Shang se vistió de una forma sencilla, no se preocupó por su aspecto ya que en los entrenamientos era necesaria la comodidad. Se desperezó por última vez, escuchando el alboroto que estaban haciendo los futuros guerreros. Soltó una risa floja cuando los soldados le contestaron de una forma graciosa al consejero. Suspiró pesadamente cuando escuchó el nombre del chico, Ping, esa era su señal para empezar con el entrenamiento o se lo comerían vivo.
– ¡Soldados! –gritó al salir.
Evitó sonreír al ver como todos se formaban en una sola línea al verlo, su padre siempre mantenía un rostro serio al dar órdenes, por lo que sospechaba que los soldados harían un mayor esfuerzo si veían que los recompensaba con una mirada de aprobación cada vez que realizaban un buen desempeño en cualquier ejercicio que les pusiera.
–Se reunirán rápido y en silencio todas las mañanas –empezó mientras se quitaba la parte superior de su ropa, aunque el clima era fresco en ese momento, era consciente de que tendría más calor después de pasar cierto tiempo al aire libre. Agarró con firmeza su arco y flechas, después de haber meditado toda la noche acerca del primer ejercicio sabía que ese era el indicado–. Cualquiera que haga lo contrario, responderá ante mí –caminó hasta colocarse en el lugar adecuado para el lanzamiento perfecto. Escuchó una burla ligera y sonrió internamente al reconocer la voz–. Yao –dijo en voz alta, mirándolo. Ahogó una risa cuando vio como todos retrocedían para dejarlo al frente. Estaban nerviosos por lo que pasaría a continuación, apuntó brevemente al soldado más bajito–. Gracias por ser voluntario, baja la flecha –ordenó después de dispararle al poste que estaba frente a ellos.
El soldado lo miró con incredulidad, como si dudara sobre su capacidad de dirigir, Shang también hubiera pensado lo mismo, ¿algo tan sencillo en el ejército? Pero eso no era todo. Le faltaba algo. Algo esencial.
–Un momento –lo interrumpió antes de que este trepara al poste para bajar la flecha. Le hizo una seña al consejero, que apareció con el cofre que le había encargado la noche anterior, tenía cara de sufrimiento y Shang evitó poner los ojos en blanco ante su expresión, mientras explicaba que representaba cada pesa, al tiempo que le colocaba firmemente en las mulecas de Yao estaba miraba al resto de los soldado, fijándose en las expresiones de burla de unos y preocupación. Pero le sorprendió e incomodó un poco la de Ping, que lo miraba con insistencia, una mezcla entre sorpresa, admiración, miedo, respeto e incertidumbre.
Hizo una seña para que Yao siguiera con la tarea y se colocó lejos del campo de visión de Ping, suponía que éste lo miraba por la facilidad con la que se desprendía de su ropa ante los demás, sin importarle si los conocía desde hacía años o no.
Dejó de pensar en ello cuando Yao se precipitó al suelo con una mueca de enfado, Shang miró brevemente el poste, alzó una ceja al percatarse de las marcas de unos dientes. Ese soldado pequeño era prometedor. Cambió rápidamente las pesas a otro, que obtuvo los mismos resultados que Yao. Suspiró y miró a los más delgados, seguro que ellos lograrían bajar la flecha. No era tan difícil. Él lo había logrado al primer intento.
Después de que todos pasaran tuvo que admitir que tal vez no era algo tan sencillo para aquellos que no estaban acostumbrados a tener un padre que era General. Miró con pesadez a Ping. Había pensado que tal vez él sí que lo lograría o llegaría más lejos que los otros, teniendo en cuenta que su padre era un guerrero.
–Hay un largo camino por recorrer –dijo en voz alta y los miró a todos, unos miraban con rencor al poste, otros sonreían de forma nerviosa y Ping seguía frotándose el trasero con una mueca de dolor.
Evitó suspirar antes de dirigirse al lugar en donde tenían los palos con los que practicarían antes de empezar con la espada.
Definitivamente, era más fácil observar que dirigir, pero seguía confiando en que todo saldría a la perfección, ¿qué tan difícil podría ser?
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A los ojos de Shang
FanficHistoria de Mulan contada desde el punto de vista de Shang. Desde el momento en que lo hicieron capitán hasta que fue a entregarle el casco de su padre.