02. Sacrificio.

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    —¡Necesita disciplina!— escucho a través del shõji.

Luego de unos minutos conseguí calmar del llanto a Hanabi; quien ahora dormía profundamente en su habitación. Le prometí que cuidaría de su hermana, y así lo haré.

    —Es sólo una niña, Hizashi-san— defiende. Esta firme y no planea perder.

    —No, no lo es— niega —Enfrentara su castigo como cualquier otro Hyūga. Lo necesita—puedo sentir la tensión, pero espero una respuesta de ella.

    —¿Cuánto durará?— quiere saber. Me asombro, ¿lo aceptará?.

    —Treinta segundos— la forma tan fría en que lo dijo me heló la sangre.

No lo resistirá. Es ignorante del dolor de ese castigo; ni siquiera Hinata recibe ese martirio durante tanto tiempo.

    —Máteme— pide —Hágalo si lo desea, pero no obligue a Hanabi pasar por ese tormento—

Dará la vida por su hermana, sin preguntarle. No puedo perderla, no quiero hacerlo.

Dejarla morir sería mi ruina, le prometí a Hanabi que la protegiera; si dejo que haga la locura que acaba de decir no sólo me ganaría su odio. También, perdería mi sol. Y ahora es cuando la comprendo mejor que nunca; su pequeña hermana es lo que más ama y desea protegerla a cualquier precio. Sin importarle, si eso significa dar la vida.

Me opongo. Le fallé una vez, no planeo hacerlo nuevamente. Reúno valor para la locura que estoy a punto de cometer; me costará un largo sermón pero valdrá la pena. Solicito la entrada y una vez se me es concedida, entro.

Recibo un corto regaño de mi padre por interrumpir, pero no dice nada más.

    —Yo lo hice— declaro. No puedo verla, pero siento la mirada de Hinata sobre mí.

    —¿Disculpa?— dice desconcertado.

    —Fui yo quien rompió el jarrón— reafirmo, no opina. Mi padre entiende la imprudencia de mis palabras.

    —Entiendo— reflexiona —Dadas las circunstancias, puedes irte Hinata. No le pasará nada a Hanabi— aclara.

No responde. Aún procesa el dístale que hice; solo ejecuta un reverencia a mi padre y se marcha.

Saciado. Es de la única manera que podría sentirme, lo logré. La protegí. No espero que lo agradezca, después de todo; cumplí la promesa que le hice a Hanabi. Las salve, de la peor desgracia. Pero mi alegría dura poco, pues ahora, mi padre fija la mirada sobre mí. Y eso no significa nada bueno.

    —Somos familia— le hago saber mi discordia ante sus acciones.

    —Serás líder muy pronto. No puedes ir por ahí con debilidades— regaña, su insensibilidad logra irritarme.

    —¿Hiashi-san era un debilidad? ¿Por eso lo dejaste morir?— jugamos con fuego, y uno de los dos terminaría calcinado.

    —¡Sabes perfectamente que eso no fue así!— niega, se tranquiliza.

    —Ella me odia— suelto.

No espero consuelo, y sé que no lo tendré porque al igual que ella, prefiere evitar la conversación. Me lo confirma marchándose.

Camino en dirección a mi habitación, aún es temprano, el sol apenas ha comenzado a esconderse. Durante mi trayecto me detengo en la sala de entrenamiento; el jarrón, o lo que quedaba de él, ya no está sobre el suelo. Sonrió para mis adentros.

Dos son los motivos; con la destrucción de esa antiestética reliquia familiar, podré entrenar en paz; además, conseguí salvar a las personas que más amo. Continúo mi camino, no puedo evitar sorprenderme de lo que veo; pues Hinata espera fuera de mi habitación.

𝐋𝐚 𝐨𝐭𝐫𝐚 𝐜𝐚𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐇𝐢𝐧𝐚𝐭𝐚.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora