The Kids are Alright

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Valentina odiaba sobremanera el tráfico en la Ciudad de México. Por eso nunca le había fascinado la idea de conducir. Casi toda su vida había contado con los choferes de su familia para llevarla de un sitio a otro sin tener que atravesar el estrés de hacerlo ella misma. Sin embargo, eso había cambiado en cuanto ella y Juliana se habían mudado juntas, ya muchos años atrás.


A pesar de que en sus primeros meses en su propio departamento todavía contaban con Alirio para cualquier emergencia, poco a poco Valentina había comenzado a conducir mucho más, y hasta la misma Juliana había sacado su licencia para hacerlo. Luego, con la llegada de sus hijos, estar sobre el coche para cruzar la ciudad se había convertido en una rutina. Una que no le hacía ninguna gracia. Especialmente en un momento como aquel, donde todos los autos parecían estar completamente detenidos en el tiempo, imposibilitándole llegar a su destino.


Aprovechando el evidente atascamiento, volvió a marcarle a Juliana por quinta vez desde que había recibido el inesperado llamado del director del colegio.


Comenzó a desesperarse, moviendo frenéticamente su pierna imitando el tono de la llamada, mientras se mordía el labio. Su esposa solía perderse en su horario de trabajo, y no era la primera vez que parecía imposible de localizar. Pero en esta ocasión no le agradaba para nada la situación.


— ¿Bueno? — La voz de Gabriel, el asistente y mano derecha de Juliana fue, finalmente, la que respondió al otro lado de la línea. La castaña suspiró, entre aliviada y frustrada.


— Gabi, ¿dónde está Juliana? — Ni siquiera se molestó en saludarlo. No tenía tiempo para charlar, necesitaba encontrar a su mujer con urgencia.


— Hola, Valentina, ¿cómo estás? Pues yo muy bien, gracias por preguntar, my love — Valentina puso los ojos en blanco. En verdad no podía perder más tiempo.


— I'm so sorry, Gabi. Pero neta necesito hablar con Juls, es urgente — No quería ser grosera, pero estaba convencida de que si no hablaba con su esposa pronto, iba a perder la cabeza.


— ¿Todo bien? — Valentina respiró profundo antes de perder los estribos. Sabía que era lógico que Gabriel se preocupara, era uno de sus mejores amigos, y una de las personas en quien más confiaba Juliana. Pero lo único que necesitaba era hablar con ella.


— Un pequeño percance familiar. Nada grave, pero necesito a Juls, por favor —


— Tú tranquila, yo enseguida te la busco. Ya sabes que si anda por los almacenes o en el taller, siempre se deja aquí el teléfono — Su súplica pareció funcionar, porque por los siguientes minutos solo pudo escuchar extraños sonidos y murmullos en su propio celular, mientras esperaba para finalmente hablar con Juliana.


Afortunadamente, mientras aguardaba, el tráfico comenzó a avanzar, a paso lento pero seguro, quitándole otro peso de encima. Pero la tranquilidad recién se hizo completa, o casi completa porque aún estaba preocupada, cuando Juliana finalmente respondió.

Instantes - JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora