I Believe

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Every night, every day, how about every lifetime?

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Uno de los primeros recuerdos que Juliana tenía era sobre una tarde extremadamente calurosa en Texas. Su mamá la cargaba mientras intentaba cocinar. Ella había estaba llorando, aunque no podía recordar las razones. Las imágenes eran un poco difusas pero había algo muy claro en su cabeza. El sonido de la risa del Chino.


Su papá estaba sentado en su sofá, con una cerveza en la mano, viendo televisión. Lo que solía hacer cuando estaba en la casa. Sus carcajadas resonaron en la tranquilidad de la tarde. Ella no lo había entendido en ese momento, pero él se reía a causa de una tonta película de amor, de esas que si le gustaban a su mamá. Y mientras la veía, también se reía de Lupe porque ella se emocionaba al ver ese tipo de historias románticas que, según el Chino, eran una estupidez.


Esa escena la acompañó durante un buen tiempo, mientras crecía y se daba cuenta de que su papá tenía razón. Esos romances no eran reales, no sucedían en la vida real. Solo tenía que mirar alrededor para comprobarlo. El Chino y su mamá pasaban más tiempo discutiendo y gritándose el uno al otro que intentando hacer funcionar su matrimonio. No había amor en los ojos azules de su papá, y en los verdes de su mamá solía ver temor más que cualquier otra cosa.


Y no era muy diferente en las familias fuera de su trailer. Si, tenían realidades mucho mejores a la de ella, pero la mayoría de los padres sólo estaban juntos por costumbre, por resignación. También lo veía en la escuela, en todos lados. Odiaba darle la razón al Chino, con todas sus fuerzas, pero tal vez en esa ocasión no se había equivocado.


Sin embargo, comenzó a cambiar de idea una tarde en casa de Doña Rosa. Habían acabado todos los trabajos que ella tenía pendientes y aún faltaba bastante para que Lupe llegara, así que se sentaron a ver una película. Juliana nunca había ido al cine y tampoco había podido disfrutar mucho de la televisión o cualquier otra cosa similar, excepto en las raras ocasiones en que estaba sola en la casa sin miedo de que el Chino pudiera aparecer por la puerta y comenzara a gritar solo por verla tocar el control remoto. Así que, para la sorpresa absoluta de Rosa, no había visto esa película en particular.


Al principio, le había parecido tan ridícula como el Chino las describía a todas. Absurda, irrealista y falsamente esperanzadora. Sin embargo, no pudo evitar sentirse identificada con el protagonista. Un chico pobre que venía de una familia tan miserable como él. No tenía hogar, destino, ni posiciones. Vagaba por la vida simplemente esperando lo mejor, a pesar de que todo a su alrededor le gritaba que tal cosa no existía. Que eso era todo para su vida. Y aunque era inocentemente positivo para su gusto, había una pequeña parte de Juliana que se sentía exactamente igual. Esperando por ese golpe de suerte, por esa vuelta del destino que lo cambiaría todo. En el caso del chico de la película, ese rayo de esperanza había llegado en la forma de una mujer cuya vida era muy diferente a la de él pero igual de desdichada. Lo tenía todo, de alguna manera, y a la vez nada realmente le pertenecía, ni su propia vida ni sus decisiones.


Un hombre libre con nada para perder pero pocas chances de ganar algo, y una mujer prisionera de su propio mundo. Solos, sueltos en el universo era como si ninguno de los dos realmente hubiera tenido un sentido, un propósito, hasta que el destino decidió cruzar sus caminos y guiarlos a vivir un romance que los cambiaría para siempre. Esa fue solo la primera de muchas películas románticas que Juliana pudo ver gracias a su vecina, que parecía divertirse con la simple imagen de una niña, luego convertida en adolescente, ilusionándose con cada historia.

Instantes - JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora