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La mirada que Hyojin sostenía sobre mí me hizo sentir inevitablemente pequeño en mi lugar. O sea, debo aceptar que no era la primera vez que me dirigía aquella mirada, pero esta vez se sentía diferente, se sentía simplemente distinto.

Nunca creí que luego de unas simples e idiotas palabras terminaría soltando una confesión que ni siquiera me había dicho a mí mismo en voz alta. Algo que nunca había admitido y debo ser sincero al decir que no esperaba admitir.

Pero todo fue tan rápido y las palabras fluyeron como cuando Minkyun escupió su soda en la cara de Changyoon por la impresión de mis palabras. Cabe decir que nadie lo esperaba, ni siquiera yo.

Llevo diecinueve años dedicándome a hacer las cosas que amo sin preocuparme de cosas inútiles, o bueno, que son inútiles para mí, en realidad. Así que nunca me había puesto a pensar tan seriamente en el tema hasta hace algunos días en que nos juntamos con los chicos a ver aquella película que Yuto descargó pirata en una página web de esas que hay más chances de que te salgan veinte virus, una página porno y un anuncio falso del visitante mil prometiéndote un iphone 11.

Hyojin me rogó durante toda la noche mientras salíamos de nuestro departamento a la casa de Yuto para que le acompañara a comprar de esas palomitas de maíz bajas en calorías con sabor a arroz con leche, porque según él eran mejores que las normales llenas de azúcar innecesaria y con sabor a caramelo feo.

Mi problema desde siempre ha sido que soy débil ante Hyojin, el estúpido ese me podría estar pidiendo que gaste todo mi dinero de la universidad para ir con él a un viaje a Japón solo para comprar sus cosas de Sailor Moon, y ahí estaría yo yendo con él mientras me resigno a no conseguir algún diploma profesional que quizás me sirva en el futuro.

Así que ahí estábamos a las cuatro am buscando una tienda de conveniencia mientras los chicos se quedaban en la casa de Yuto mirando un capítulo más de Criminal Minds compartiendo las gomitas de Minseok, antes de ver la película que se supone que deberíamos haber visto hace horas cuando acordamos juntarnos para eso.

El aire estaba frío, e inevitablemente traspasaba la tela de mi sudadera gigante, y me hacía arrepentirme de mi elección de pantalones aquella noche; unos negros con las rodillas rasgadas donde el aire frío se colaba indudablemente y hacía estremecer mi cuerpo completo.

Mis ojos se posaron en el perfil de Hyojin, mi mejor amigo durante años, con sus lindos ojos parecidos a los de un pequeño ciervo, su delgada nariz en punta, la cual en su perfil formaba un perfecto triángulo rectángulo, sus rosados y humectados labios que ocultaban sus tiernos dientes de conejito. Bien, quizás no debería estar observando tan detalladamente a mi mejor amigo, pero resulta que conozco a Hyojin como la palma de mi mano, e inevitablemente memoricé cada detalle de su rostro, como los lunares que tiene
en sus mejillas cuando no ocupa maquillaje, o las pequeñas manchitas en su frente.

Hyojin me miró con una ceja alzada, sabiendo que lo estaba observando detalladamente mientras él iba de lo más tranquilo jugando a equilibrarse en la orilla de la vereda.

—¿Sabes que puedo desgastarme si me miras tanto?

Un tono de burla salió de sus labios, y yo, como parte de una costumbre que adquirí con los años, solté un suspiro y lo empujé causando que perdiera el equilibrio y terminara trastabillando en la calle mientras risas salían de mis labios y mis brazos se cruzaban en mi pecho.

—¿Tan temprano y me quieres asesinar, Lee Seungjoon?

Ahora un tono de reclamo fue lo que inundó la voz de Hyojin mientras se subía nuevamente a la vereda. Yo simplemente rodé los ojos, sabiendo que al ser de madrugada no pasaban tantos autos, y por eso mismo había un peligro casi nulo en haberlo empujado como recién.

—Sabes que mi humor diario es querer asesinarte, Kim Hyojin.

Contesté seriamente mientras seguíamos caminando por la silenciosa y solitaria calle en medio de la madrugada. Hyojin me miró con una expresión de hastío en su rostro y entró su brazo en la gran sudadera blanca que vestía, simplemente para usar la manga vacía como arma para golpearme entre risas y reclamos.

—Bueno, perdón. Pero fijate que me tienes en la calle a las cuatro de la madrugada con un frío horrible para comprar tus palomitas de maíz especiales solo porque no querías comer las que habían. Podría estar ahora entre mantas mirando la película con los chicos. Pero no. Estoy aquí contigo. ¿No crees que eso me permite odiarte aunque sea un poquito?

El suspiro que Hyojin soltó y el hecho de que haya parado de golpearme ante lo que dije, me indicó que al menos había entendido mi punto, por lo que luego de acomodar su sudadera otra vez, comenzamos a caminar en silencio siguiendo nuestra misión de encontrar alguna tienda abierta a esta hora. Con nuestras manos inevitablemente rozándose ante el movimiento de nuestros cuerpos al caminar, y mis dedos picando por tomar la suya y entrelazarla con la mía, sin saber porqué en realidad.

Sin saber en qué momento exactamente pasó, encontramos una tienda abierta y Hyojin entró corriendo para luego de un minuto salir con sus palomitas y una soda de Cola, siendo aquella la compra más rápida que lo he visto hacer en años.

Me tendió la soda con una sonrisa que emanaba vibras de querer ser perdonado, como un niño pequeño intentado que su madre olvide su mal comportamiento debido a un estúpido capricho.

Tomé la botella musitando un pequeño gracias para luego abrirla y tomar un sorbo mientras emprendíamos nuestro camino de vuelta a la casa de Yuto.

Hyojin iba más callado que antes, y el sonido de su bolsa de palomitas golpeando sus piernas en cada paso era lo único que podía escuchar además de su apasible respiración a la par de la mía.

Nuestras manos comenzaron a rozarse nuevamente a medida que caminábamos, y mis dedos otra vez picaban en necesidad de tocar los suyos.

Pero no fue necesario, porque la pequeña mano de Hyojin tomó la mía con cuidado y entrelazó nuestros dedos mientras los dos mirábamos hacia delante y seguíamos tranquilamente nuestro camino a la casa de Yuto.

bisexual • j-us + hyojinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora