Capítulo 23: "Cuando todo estaba bien"

4 0 0
                                    


   Ya habían pasado veinte minutos. Ignacia continuaba encerrada en el baño y no daba señales de vida. Su madre, preocupada, recorría la sala de estar de punta a punta y la llamaba desesperadamente, sin recibir respuesta alguna. Decidida, tomó una pequeña escultura de bronce y comenzó a golpear en la cerradura, hasta romperla. Cuando la puerta se abrió, dejó al descubierto a la joven, quien yacía tendida en el suelo, alucinando estrellas. 

   Preocupada, Elisa se aproximó e intentó hacerla reaccionar echándole agua a la cara. Gritaba su nombre, pero Ignacia viajaba en un mundo paralelo donde los problemas no existían ni atormentaban su mente. Se sentía libre. Era el ave que Isaac había dibujado en la hoja tiempo atrás. 

   No tardó demasiado en reaccionar y ponerse de pie de un salto, confundida. 

  -¿Qué pasó? -balbuceó.

  -¿Te estabas drogando? -preguntó su madre enfurecida. 

  -Yo... -Ignacia buscaba una excusa para justificar su caída y desmallo, pero no la encontraba, por lo que decidió ir con la verdad-. Sí -respondió avergonzada.

  -¿Qué es lo que te está pasando?, no eras así. Eras una joven inteligente, estudiosa, ¿Es ese chico?, ¿Es él, Ignacia? -la interrogó.

  -Él me hizo ver lo que en verdad quiero ser. El problema acá sos vos. Y todavía te sigo llamando madre -respondió con un tono atacante, aproximándose lentamente. 

  -Hija, estás drogada, no sabes lo que estás diciendo -susurró dolida. 

  -Cuando termine el colegio. Cuando éste año de mierda se acabe, voy a usar la beca y voy a irme a Inglaterra. No quiero volver a verte -dijo entre dientes, cerrando sus puños. 

  -Soy tu madre, quieras o no. Soy la que a pesar de todo, siguió cuidándote. ¡Peleo cada día de mi vida para darte un futuro mejor al mío!, ¡Peleo para que puedas cumplir tus sueños! -exclamó entre lágrimas. 

  -No pelees más. Puedo pelear yo sola -afirmó clavándole una mirada desafiante.

  -Hija... -susurró intentando abrazarla, pero Ignacia se hizo a un lado y se dirigió a la puerta de salida de la casa-. ¿A dónde vas? -preguntó desde la distancia. 

  -Voy a salir a tomar aire -respondió cortante. 

   Bajo el cielo estrellado, Renzo iba de regreso al hogar de Paula. Pedaleaba en su bicicleta y atravesaba la calle oscura y desolada a toda velocidad, con la única luz de los faroles que reposaban en la vereda. En completo silencio, iba atento al camino, con temor de que algún coche se cruzara y lo tomara por sorpresa, pero fue la llegada de Ignacia en su bicicleta la que lo sorprendió. Ambos, boquiabiertos por haberse encontrado entre tantas calles, creyendo que había sido por fuerza del destino, rieron y soltaron una simpática sonrisa. Como si sus mentes estuviesen conectadas, continuaron pedaleando a la par, en medio de una noche calurosa y solitaria. 

  -No esperaba encontrarme con vos -dijo la joven, rompiendo el hielo. 

  -Y yo tampoco, ¿Qué haces acá? -preguntó confundido. 

  -Salí a tomar aire -respondió sin dar demasiado detalle. Renzo pudo notar sus ojos rojos. Algo raro había en ella. No era común que esa felicidad brotase de su amiga-. ¿Y vos?

  -Lo mismo -susurró tímidamente, pedaleando a unos metros. 

   La canción "Hold Up" de Beyoncé comenzó a sonar. 

Labios de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora