Tercera y última parte

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Ping era una mujer.

Era imposible.

Shang se enderezó y miró de reojo al trío problemático que era el que protegía a Ping, sus expresiones de preocupación eran tan sinceras que tuvo que desechar la posibilidad de que fuera una broma.

Entonces el médico era el que estaba mintiendo, era viejo. De seguro su vista era mala y estaba confundido. Ping no podía ser una chica.

Entró precipitadamente a la tienda y vio a su soldado recostado, estudió su rostro unos segundos antes de que este se enderezara. Era fino y delicado, pero había encontrado a muchos hombres que tenían el rostro de esa forma y no eran mujeres.

De pronto, Ping abrió los ojos y le sonrió. La misma sonrisa de siempre que lograba incomodarlo un poco. Pero hasta entonces todo era normal. Era Ping. No una chica. Pero entonces se enderezó.

Y la manta resbaló de su cuerpo para dejar su torso vendado al descubierto.

Abrió la boca, mirándolo con incredulidad.

"Mirándola" se corrigió mentalmente.

Ella pareció notar el porqué de su reacción tratando de taparse de nuevo, pero era inútil. La había visto.

–Puedo explicarlo –murmuró ella.

Shang no contestó. Ni siquiera la miró. Estaba anonado. Ping era una mujer.

Era demasiado, lo habían engañado, se habían burlado de él.

–Es cierto –la voz incrédula del consejero traspasó sus pensamientos, éste se hallaba en la entrada de la tienda, se cruzó de brazos y salió. No quería escuchar lo que haría ese hombre a continuación, no estaba de ánimo.

Un aire gélido lo recibió cuando salió apresuradamente del lugar, quería irse a cualquier lado lejos de ahí, para estar a solas, para meditar. Para tratar de comprender por qué esa mujer había llegado tan lejos en una mentira, ¿había sido para darle una lección? ¿Para demostrar algo? ¿Qué ganaba con ello? Todos sabían que el precio por ello era la muerte.

Las exclamaciones de los soldados y las palabras furiosas del consejero parecían llegar de un lugar muy lejano mientras batallaba consigo mismo, ¿podría matarla?

–Lo hice para salvar a mi padre –su voz era suave y firme a pesar de todo.

La miró de reojo, sus ojos mostraban sinceridad. Así que era por eso.

Su padre.

–Era la única forma. Deben creerme.

Shang apartó la mirada. Le creía, había escuchado a su padre decir que Fa Zhou había quedado lesionado en la última guerra al demostrar gran valor y que, en dado caso de que llegara a luchar en otra, sus probabilidades de morir y dejar sola a su esposa e hija eran muy elevadas. Si su padre lo sabía era obvio que su familia también y probablemente, la chica, al saber del futuro de su padre había decidido tomar su lugar para salvar su vida con la certeza de que si descubrían su verdadera identidad moriría. Esa era una gran muestra de valor y amor. Pero, ¿quién no haría eso por un padre? Aparte de creerle, extrañamente, la comprendía. Él habría hecho lo mismo o más por su progenitor.

–Capitán –Shang evitó dar un respingo al notar al consejero a su lado.

Se dio la vuelta y vio acurrucada a la chica.

Mulan.

Miró de reojo al consejero y supo que ese era su momento. Debía matarla.

Se acercó a la montura de la chica para desenvainar la espada que era de Fa Zhou. El animal, obviamente, se encabritó, pero el consejero ordenó a algunos soldados detenerle, al igual que encargarse de los que eran los amigos de la chica, que estaba completamente quieta mientras se acercaba con lentitud hacia donde se encontraba.

A los ojos de ShangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora