Quince.- Entre los brazos de otro hombre.

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Entré en casa rápidamente y me dirigí a la cocina, en busca de un vaso de agua para saciar la tremenda sed que sentía, arrepintiéndome al instante de haberlo hecho. Imágenes de Andy posicionándome sobre la encimera mientras me besaba azotaron mi mente en aquellos momentos, provocando que se me anudaran dolorosamente las entrañas.

Aguanta, Autumn. Has conseguido permanecer frente a tu madre durante una hora sin tan siquiera atisbar dolor, así que aguanta, joder.

Había salido de casa de Andy sin llamar la atención, aprovechando que se habían encerrado en la cocina a discutir, y tras llorar como una estúpida durante horas había decidido ir a visitar a mi madre, deseando que ella fuese capaz de quitarme a Andy de la cabeza aunque sólo fuese por unas horas, pero al no notar mejoría decidí volver a casa y ahogarme en la soledad hasta la hora de ir a trabajar.

Había intentado recordar por qué me era tan familiar la tal Juliet, pero el hecho de no conseguirlo me enfurecía y se sumaba a la extensa lista por la que llorar.

Me bebí el contenido del vaso de cristal de un solo trago, intentando deshacer el nudo de mi garganta.

Joder, necesitaba el maldito abrazo de alguien. ¿Por qué siempre la cagaba con todo el mundo?

Si tan solo Olympia estuviera aquí conmigo...

Me incliné sobre la encimera y posé allí los codos mientras cubría con las manos mi cara, acallando los sollozos que salían por su propia cuenta de entre mis labios y los cuales no podía detener.

¿Por qué cojones lloraba? La culpa la tenía toda yo por hacer parecer las cosas lo que en realidad no eran. Andy tan solo estaba divirtiéndose, reemplazando a su novia en los días en los que ella no se encontraba en la ciudad. Pero ¿por qué había estado jugando conmigo todo este tiempo? ¿Por qué actuaba como si fuésemos pareja, invitándome a desayunar, compartiendo momentos juntos que nada tenía que ver con mi trabajo...?

―¡¿Por qué me has hecho esto?! ―bramé y lancé el vaso de cristal contra el suelo, en un intento por disminuir mi malhumor.

Qué inocente has sido, Autumn. Pobre de ti.

Terminé de calzarme el tacón y, con rapidez, me levanté del banco para mirarme al espejo.

Estaba horrible. Mi cara hoy era lamentable: mis ojos se mostraban rojos por la irritación, mi cabello encrespado y mi piel más pálida que de costumbre.

No le di importancia, solamente quería salir allí afuera, hacer mi trabajo y volver a casa cuanto más antes posible.

Realmente salir afuera era lo último que quería hacer. No quería encontrarme con Andy. No sabía cómo actuaría, no sabía si lo ignoraría, si me acercaría a él para sermonearlo o si simplemente le suplicaría que me envolviese una noche más entre sus cálidos y tatuados brazos mientras fundía sus labios con los míos y no uníamos completamente entre sus sábanas impregnadas con su aroma.

Ja, sigue soñando.

En realidad sabía perfectamente lo que quería hacer con su precioso cuerpo: Apuñalarlo hasta matarlo.

Deslicé mis manos por el delantal arrugado y comencé a caminar hacia la puerta, prefiriendo no pensar más en el tema.

Salí del vestidor y observé el bar ya completamente abarrotado. Caminé con rapidez hacia la barra, en busca de mi bandeja de aluminio.

―Buenas noches, Autumn, ¿te encuentras bien? ―preguntó Roxie mientras se echaba en la barra, acercándose a mí.

―Hola, Roxie. Sí, no te preocupes.

BE MY HERO - Andy BiersackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora