Capítulo 5

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—¡Qué gracioso sois, alteza! —dijo el Marqués de Krimul, carcajeándose.
Alacor frunció el ceño hacia su dirección.
—Marqués, me gustaría saber qué es exactamente lo que os hace tanta gracia.
Dada la seriedad con la que hablaba el príncipe, el marqués se puso serio y algo pálido.
—Ah, pero, ¿la propuesta era de verdad?
—¿Propuesta? No, me parece que ha habido un pequeño error —señaló Alacor—. Yo he tomado una decisión, no he lanzado una propuesta.
—Alteza, ¿cómo va a ser uno de los Cuatro Duques, de los nobles más importantes del reino, una mujer? —exclamó el marqués.
A Dante le pareció ver que Emma se encogía en su asiento, algo asustada, y calculó que debía tener, como mucho, diez años más que él.
—Ninguna ley ni ningún decreto real ha impedido nunca a una mujer ocupar un puesto nobiliario, simplemente se tomó como algo normal. Yo, realmente, no veo el problema. Conozco las capacidades de Emma y confío en ella, sé que será buena duquesa.
—¡Esto es grotesco, alteza! ¡Será un escándalo!
—Ya basta, marqués.
El Vizconde de Limina sonaba más calmado de lo que realmente estaba. Realmente se quería abalanzar sobre el marqués, aunque nunca iba a perder la compostura ni las formas por alguien así.
—¿Acaso no veis lo que ocurre, vizconde?
—Precisamente porque lo veo, confío en el príncipe —respondió el vizconde—. Él conoce más que nadie a la hija del duque, y a pesar de que los integrantes de la actual nobleza son todos varones, hubo épocas en las que mujeres ocuparon tales cargos. Sin ir más lejos, tanto mi vizcondado como vuestro marquesado fueron ocupados por antepasadas nuestras.
El marqués se quedó callado, pero entonces interrumpió el Barón de Velos.
—Exactamente, los ocuparon en la antigüedad y, sin embargo, ya no ocupan ninguno de esos lugares. ¿Acaso no es posible que nuestros antepasados consideraran que no eran dignas de ocupar tales puestos?
—La última vez que hubo mujeres en tales puestos no fue hace tanto tiempo. De hecho, prácticamente fue el rey Máximo II quien...
—Basta ya —dijo Alacor, interrumpiendo al vizconde—. Como he dicho, no ha sido una propuesta en ningún momento, la decisión de los cargos nobiliarios es totalmente discrecional, y la escoge el rey. Os agradezco vuestro apoyo a los que os manifestáis a favor, y lamento la opinión de los que estáis en contra, pero es mi palabra, y ya está dicha. Así pues, Marqués de Krimul, si me hicierais el favor de intercambiar vuestro asiento por el de Emma, os lo agradecería.
Resignado y frustrado, el marqués se levantó con parsimonia, regresando al lugar que le correspondía. Emma se quedó de pie.
—Emma. —El príncipe le sonrió tenuemente—. ¿Os podríais acercar, por favor?
Esta, con paso más firme, se dirigió a la cabeza de la mesa, donde se hallaba el príncipe junto a Dante. Emma lo miró unos momentos, para luego centrar su atención en el príncipe, que se puso de pie.
—Yo, Alacor de Calón, que, actualmente, ostento la mayor autoridad en este reino, os nombro a vos, Emma de Vermilia, nueva Duquesa de Vermilia en sustitución de vuestro difunto padre y hasta que la muerte encuentre su camino hasta vos, confiando que dicho momento tarde aún mucho en llegar.
Entonces el príncipe la aplaudió, y a su aplauso se sumaron los de la nobleza entera, aunque algunos parecían disconformes, como eran el Marqués de Krimul o el Barón de Velos entre otros.
—Os lo agradezco enormemente, alteza. Cumpliré con el legado de mi padre y procuraré traer la máxima prosperidad a las tierras de los Vermilia y de Redia en general. —manifestó Emma.
—Es bueno saberlo. Podéis regresar a vuestro legítimo lugar.
Entonces, la nueva duquesa se dirigió al asiento que había ocupado su padre no hacía tanto tiempo.
—Y ahora, pasemos al último asunto del día, antes de proceder a la Ceremonia de Nombramiento —dijo Alacor—. La gobernabilidad de Calón durante mi minoría de edad.
Hubo un murmullo general en la sala que rompió un grito de orden.
—¡Un respeto por el príncipe de Calón!
Alacor se quedó sorprendido, y se hizo el silencio en la sala.
—G-gracias, Dante. Como bien sabéis, el poder en Calón quedaba dividido entre el monarca y los nobles, siendo el primero quien dictaba las leyes y decretos que serían aplicables a nivel de todo el reino, dejando la administración y control más local a los nobles. Sin embargo esta fórmula será de difícil aplicación, de nuevo, dada mi minoría de edad. ¿Alguien tiene alguna sugerencia?
—Yo sugiero que todo el poder recaiga en los nobles hasta que vos alcancéis la mayoría de edad, alteza. —dijo el Marqués de Vermilia, altivo.
—Marqués, se trata de encontrar una forma consensuada, no delegar todas mis responsabilidades en la nobleza, cosa que encuentro de deje absoluto.
—Alteza, opino que podríamos hacer una excepción, y actuar como si vos ya tuvierais mayoría de edad. —propuso el Duque de Fayl, Aaron, por otra parte.
—Agradezco vuestra confianza hacia mí, duque —respondió Alacor con una pequeña sonrisa—. Mas no estoy seguro de que toda la nobleza esté de acuerdo, y me gustaría acatar las leyes que ya existían al respecto, y encontrar una forma alternativa para los casos en los que un suceso así volviera a ocurrir en un futuro.
Todos los presentes se volvieron a enfrascar en sus pensamientos, intentando hallar una solución.
—Alteza, ¿me concederíais la palabra para sugerir algo?
De nuevo, el príncipe se sorprendió.
—Adelante, Dante.
—Lo que se podría hacer sería mantener el poder local que ya tienen los nobles tal y como está, ahí no existe realmente un problema. El problema se manifiesta a nivel del reino, de todo lo que se deba aplicar por igual, así como la distribución de recursos. Propongo que en vez de tomar esas decisiones por vos solo, os sirváis de la ayuda de los propios nobles. Es decir, que cuando tengáis que realizar un decreto o una ley, que contéis con una aprobación mayoritaria por parte de estos, como si de un Consejo se tratara. Para asuntos que puedan resultar algo nimios podríais convocar únicamente a los Cuatro Duques, contando con las opiniones de los nobles de sus respectivas regiones, y para asuntos de gran trascendencia, podríais convocar a toda la nobleza, tal y como se ha hecho hoy, para saber la posición de todos.
Todos se quedaron mirándolo, algo perplejos, hasta que alguien alzó la voz.
—Estoy a favor de esa propuesta. —dijo la recién nombrada Duquesa de Vermilia.
Casi se podía ver al Marqués de Krimul penetrándola con la mirada, hasta que otro duque habló.
—Yo también. —añadió el Duque de Fayl, sonriendo.
Pronto, poco a poco, la mayoría de los nobles fueron posicionándose a favor de la propuesta del Corazón de León.
—Bien, pues así será, queda establecida oficialmente la toma de decisiones sobre asuntos nacionales. Os agradezco, de nuevo, la celeridad con la que habéis acudido al castillo, y os deseo a todos un buen viaje hacia vuestras tierras. Que vuestros corazones hallen el camino de regreso —dijo el príncipe mientras les reverenciaba—. Por favor, los Cuatro Duques deberéis acompañarme a la Ceremonia del Nombramiento.
Entonces Alacor se dirigió hacia la salida, indicando a Dante que lo acompañara. A este le dio tiempo a ver cómo los duques hablaban con cada uno de los nobles de sus regiones, transmitiendo sus deseos, manifestando sus inquietudes... y luego estaba el "Rubí de Redia", que parecía un profesor estricto hablando con su alumna.

Ya fuera, el príncipe se dirigió a su Corazón de León.
—Gracias, Dante.
Por una vez, fue este el que se quedó sorprendido.
—No me las deis, alteza, es mi deber. ¿Por qué estáis agradecido?
—Por hallar una respuesta —dijo el príncipe—. Yo... Algunos de los nobles parecían algo incómodos y, sinceramente, me ha costado mantener una posición firme, como la que mantenía mi padre. Hallar una propuesta de regencia por mí solo creo que hubiera resultado difícil, así que os agradezco que halláis sugerido eso.
Dante se fijó en que al príncipe le temblaba la voz. Le temblaba todo lo que no le había temblado durante la reunión. Era impresionante que hubiera podido aguantar a una panda de nobles engreídos tras haber conocido de la muerte de su padre y toda su escolta. También tenía una tirantez en la comisura de su boca, que le iba hacia abajo.
—Alteza, disculpadme si sueno insolente, pero no puedo evitar ver que estáis tenso.
—¿Se ha visto durante la reunión? —Alacor palideció ante esa declaración.
—En absoluto, mas difícilmente lograréis estar sereno si ocultáis vuestra inquietud.
Se dirigían hacia los vestuarios, pues Alacor debía cambiarse para la Ceremonia.
—Simplemente os quiero transmitir, de nuevo, que soy vuestro Corazón de León, alteza. Todas vuestras inquietudes serán las mías. Vuestros miedos, anhelos, esperanzas, todo. Todo ello será mío, así que podéis transmitir vuestras cargas también a mi espalda, para que no hagáis este camino solo.
Dante le ofreció una mano al príncipe que, tembloroso, se la sostuvo.
—Gracias, Dante —dijo el príncipe, en voz baja—. Muchas gracias.
Le agarró la mano algo más fuerte, y el Corazón de León lo acompañó hasta el vestuario. Poco faltaba para su juramento completo.

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⏰ Última atualização: Aug 18, 2020 ⏰

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