prisa una camilla con un herido. Sobre ésta iba Samuel, balbuceando, a punto de perder la consciencia. Su vestimenta se teñía de rojo. Teo y Victoria corrían detrás, intentando calmarlo. 

   Minutos después, uno de los médicos, en voz baja, hablaba con el padre del herido en medio del pasillo desolado, a las afueras de la sala en donde éste yacía internado. Su conversación era incomprensible. Susurraban para que nadie más oyera. Al parecer, las noticias no eran las mejores. Teo se tomaba del cabello y daba vueltas, inquieto. 

   Victoria se aferraba a las manos de su hijastro y le daba fuerzas. Con la cabeza sobre una almohada fría, cubierto por una manta blanca, éste dormía placenteramente. Unos tubos finos salían de un aparato electrónico y se adentraban por la muñeca derecha. Otros, se inyectaban en su brazo y le transfundían sangre, para que recuperara toda aquella que había perdido. 

  -Resistí, por favor -suplicaba entre lágrimas. Aunque no la oyera, continuaba hablando, clavándole una mirada melancólica-. Te juro que me voy a vengar, contra el que sea, pero esto que te hicieron, fue culpa de Teo. Él no lo sabe, pero yo me hago la idiota. Conozco todos los movimientos ilegales de la empresa, lo sé todo, Samuel. Voy a hacer lo que haga falta para hundirlo, a él y a los Greco. Te lo prometo. -De pronto, el médico ingresó tímidamente. 

  -Su marido la espera -advirtió. Victoria soltó las manos de su hijastro y tras ponerse de pie, salió al encuentro de quien ahora odiaba más que nunca. Al verla, Teo le dio un fuerte e inesperado abrazo, pero ésta se apartó de un empujón. 

  -¿Qué vamos a hacer?, es obvio que fue un ataque planeado. Fue un atentado -susurró secando las lágrimas que inundaban sus ojos. 

  -De momento no sé nada, Victoria. El Comisario me informó que atraparon al autor. Aparentemente lo hizo contra el restaurante, era un ex empleado al que le debían dinero -reveló Teo, guardando la calma. 

  -¿En serio te crees eso?, por favor, dispararon contra nosotros. Es obvio que los Greco lo mandaron -refutó levantando la voz. 

  -Bueno, ahora calmate -ordenó. Sin previo aviso, Victoria le dio una bofetada. 

  -Tendrías que haber sido vos -susurró hiriente, con una mirada desafiante. Teo se mantuvo firme en el lugar. Prefirió guardar las palabras. 

   En la comisaría, el autor del ataque esperaba su traslado, cuando uno de los oficiales le advirtió que tenía una llamada de su madre. Fue así como le permitieron hacer uso del teléfono para responder, y éste, mostrándose despreocupado e inocente, lo tomó y se lo llevó a la oreja. 

  -¿Mamá? -preguntó levantando la vista. Una lágrima atravesó sus mejillas. 

  -Hijo, ¿Cómo estás? -preguntó la voz femenina desde el otro lado-. Acá hay alguien que quiere hablar con vos -dijo antes de tenderle el teléfono a quien yacía a su lado. 

Labios de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora