Capítulo 21

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“God gives us the ugliness so we don’t take the beautiful things in life for granted.”

--Ugly love, Colleen Hoover.

Aquí viene un dato que sé que todo mundo conoce, pero igual voy a decir, porque puedo: muchas cosas en la vida son una mierda. Síp, que nadie se atreva a contradecirme porque es la pura verdad. Si este planeta que habitamos fuese sencillo, nada sería emocionante o bueno para nosotros, porque aunque son situaciones que nos dañan, de cierta manera nos ayudan a seguir adelante y superarnos más allá de lo que alguna vez pensamos que podríamos. Sin embargo, hay momentos en los que me pregunto si realmente era necesario pasar por esa prueba para tener un mejor futuro. Me cuestiono, sin querer, si no será solo una forma divertida de Dios de hacernos ver que no somos invencibles y que hay algo más grande que nuestro pobre ego humano. Sé que me equivoco, que mis pensamientos son idiotas, pero hay ocasiones en las que es inevitable darle vueltas a todas esas cosas y más, sobre todo si el dolor que llegas a sentir es insoportable.

Puede que mis palabras no tengan sentido en este instante, sin embargo, déjenme contarles qué sucedió para que tengan una comprensión amplia de la situación.

Hace 5 horas, a eso de las 6:30 de la tarde.

Estoy altamente preocupado. Lo que se dice a flor de piel, en llamas, a punto de explotar, estresado, ansioso, tipo mi-piel-está-muy-pálida-y-deseo-vomitar-todos-mis-intestinos-y-hasta-arcoiris-si-fuese-un-unicornio. No creo que haya una persona existente en este mundo que sepa describir lo que es estar verdaderamente preocupado, porque, déjenme decirles, es un sentimiento tan horrible que nadie podría explicarlo correctamente. Es esa sensación que te da cuando tu cuerpo comienza a enfriarse. Tus manos se congelan y no puedes evitar mover tu pie arriba y abajo para calmarte un poco. Vuelves a ver hacia todo lado, con la pequeña esperanza de que algo divino vendrá desde el cielo y te dará todas las respuestas que necesitas, pero ¿adivinen?

Nunca llegan.

Si se lo preguntan, mi preocupación comenzó a eso de las 7:30 de la mañana, cuando Liz se desmayó a mis pies de un momento a otro —y créanme, no de una buena manera—. Al principio pensé que era normal, porque después de todo estaba pasando por una cantidad inmensa de emociones que su cuerpo seguramente estaba harto de soportar, sin embargo cuando despertó, sus ojos estaban totalmente desorbitados. Era como si hubiese estado en una dimensión desconocida para que la trajesen de golpe a la realidad. Tenía el rostro de una persona que acababa de recibir la peor noticia del mundo y buscaba algo con lo que aferrarse para no derrumbarse. Cuando su mirada cayó sobre mí, asumí que se tranquilizaría, pero hizo todo lo contrario: vomitó en mis zapatos.

Ahora, quiero que sepan algo, cualquier ser humano que diga que “no le importó” que vomitasen encima de él está mintiendo totaaaaaaaalmente, porque créanme, tiene relevancia en el momento. Hay un instante pequeño de shock donde te dices a ti mismo “mierda, hay algo verde en mis pies. Y tiene cosas extrañas. Oh, ¿así se ve el vómito? Lo siento, mamá”, y después tu mente se pone en modo “pánico” porque no sabes qué rayos hacer. Claramente, en mi caso, cuando caí en cuenta de que provenía de Liz, lo dejé pasar por completo. Lo juro, dejó de importarme que hubiese sucedido porque es ella, ¿pero con otra persona? No habría ocultado mi disgusto.

Después de que Lizzie echase todo lo que poseía su pequeño estómago, comenzó a llorar desaforadamente y, en segundos, se volvió a desmayar. Para ese momento yo estaba prácticamente blanco como el papel y decidí que, primero, tenía que alzarla y llevarla a algún lugar donde dejase de golpear su cabeza y, segundo, gritar como niña para que mamá viniese a ayudarme, ya que aceptémoslo, no soy ningún doctor. Con costos podía ponerle una curita a Rach cuando tenía 5 años y eso que se la colocaba horriblemente mal, así que no confiaba en mí mismo acerca de cuidarla. Para cuando mi madre subió las escaleras, se transformó en un militar y no paraba de gritarme cosas como “Oh por Dios, Trey, ¿qué pasó? ¿Qué hiciste? ¿Por qué está tan morada? ¿Qué haces ahí parado? ¡¡LLÉVALA A TU CUARTO, IDIOTA!!”, y síp, palabras lindas como esas. No me permití estar enfadado, porque sé que estaba igual de preocupada que yo, así que solo hice caso y la dejé en mi cama lo más rápido posible. Segundos más tarde nos asemejábamos a un hospital, pues mi habitación estaba llena de medicamentos y mamá sacó guantes de Dios sabe dónde. Fue un tanto extraño y atemorizante.

Hope is the only thing left...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora