Capítulo 4: De principio a fin.

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- El niño no puede quedarse aquí, Zen - escuchó a alguién decir.
- Yo lo decidiré - respondieron.
- Entiende, es unos de los hombres, seguramente lo enviaron a espiarnos.
- ¿No ves que apenas y tiene los 10 años?
- ¡Pero sigue siendo uno de ellos!
- ¡Entonces, si intenta algo, lo mataré yo! ¡Así que largo!
Los gritos de aquellas personas lo ponían muy asustado. Sin mencionar que estaba muy cansado y hambriento.
Seguía sin poder hablar y moverse. Seguía atado.
Escuchó que alguien se acercaba a la tienda o lo que fuera. Sus pasos iban hacia el.
- Hey, despierta - le ordenaron, tocándole levemente la mejilla.
Nao se se alejó del tacto, pues era innegablemente muy frió, al punto de lastimarlo.
El hombre solo se separó, o eso quiso pensar.
- Seré claro y directo. Te haré unas preguntas, si una de tus respuestas no me agrada, te mataré - soltó para el chiquillo.
Zen tenía que admitir que los motivos por el cuál el niño se hallaba en el bosque eran desconocidos y teniendo al mocoso ahí ponía en riesgo a toda la comunidad.
Nao solo asintió. Estaba asustado, pero ya no perdía nada. Su vida valía eso. Nada.
- Bien. ¿Cuál es tu nombre? - cuestionó
Nao recordó que ayer no podía hablar, así que intentó hacerlo en ese momento.
- ...Na-ao... - respondió muy quedito pero entendible.
- De acuerdo, ¿cuántos años tienes?
- Die-ez
El pequeño hacia su mejor esfuerzo. Eso vaya que le ardía.
- Veo que te cuesta hablar - le dijó.
Zen buscó a su alrededor y encontró una libreta y una pluma en la mesita. Las tomó y se las puso entre las manos.
- Te quitaré la venda de los ojos, pero solo esa. - le aclaró.
Y así, le desató la venda.
Nao, pudo percibir la luz, que al principio le cegó, pero después puedo habituarse. El lugar en el que estaba era como una tienda, pero hecha con piel de animales, con algunos rústicos muebles, hechos a mano.
Lo más sorprendente era el hombre, o muchacho que estaba enfrente de el. No aparentaba más de 23 años y su piel era igual de blanca que la nieve de afuera. Se quedó sorprendido. Pero la mirada era lo peor. Su mirada era filosa y penetrante, sus ojos eran azules, pero de un azul muy claro, y su cabello era rubio, ero un rubio ceniza. Jamás había visto a alguien como el.
Zen se encontraba cruzado de brazos, y solo esperaba que aquel niño dejará de inspeccionar el lugar. Cuando se dio cuenta de que lo estaba viendo a él se tenso, pués ni el mismo conocía su apariencia.
- Bien, ahora dime ¿Qué hacías en el bosque? - preguntó nuevamente.
El chico, como pudo tomo el lápiz y escribió "me exiliaron"
La respuesta de Nao lo dejó perplejo. ¿Qué tenía que hacer un niño para ser exiliado?
- ¿Por qué? - volvió a cuestionar.
"Por homicidio"
Y Zen se alarmó. Así que si era peligroso, debió haber escuchado a Lucas y dejarlo morir en la nieve.
Pero, al ver sus ojos, solo había tristeza, enojo y rencor.
- ¿A quién mataste?
"A mis padres"
- ¿Por qué?
"Sí te lo dijera, no me creerías"
- Solo te dije que me dijieras el por qué - soltó Zen duramente.
De la nada, algo húmedo caía en la hoja, pequeñas gotas, las lágrimas de Nao, por todo el dolor que le traía recordar eso.
El no lo quería así, nunca se había atrevido siquiera a levantarle la voz a sus padres, pero nadie creía eso, solo se dejaban guiar por las apariencias.
"Yo los apuñale"
Para el rubio era sospechoso, simplemente no podía creérsela, un mocoso cómo él no podía herir ni a un animal, pero sus palabras eran las únicas pistas que el tenía, después armaría el rompecabezas de su mente.
"Los perdí" escribió sin que el le preguntará y el otro continuó.
"Y ni siquiera les dije adiós" y el pequeño comenzó a llorar silenciosamente, sin soltar algún quejido, aunque estaba destruido por dentro.

Sin opción. (Gay-Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora